Hace unos días el Banco de España ha presentado su informe anual de 2018 por mor de su gobernador Pablo Hernández de Cos, por cierto uno de los empleados públicos mejor pagado del país, sí no el que más, con sus más de 12.000 € de sueldo mensuales, ojo al dato, que se mete en la bucheta.
La verdad que esto de los bancos centrales hace tiempo que nos trae de cabeza con sus cribas ideológicas y sus particulares patologías, empezando por el Banco Central Europeo una institución creada en su día por la Unión Europea con la principal mira de controlar la inflación en unos países donde no hay inflación y donde de hecho, precisamente ahora, eso mismo se ha convertido en un problema.
Porque a quien habría que culpar en primer lugar de las sucesivas crisis económicas que han asolado nuestro pasado más reciente es precisamente a dichos bancos centrales con el mismísimo BCE a la cabeza que, de acuerdo a los principios del neoliberalismo rampante, han mirado una y otra vez a otro lado ante las perversiones del mundo financiero.
Ni que decir tiene del mismo modo de nuestro vetusto Banco de España cuando anunció el pasado año la pérdida de 150.000 empleos, como consecuencia de la subida del salario mínimo a los 900 € acordada por el PSOE y Podemos. No solo es que no haya tenido ningún efecto negativo sí no que lo que cabe preguntarse es qué pasará por tan insignes cabezas cuando se paren a pensar qué podrían hacer ellos con esa misma renta.
Pero lo cierto es que en el susodicho informe Hernández Cos tampoco es que diga una barbaridad del otro mundo. El gobernador del BCE advierte, por ejemplo, que las familias españolas se están endeudando en exceso y que deberían ahorrar más. Aparentemente una perogrullada de las que suelen gastarse tan ilustres personajes lo que ocurre es que lo que cabe preguntarse ahora es ¿cómo puede hacerse eso cuando en España el salario más habitual ni siquiera llega a los 17.000 € anuales o cuando el 30 % de los trabajadores apenas si alcanzan los 1.200 € de ingresos cada mes.
Y no digamos ya en lo referente a las pensiones. Una vez más se nos advierte la necesidad de una reforma urgente de las mismas. Quizá lo mejor sería alargar la vida laboral hasta el mismo día de la muerte o al menos es lo que se desprende entre líneas del mencionado informe pero mucho me temo que eso no va a ser posible porque por lo menos a un servidor que lleva más de 40 años largos de faena no le da la real gana y supongo que de la misma manera todos los demás estarán mucho antes de palmarla hasta las narices de trabajar. Y sí no que se lo digan a la OMS que dice que a partir de 2022 instaurará de manera oficial «el síndrome del quemado».
La verdad que si nuestro actual modelo de sociedad es capaz de sobrevivir a tanto desatino, estos neoliberales acabarán siendo algún día objeto de estudio por cuanto la de veces que intentaron erre que erre y a pesar de un fracaso tras otro (*) la cuadratura del círculo. Es decir que nos pasemos toda la vida trabajando hasta aburrir, que nuestros jóvenes hagan lo mismo en un mundo donde la robótica y la inteligencia artificial están haciendo saltar por los aires millones de puestos de trabajo, a cambio de salarios cada vez más miserables y precarios en aras de eso que llaman competitividad.
Y que, a la vez, gastemos mucho y ahorremos más. En pos de ese otro mantra del crecimiento perpetuo en un mundo de recursos limitados ¿Hay quién dé más?
(*) Perdón, a todos realmente no les ha ido tan mal. Los de siempre cada vez tienen más a costa de hacer saltar por los aires a las clases medias y enviar a las más populares al pozo de la miseria.