Aquella mujer había conseguido evocar la letra de canciones olvidadas hace ya tiempo. Eran de su infancia, de cuando el asedio a Leningrado por las tropas nazis. Solía escucharlas al atardecer y se atenuaban cuando estaba distraída. A veces, era capaz de reproducir los acordes en el piano. Lo extraño es que solo ella las oía, estaban dentro de su cabeza. Este es uno de los seis casos de alucinaciones musicales entre población no psiquiátrica que el doctor Ramón Zabalta-Estévez[1]El doctor Zabalza-Estévez publicó en mayo de este año «El libro de las horas inciertas», un pequeño homenaje a sus pacientes de Alzheimer. En él, recoge 110 relojes dibujados por los enfermos a cada uno de los cuales ha añadido tres versos., neurólogo en el Hospital Donostia de San Sebastián, analizó en un estudio el año pasado. Ha logrado demostrar que escuchar melodías que nadie más alcanza a oír no tiene por qué ser un síntoma vinculado a una enfermedad mental, en contra de lo que los pacientes e incluso los propios médicos creen.
Las alucinaciones musicales son un tipo de alucinación que afecta al 2% de personas con pérdida de audición, consolidándose como uno de los tipos de alucinación no psicótica más frecuente. En el artículo «Alucinaciones musicales: la música perpetua» publicado en la Revista de Neurología, Zabalza-Estévez concluye que esta patología ocurre con mayor frecuencia entre mujeres ancianas y con pérdida de audición dentro de la población no psiquiátrica. Sin embargo, no existe ninguna causa científica que pueda justificar la predisposición del sexo femenino a sufrirla.
Dependiendo de su origen, las alucinaciones musicales pueden clasificarse en funcionales, cuando obedecen a trastornos psicopatológicos, o en orgánicas si se deben a lesiones cerebrales o del oído. En el ámbito de la psiquiatría es frecuente encontrarlas vinculadas a la esquizofrenia, a la depresión o al trastorno obsesivo compulsivo. De hecho, cada año se detecta un nuevo caso de alucinaciones musicales por cada 10.000 habitantes con patología psiquiátrica. Por su parte, las orgánicas suelen encontrar su procedencia en la hipoacusia, es decir, en la incapacidad total o parcial para escuchar sonidos en uno o ambos oídos, lo que entendemos comúnmente como sordera. Esto demuestra que la alucinosis musical está a caballo entre varias ramas de la medicina rozando la neurología, la otorrinolaringología y la psiquiatría.
Para Zabalza-Estévez, establecer el correcto diagnóstico de estas alucinaciones descartando la enfermedad mental como justificación, resulta esencial para evitar etiquetas y tratamientos inadecuados que añadan más angustia al paciente. El doctor afirma que la mayoría de los casos le vienen «rebotados» porque lo más frecuente es que el médico de cabecera envíe al paciente al psiquiatra y este, al no observar ninguna anomalía, le remita al neurólogo. «Es una patología bastante frecuente, pero es poco conocida. De hecho, algunos compañeros del hospital se quedaron un poco asombrados con los resultados del estudio», reconoce Zabalza-Estévez. La alucinación no deja de ser un síntoma psicótico que es vinculado inevitablemente a una enfermedad mental, aunque no exista tal relación. Estos prejuicios dificultan la comprensión del diagnóstico por parte del paciente y de su familia.
De los seis casos estudiados, solo uno se consideró provocado por un fármaco y no por sordera o por pérdida de audición gradual por envejecimiento, esto es, presbiacusia. Se trataba de una mujer de 78 años que estaba a tratamiento por un problema de circulación. Cuando se suprimió la pentoxifilina, el medicamento que estaba tomando orientado a mejorar el flujo sanguíneo, se obtuvo una respuesta óptima a las pocas semanas. Así lo explica Zabalza-Estévez: «Parece que la pentoxifilina, lo mismo que otros fármacos opiáceos como el tramadol o la codeína, a veces facilita que aparezcan estos síntomas. Por ello, se puede considerar que es un efecto secundario de la medicación, lo quitas y desaparecen».
La doctora Begoña Irigoyen, del Complejo Hospitalario de Navarra, realizó un estudio en este sentido en el que analizó el caso de una mujer sin antecedentes psiquiátricos que presentaba un cuadro de alucinaciones auditivas relacionadas con la administración de tramadol. No obstante, según apuntó la propia doctora: «Los fármacos pueden actuar como desencadenantes de estos cuadros y la primera medida terapéutica sería la supresión de los mismos. Sin embargo, en el seguimiento posterior de nuestra paciente reaparecieron las alucinaciones ya sin relación en este caso con el tramadol». Irigoyen explica que esta situación no es rara en pacientes con predisposición a patología psiquiátrica ya que los fármacos actuarían sobre su vulnerabilidad y acabarían desencadenando enfermedades latentes.
En el caso de los pacientes con sordera, el otorrinolaringólogo Paul Délano, señala que «en este grupo una condición necesaria es que la sordera sea severa profunda, es decir, pérdida del 80 al 100%. Esto significa que son pacientes muy sordos y de alguna manera el cerebro comienza a generar percepción de música que puede o no ser conocida». La alucinación sería, por tanto, un reflejo del acervo musical del paciente generado por la falta de un input auditivo. Añade Zabalza-Estévez que el contenido de las alucinaciones musicales son melodías o canciones familiares para el paciente que, en algunas ocasiones, no escuchaba desde la juventud. Canciones religiosas como «Salve Regina», folklóricas como «Kalinka» y «Katiusha» o «Mi carro», de Manolo Escobar, forman parte del repertorio de los pacientes.
Como curiosidad, Zabalza-Estévez recuerda que célebres músicos como Schumann o Beethoven sufrieron alucinaciones musicales, que en algún caso trasladaron a sus composiciones. El doctor Délano comenta que «es interesante preguntarse si Beethoven tuvo alucinaciones auditivas, ¿fue acaso su novena sinfonía generada por ellas?».
Las alucinaciones se atenúan cuando el paciente está distraído. Esto se explica porque siempre que haya unos estímulos externos o internos, se frenan los circuitos, se desinhiben y así, se camuflan las melodías. En realidad, ocurre con todas las enfermedades. Por ejemplo, los síntomas de hormigueo o quemazón que pueden ser producidos por la diabetes parecen acentuarse durante la noche porque hay menos estímulos, el paciente está más centrado en sus dolencias. Por otra parte, la actitud también juega un papel decisivo, «hay gente que lo vive con mucha más angustia y personas que son más capaces de relativizarlo», explica Zabalza-Estévez.
En la actualidad, no existe ningún tratamiento curativo para este tipo de alucinaciones y la mayor efectividad se consigue solo si hablamos de casos en los que las alucinaciones son un síntoma de una enfermedad concreta que permite focalizar y abordar los factores desencadenantes.
Zabalza-Estévez quiere hacer especial hincapié en que además del tratamiento farmacológico, es fundamental reforzar en los pacientes la idea de que estas alucinaciones no obedecen a una enfermedad mental. «Se avergüenzan», afirma y añade: «si he hecho Medicina es por intentar aliviar el sufrimiento de otras personas. Lo hago por empatía y más en una especialidad como la nuestra. Si eso no existe, si no pones el foco en la persona, mal van las cosas. A veces no podemos curar, pero sí podemos aliviar muchísimo».
Referencias
↑1 | El doctor Zabalza-Estévez publicó en mayo de este año «El libro de las horas inciertas», un pequeño homenaje a sus pacientes de Alzheimer. En él, recoge 110 relojes dibujados por los enfermos a cada uno de los cuales ha añadido tres versos. |
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