Cuatro elecciones generales en 4 años no son moco de pavo y vienen a poner en solfa la catadura de nuestros representantes públicos. Pero no hagamos más sangre del asunto y entremos en materia a tenor de lo ocurrido este pasado domingo.
Las claves:
1º. El que el PSOE, Pedro Sánchez y sus asesores de marketing, encabezados por el ínclito Iván Redondo, se hayan estrellado con su arriesgada apuesta electoral es más que evidente. A fuerza de ser sinceros no sabemos mucho de las capacidades de Sánchez –más allá de su denodado interés por permanecer en el candelero-, pero el sueldo de sus acólitos bien que lo han echado a perder con una convocatoria electoral que a todas luces se presumía iba a restar más que sumar al partido. Ya se lo advirtió Rufián desde la tribuna de oradores cuando les vino a decir en el verano que estaban perdiendo (Sánchez e Iglesias), una oportunidad de oro para la consolidación de un gobierno progresista además de poner en riesgo el futuro más inmediato, más aun con la sentencia del Procés de por medio.
2º. Por mucho que Casado apareciera eufórico ante sus incondicionales en la calle Génova, no se las ha tenido muy bien consigo al quedarse lejos de sus perspectivas electorales, cuando aspiraba al centenar de escaños y no ha conseguido pasar de ser el segundo peor resultado electoral de la historia de su partido. En realidad el PP no ha cosechado votos más allá de los que le han llegado por la debacle de Ciudadanos y además tiene ahora a su extrema derecha, a sus antiguos camaradas, soplándole el cogote.
3º. España no es tan diferente del resto de países occidentales y la ultraderecha ha pegado un puñetazo en la mesa en estas elecciones. El reiterado fracaso de los partidos tradicionales para gestionar las consecuencias de una crisis económica nefasta para la mayor parte de la población, en especial las clases más bajas, es el principal caldo de cultivo para movimientos de este tipo. Si a ello le añadimos los dos principales parámetros comunes a todos ellos en Europa como son un ultranacionalismo rampante –alimentado en este caso por la cuestión catalana-, la criminalización del migrante por el mero hecho de serlo –máxime en un país fronterizo como este-, y en nuestro caso una sensación generalizada de desgobierno en los últimos tiempos tendremos el cóctel perfecto para favorecer el auge de un partido como Vox. Mensajes claros, cortos y simplistas, fundamentados en el mejor de los casos en medias mentiras o medias verdades, cuando no en datos imaginarios que se multiplican eficazmente a través de las redes sociales como ha ocurrido en otros lares, encandilan a millones de personas que no encuentran las respuestas adecuadas en el entorno político habitual.
4º. Pablo Iglesias sigue pagando cara su arrogancia pero no tanto como se preveía en un primer momento y parece que el suelo de Podemos se mantiene todavía lo suficientemente alto como para ser una opción a tener en cuenta.
5º. Debacle absoluta de Ciudadanos con la consiguiente dimisión de su líder Albert Rivera. Cs ha dado innumerables bandazos en los últimos años autocalificándose en un principio como socialdemócrata para acabar flirteando con la ultraderecha en Andalucía, Madrid y en otros muchos sitios. Rivera arriesgó con esto, con un discurso incendiario para Cataluña y unas formas que, sobre todo en los debates bien fueran en el Congreso o en los medios de comunicación, le han hecho pagar un peaje muy caro.
6º. La consolidación de los partidos independentistas en el Congreso a la vista del resultado electoral, pone en evidencia que la vía judicial no pone fin a la corriente independentista y que solo a través de la política puede atisbarse alguna solución al problema.
7º. Los partidos regionales se consolidan además de los ya existentes canarios, valencianos, catalanes, vascos, etc. El BNG gallego vuelve al Congreso, el PRC de Revilla se consolida y Teruel Existe -una agrupación de electores-, tiene ya su voz en Madrid. Decididamente, a pesar de algunos, España tiene poco de centralista y mucho de federal.
8º. La abstención ha subido casi 6 puntos con respecto a las de Abril. Y gracias.
El post-partido:
Opción A) PP se abstiene y el PSOE gobierna en solitario. Improbable. Ni le saldría gratis al PSOE ni a los populares. Al primero porque podría significar también un peaje altísimo en un futuro más o menos cercano y caer tan debilitado como le ha ocurrido a otros partidos socialdemócratas europeos al traicionar a su electorado tradicional, por mucho que sea un partido centenario. Y al PP porque con Vox pisándole los talones, el ala más radical de su partido podría quedarlo con el culo al aire en las próximas elecciones y producirse el sorpasso. Lo que Casado, por muy torpe que sea, debería evitar a toda costa por el bien de la democracia española.
Opción B) El PSOE logra algún tipo de acuerdo con Podemos, suma con el resto de la Cámara a excepción de Vox, PP y Navarra Suma y con la abstención de Cs o al menos la de unos pocos diputados independentistas, podría lograr la investidura en segunda votación por mayoría simple. En cualquier otra democracia avanzada sería la solución más obvia pero la española tan adolescente –en estado todavía de pubertad diría yo después de los acontecimientos de los últimos meses-, corre el riesgo de incendiar el Congreso.
Opción C) Terceras elecciones. Lo que conllevaría a un desastre total, tanto como asumir el riesgo del citado sorpasso de Vox al PP y que el aumento de la abstención del electorado de izquierdas propiciara el encumbramiento a la presidencia del gobierno de Santiago Abascal y sus secuaces. Que lo diga yo, bueno está, pero ya el presidente de la CEOE ha afirmado muy sibilinamente hoy mismo que la industria no quiere a un partido como Vox en la jefatura del gobierno ni a tiros.
En resumidas cuentas y como diría aquel, cada uno tiene lo que se merece. Y Pedro Sánchez se ha dado un auténtico patinazo de proporciones que pueden ser históricas cuando tuvo en su mano formar un gobierno modulado por la socialdemocracia hace unos meses junto a Podemos –sin que esto sirva de exculpación a este-, y con un ligero esfuerzo de otros cuantos haber sido no solo adalid de recuperar la cordura en España en un mundo tan endemoniado como este sí no haber sido la punta de lanza en Europa.
Lo peor de todo es que quizá Sánchez tenga lo que se merece pero los que no nos lo merecemos somos los ciudadanos de este país.
Veremos.
Última hora: Pedro Sánchez y Pablo Iglesias acaban de anunciar hace unos minutos este mismo martes un preacuerdo para formar un gobierno de coalición. La opción más lógica atendiendo a las siglas que representa el primero y al espíritu del segundo. Se han perdido varios meses por el camino, unas elecciones y el que un partido de ultraderecha sea la tercera fuerza política en el Congreso. Todo ello se podía haber evitado pero ya no vale mirar atrás más allá de aprender de los errores cometidos. A partir de aquí…