La conferencia de presidentes autonómicos ha puesto punto y final a un curso político que ha estado marcado de forma ineludible por la pandemia. Toda una catástrofe sin más precedente en tiempos modernos que el de la Gripe Española de hace más de un siglo y con extraordinarias repercusiones en todos los ámbitos.
Las repetidas olas, el dilema imposible entre priorizar la economía o la salud y la pretensión de convivir con una criatura infinitesimal que no viene a razones, siguen poniendo en jaque la esfera mundial desde principios del pasado año.
Por lo que respecta a la gestión de la pandemia, el gobierno de España intenta mantener el equilibrio con las mismas o similares pautas de sus vecinos europeos, con las carencias sobradamente conocidas y soportando tanto las diferentes acometidas del virus como sus vaivenes por todo el continente.
La administración de las vacunas a toda la población en tiempo record, un hito sin precedentes en la historia de la humanidad, es el principal objetivo para recuperar en parte la normalidad ya que las mismas, tal como se advirtió desde el primer momento, no solo no eliminan el virus sino que tampoco evitan su transmisión.
Lo que garantizan, en la mayoría de los casos, es que la enfermedad no tendrá repercusiones graves para los afectados.
De ahí esa parte tan importante que es responsabilidad de los ciudadanos para evitar que tan maldito bicho se propague de manera ruin entre los mismos.
Para colmo la incapacidad de hacer llegar las vacunas a todo el planeta tanto por las dificultades técnicas como por los intereses económicos que impiden la liberación de las patentes para favorecer su elaboración y perfeccionamiento, nuevas e incontroladas cepas del virus siguen apareciendo poniendo aún más difícil el reto.
La política de partidos
En lo estrictamente político, el panorama hispano mantiene su estado de crispación habitual de las últimas temporadas a pesar del reciente cambio de cromos con la remodelación del gobierno o la anterior salida de Pablo Iglesias de la esfera política.
En lo que al gobierno respecta se mantiene la conocida dualidad propia de un gobierno de coalición. La traza más conservadora representada por el PSOE y la más progresista en la parte que le toca a Unidas Podemos.
Pedro Sánchez, por su parte, mantiene su línea de desplante habitual con sus socios de coalición y parlamentarios, por lo que menos puede esperar del mismo la oposición, salvo para lo que pueda interesarle más expresamente.
En cuanto a la presunta cabeza visible de UP, Yolanda Díaz, todavía está por ver si acepta semejante desafío.
A favor tiene que no despierta las antipatías de su antecesor y así lo valoran hoy por hoy las encuestas situándola como la política mejor valorada, así como su demostrada capacidad de negociación.
En contra, todas las circunstancias que rodean la situación económica actual a consecuencia de la pandemia y que no milita en las filas de Podemos, el socio mayoritario de su propia coalición.
Por lo que respecta a la oposición, el PP con Casado a la cabeza y su artillera más locuaz, Díaz Ayuso -más aun después de su órdago en Madrid, que puede poner en un brete al propio Casado-, mantiene la misma estrategia que desde el principio de la legislatura por cuanto nunca ha reconocido la legitimidad de la moción de censura que aupó al gobierno a Pedro Sánchez ni sus dos victorias electorales posteriores.
Lo que es lo mismo derribar el gobierno a toda costa utilizando todo tipo de artes para ello, recurriendo incluso a la propia pandemia y su espeluznante número de víctimas o poniendo de vuelta y media al gobierno de España ante la UE si cabe.
De ahí, en un momento que parecen favorecerle las encuestas debido al efecto Madrid, los indultos a los presos del Procés y, sobre todo, por los estragos de la propia pandemia, que el presidente popular ande pidiendo a diario la disolución de las cámaras y una nueva convocatoria electoral a falta todavía de dos años y medio para finalizar la legislatura.
Las encuestas las carga el diablo y a saber si la presumible victoria popular que señalan estas hoy pueda tratarse de un fenómeno coyuntural como en su día le ocurriera a Podemos o a Ciudadanos.
En lo referente a Vox, su confrontación con el PP sigue al alza compitiendo por el mismo espacio electoral voz en grito. Un error por parte de los populares que les aleja del centro político y de las nuevas corrientes ideológicas del espectro conservador europeo visto el fracaso de sus políticas en la gestión de la anterior crisis y sus derivadas ahora con la pandemia.
Por su parte Vox sigue afianzándose en su espacio mediante acusaciones infundadas, medias mentiras y medias verdades, a golpe de tribunal y de forma tan exagerada y teatral que ni siquiera la voracidad del «Ayusismo» causa sensible mella en el mismo.
Ciudadanos sigue su descomposición y ya las encuestas apenas si le dan representación parlamentaria. La deriva en su día de Albert Rivera hacia un ultranacionalismo de lo más reaccionario –curiosamente en el momento de su fallido acuerdo de gobierno con Pedro Sánchez, ahí queda eso-, y sus continuos cambios de rumbo le han acabado pasando factura.
Difícil, muy difícil lo va a tener Inés Arrimadas para salir del atolladero.
Unidas Podemos se encuentra en un momento de transición tras la salida de Pablo Iglesias. Por un lado puede favorecerle dado su conocido egocentrismo y su exceso de liderazgo. Por el otro que su sucesora haya sido impuesta por el mismo, la citada Yolanda Díaz, que aunque pueda parecer un plus para la formación todavía no sabemos siquiera si cuenta con el beneplácito de la misma en tal sentido.
Y en el caso del problema catalán y todas sus derivadas también, esperemos que los indultos favorezcan que, al menos, ERC se dedique de una vez por todas a intentar hacer la vida mejor a los ciudadanos. No se trata de que renuncie a su sueño independentista sino que, por el momento y en las actuales circunstancias, siente los pies en el suelo.
La política de los hechos
En otro orden de cosas, las propuestas del gobierno para lograr los fondos NextGenerationEU han contado con el beneplácito de la Comisión Europea y con nota tal como refrendara en Madrid la propia Ursula von der Leyen. Queda por ver la aplicación debida de los mismos en la parte que compete al gobierno de la nación y en la que toca a las CC.AA.
Tal como decíamos al principio el curso se ha cerrado con menos ruido del previsto pero con las pocas nueces de siempre con la enésima conferencia de presidentes autonómicos convocada por el presidente Sánchez.
Más allá del monólogo habitual de este, las habituales salidas de tono de la presidenta madrileña, las habilidades del lehendakari, los desplantes del president y el diálogo de sordos habitual, al menos nos hemos enterado que otro porrón de vacunas van a llegarnos en este mes de Agosto y que las CC.AA. van a recibir más de lo previsto de los citados fondos de la UE.
Otra cosa será el cómo y en base a qué de esto último. Pero hubiera parecido raro saber más a las primeras de cambio viniendo de nuestros próceres y sin haber mediado algún que otro aldabonazo.
En fin, veremos a ver qué nos depara el curso que viene pero, debemos siempre recordarlo, el tiempo pasa volando y seguimos sin tomar debidas cartas en el asunto, ni en España ni en las principales economías del mundo sobre otra cuestión tan determinante como es el propio futuro de la humanidad.
El cambio climático y sus secuelas son ya un hecho. De no poner remedio a ello, todo lo demás quedará en agua de borrajas y a tenor de los científicos más ilustrados en la materia, las posibilidades para recuperar nuestro ecosistema son cada vez más escasas.
La política, el ruido y la violencia.
Por último no me gustaría dejar pasar por alto la repetición de un hecho como el de la brutal paliza propinada a un ciudadano en Amorebieta hace solo unos días a manos de unos jóvenes y cuyas imágenes fueron publicadas en las redes sociales para mayor escarnio.
Así como de las agresiones a personas, discapacitadas, inmigrantes, homosexuales y otras tantas por el mero hecho de ser diferentes que lamentablemente se vienen repitiendo día sí y otro también a lo largo y ancho de la geografía española.
Las redes sociales, que no cabe duda de su aportación positiva a la interacción entre las personas, mantienen un lado oscuro que está resultando un lastre cada vez más insoportable para nuestra sociedad sin que se acierte a tomar las medidas necesarias para erradicarlo.
La brutalidad del lenguaje utilizado en las mismas, sea cual sea la faceta que se trate –política, social o deportiva-, se viene traduciendo en un sensible aumento de lo que se conoce por delitos de odio en España y que, como en Europa, han sufrido un sensible incremento, en especial desde la consolidación de los partidos de ultraderecha en todo el continente.
El exacerbado lenguaje de los mismos con respecto a determinados colectivos –feministas, LGTBI, inmigrantes, etc.-, e incluso las controvertidas actuaciones de los jueces en dicho sentido a pesar de la manera en que son retorcidos los datos de forma tan sumamente fraudulenta, alimentan aún más la actitud de personas proclives a la violencia.
La política y la justicia, en la parte que les compete, deberían poner coto al asunto favoreciendo la redacción de leyes y normas que tanto en las redes sociales como en general en todos los medios de comunicación e incluso en la jerga política, sepan diferenciar la libertad de expresión de la incitación al odio a otras personas.
Evidentemente eso no es tarea fácil pero ambas instituciones deben mostrar, a la vista de la repetición de tan trágicos sucesos, la sensibilidad suficiente al respecto.
Hasta septiembre
En fin, con esto damos terminado nuestro habitual periplo por la escena política de los últimos meses, deseándoles a nuestros lectores un feliz mes de agosto y recordándoles que volveremos a vernos en septiembre.
Felices vacaciones, feliz verano en todo caso a quienes no puedan disfrutar de ellas y, sobre todo, cuídense mucho.