El que nuestra democracia permanezca todavía sumida en una especie de letargo adolescente es algo que hemos referido en diversas ocasiones desde esta misma tribuna. De ahí que al contrario de lo que ocurre en otros países europeos donde gobernar por bloques es algo habitual –en Dinamarca hace más de cien años que no se da un gobierno monocolor– y donde por lo general superan con creces los gobiernos en coalición a los que lo hacen en solitario, sea tan difícil para muchos después de décadas de bipartidismo asumir esta nueva realidad.
Desde principios de los años 80 y una vez desaparecida la UCD de Adolfo Suarez, la política española ha girado en torno al PP –fruto de la renovación de la antigua Alianza Popular- y el PSOE. Poco antes de eso, tras la muerte del general Franco en los albores de aquella incierta democracia, recuerdo como recorríamos cada mitin de una auténtica multitud de partidos que querían abrirse paso tras casi cuatro décadas de prohibición y persecución implacable. Hoy denostados ese tipo de actos, por aquellos entonces los que ya nos interesaba esto de la cosa política era el único medio de primera mano que disponíamos para saber cuáles eran las propuestas de unos y otros. No obstante y a fuerza de ser sinceros bien es cierto que también acudíamos en parte aleccionados por la típica actuación musical que cerraba el evento, casi siempre escorada a la España cañí cuando se trataba de un partido de derechas mientras los de izquierda se decantaban por música mucho más progre y sobre todo infinidad de cantautores.
Confieso que nunca asistí a ninguno de Falange y menos aún a los de Fuerza Nueva. Por allí siempre rondaban los Guerrilleros de Cristo Rey o sus sucedáneos dispuestos a formar jaleo y a los que estábamos ya de antemano en las antípodas de ese pensamiento se nos podía hasta caer el pelo aunque, dicho sea de paso en lo que a mí respecta, al final se me acabó cayendo de todos modos. Por eso a algunos nos produce cierto repelús cuando una multitud enfervorizada entona tan apasionadamente los «Novios de la Muerte» envuelta en un manto de banderas en los actos de Vox en cualquier sitio de España y eso es algo que en los tiempos que corren debería preocuparnos viendo como hay tantas personas dispuestas a dar un paso atrás después de todo lo andado. Bien es cierto también que se trata de una consecuencia más de las múltiples fallas y errores de unos y otros durante esta interminable crisis, pero esa es otra historia por lo que será mejor que volvamos a lo que ahora nos ocupa.
Así que en esa estamos después de las elecciones generales del pasado 28 de Abril, donde el PSOE de Pedro Sánchez ha resultado claro ganador pero que de una manera u otra va a necesitar de apoyos para poder mantener un gobierno con cierta estabilidad. Básicamente sus opciones en ese sentido pasan bien por un acuerdo con Ciudadanos por su derecha que le proporcionaría mayoría absoluta u otro con Podemos por su izquierda para gobernar con una minoría suficiente -165 diputados sobre un total de 350 escaños-, con la abstención o el apoyo de otros grupos minoritarios.
Por lo que respecta a la opción de pactar con Ciudadanos no hay que sorprenderse de que las grandes empresas representadas en la CEOE, la banca y los grandes capitales como han afirmado por boca de Ana Botín, sus medios afines y los que, en cualquier caso, están en sus manos prefieran un gobierno de corte cuanto más liberal mejor que uno de carácter socialdemócrata. Al fin y al cabo siempre fue cosa de progresistas que cada uno aporte al conjunto de la sociedad en función de sus beneficios y no al contrario como ocurre en este país, convertido en la práctica en lo más parecido a un paraíso fiscal para los que más tienen, en un mundo donde la avaricia y la codicia no parecen tener límites.
Y con la apocada connivencia de buena parte de la sociedad bajo dos premisas que se han demostrado del todo falsas. La primera que supondría asumir que quien no hace uso de los servicios públicos no tiene por qué pagar impuestos y la segunda que si estos son reducidos y el margen de beneficios mayor ello promoverá la creación de más y mejores puestos de trabajo. Dos proposiciones probadamente falsas por cuanto en el primer caso por mucho que quieran algunos abstraerse de ello seguirán usando nuestras carreteras, nuestras calles y plazas, nuestros puertos y aeropuertos y así un sinfín de servicios que las diferentes administraciones públicas nos proporcionan. Y en segundo lugar porque si cupiera alguna duda de ello la actual crisis económica ha puesto en evidencia como los desequilibrios sociales han aumentado de manera más que sensible y hoy por hoy los que siempre tuvieron más han aumentado exponencialmente sus beneficios, mientras que las clases medias –no digamos ya las más populares-, han perdido en el envite cuando no saltado por los aires.
No se trata pues de subir indiscriminadamente los impuestos, por mucho que los voceras mediáticos del capital se afanen continuamente en repetir el mismo sonsonete. Ni de bajarlos como los mismos insisten una y otra vez, cuando además solo lo han venido haciéndolo en su caso por arriba poniendo cada vez más en riesgo el estado del bienestar y dejando todo su peso para el resto. De lo que se trata es impedir que un supuesto tipo nominal del 30, 40, 50 % -fuera el que fuere con la metodología actual- acabe quedándose en menos de un 10 % real. Proclamar en su caso la tan manida reducción de impuestos y que ello representa tal o cual cantidad por cada ciudadano es una auténtica falacia fruto de la simple extrapolación de una espléndida reducción de la carga fiscal en unos pocos a dividir de manera supuesta entre millones de contribuyentes.
Por poner un sencillo ejemplo, una de las medidas propuestas por el PSOE en lo relativo a la tan cacareada subida de impuestos –que ya anunció en su día antes de iniciarse el proceso electoral-, es aumentar en dos puntos el tramo correspondiente en el IRPF para aquellas personas que perciban unos ingresos netos superiores a 130.000 €. A fuerzas de ser sinceros ¿cuántas personas conoce Ud. a su alrededor que perciban tales emolumentos? Según la Agencia Tributaria, que de esto debe saber bastante, estaríamos hablando de unos 90.000 ciudadanos en toda España o lo que es lo mismo el 0.5 % de todos los contribuyentes de este país. Por tanto cuando alguien les diga que el PSOE con Podemos presumiblemente de socio le va a subir los impuestos, lo más seguro es que la cosa no vaya con usted ni para casi nadie de su entorno más próximo. Pero si así lo fuera, con la que está cayendo, mejor dese usted por un auténtico privilegiado que al fin y al cabo eso no le va a torcer el paso.
En cuanto a la segunda opción, pactar con Podemos por su izquierda, el PSOE tiene en su mano decidir si junto a la joven formación morada retoma el camino de la socialdemocracia que vilipendiaron y de qué modo en la década de los 80 del siglo pasado Blair, Schröder, González y así sucesivamente la mayoría de los líderes de los partidos laboristas y socialistas del occidente europeo, conduciéndolos a esa especie de socio-liberalismo que no solo se dejó ensimismar por la vorágine capitalista, sí no que acabó sucumbiendo a la misma. Portugal abrió el camino no hace mucho con inusitado éxito pero ahora el PSOE tiene una oportunidad histórica para desde un país tan importante como España dar un nuevo impulso a la denigrada socialdemocracia europea por mucho que haya supuesto siempre el principal baluarte del estado del bienestar. Las dos fórmulas propuestas –con la entrada en el gobierno de Podemos o desde fuera con su apoyo-, si se toman con la seriedad, templanza y convencimiento debido pueden ser válidas para ello.
Una nueva crisis económica de escala planetaria que está en boca de todos, la nueva revolución industrial y tecnológica en ciernes, el resurgimiento de los nacionalismos y la extrema derecha a lo largo y ancho del continente, las tensiones comerciales en todo el mundo y las consecuencias derivadas de un ya manifiesto cambio climático como es sin duda una de ellas el aumento imparable de los flujos migratorios, se adivinan tareas formidables que no pueden ser tratadas desde la perspectiva de un modelo de capitalismo salvaje que ha dado lugar a la mayor crisis sistémica de nuestro tiempo hasta poner en riesgo el futuro de la humanidad. España tiene una ocasión inmejorable para dar el espaldarazo necesario a toda Europa para evitarlo y por eso el PSOE con Pedro Sánchez a la cabeza no puede dejar pasar el que quizá sea el último tren para ese cada vez más maltrecho estado del bienestar. E incluso, como hace mucho nos vienen advirtiendo numerosos autores, para la democracia y la libertad.
Atentos.