Otra consecuencia de la ola reaccionaria que sacude al planeta y ha convertido a Trump I en su incuestionable preboste, son los millones de personas que no han caído en su influjo y se despiertan sobresaltadas, día sí y otro también, ante cada desafío del mismo.
Casi al unísono nos hemos topado estas últimas semanas con dos nuevos envites. Por una parte su propuesta de Estrategia de Seguridad Nacional para Estados Unidos, toda una loa al supremacismo blanco, a la Doctrina Monroe para hacer de América Latina el patio trasero de los EE.UU., donde consagra el poder y la fuerza como principales armas de negociación, renuncia a cualquier tipo de multilateralismo y aborrece una vez más las instituciones internacionales.
De paso, poniendo a caer de un burro a la Unión Europea a la que hace culpable del presunto declive del continente, según su criterio, consecuencia de sus prácticas regulatorias y migratorias, mientras da pábulo a figuras como las de Putin, Orbán y por extensión los partidos de extrema derecha que se están apropiando de la política europea a los que dedica sus mejores prédicas y postula su intervención en los próximos procesos electorales a favor de los mismos.
Por otra parte, advierte a todas aquellas personas que pretendan entrar en EE.UU. que tendrán que facilitar sus redes sociales y direcciones de correo electrónico para que las autoridades puedan indagar en las mismas durante los últimos 5 años y si encuentran algún rasgo que consideren inoportuno impedir su entrada en el país.
Mientras, en el caso de los acreditados de la prensa internacional, propone revisar sus visados cada 6 meses como es el caso de regímenes como los de China o Rusia.
Además de una injerencia, todo un ataque a la cultura europea en cuanto al estado social en el primer caso y una auténtica distopía en el segundo que, aparte de su pretendido aislacionismo, parece encaminar la sociedad estadounidense hacia un modelo de estado claramente autoritario.
Trump I y sus secuaces acusan a los europeos de perder sus identidades nacionales, exhortando a la extrema derecha a través de partidos políticos a los que denomina “patrióticos”, a que ocupen las instituciones cuestionando el estado del bienestar y evitando de paso la integración de los migrantes procedentes de todo el mundo. Una vuelta de tuerca más a ese disparate conspiranoico que constituye la Teoría del Gran Reemplazo, un órdago más del citado supremacismo blanco y cristiano.
Por lo que respecta a los requisitos exigidos para entrar en el país –aún pendiente de su aprobación-, ello lo que va a venir a acentuar no es solo el citado carácter aislacionista de la administración Trump sino que va a resultar todavía más perjudicial para un sector del turismo en EE.UU. en el que ya se estima un descenso de visitantes que ronda el 9 % con respecto al pasado año y con pérdidas multimillonarias para el mismo.
Y con un Mundial de Fútbol para el próximo año de por medio del que han avisado las autoridades que, de aprobarse las nuevas normas, todas las personas que dispongan ya de localidades deberán pasar igualmente los filtros indicados para poder entrar en el país.
Quién sabe si el polémico Infantino, presidente de la FIFA, ha intentado mediar en el asunto entregándole al nuevo inquisidor, Trump I, el Premio de la Paz del organismo.
Hace años visite la costa oeste de EE.UU. y reconozco que en otro tiempo no me hubieran faltado ganas para visitar algunas de las áreas más interesantes de tan inmenso país; pero a la vista de las nuevas reglas es más que evidente que ya no podré hacerlo, sin embargo hoy por hoy y a fuerza de ser sincero: “francamente, me importa un bledo”.