México es un país que destaca por su abundante riqueza cultural, por su legado histórico de culturas ancestrales y su pasado colonial, por sus tradiciones y costumbres que prevalecen arraigados en sus pueblos y en su gente. Con ciento treinta y dos pueblos mágicos, y exuberantes paisajes naturales que recorren hasta el más mínimo rincón del país, México es reconocido en gran parte del mundo por todo lo que aporta y por lo que tiene para ofrecer a quienes lo visitan.
De ahí que, cada año en el mes de febrero se lleva a cabo una importante festividad producto de esas tradiciones, costumbres y elementos de la cultura que nuestro país conserva y muy en particular, el estado de Michoacán. La ceremonia de Fuego Nuevo P´urhépecha. Dicha festividad se inició en el año de 1983 gracias al interés de algunos profesionistas, sacerdotes e intelectuales originarios de pueblos con herencia P´urhépecha, quienes buscaban rescatar las tradiciones más antiguas y revalorar su propia cultura; fomentar el fortalecimiento entre las comunidades de habla p´urhé, la hermandad, la reflexión y sobre todo el inicio de un nuevo ciclo agrícola que permita renovar los elementos que la madre tierra (Nana Kuerajperi) provee a las diversas comunidades.
La Dra. En Historia Lorena Ojeda Dávila (2006) menciona que “La religión tarasca se centraba en el culto a Curicaveri, cuya esencia era el fuego y se le adoraba como dios de la guerra […] El cazonci era el responsable de defender su culto y de mantener el fuego permanentemente encendido en sus templos, llamados cúes.” Así pues, los pueblos herederos de la tradición, desde 1983 han tratado de mantener la costumbre y avivar el fuego que representa a la deidad de los antiguos tarascos.
La Kurhikuaeri K´uinchekua también llamada así en la lengua materna de los P´urhépecha, es más que solo una simple ceremonia, ésta, se torna en un ritual de renovación, de manifestaciones culturales, de convivencia y de reflexión entre las regiones indígenas, las cuales son: región Sierra, región Lacustre, región Cañada de los Once Pueblos y región Ciénega. Cada una de ellas destaca por poseer características únicas de la propia cultura, pueblos con tradición y gastronomía variada, pero que comparten en común ser poblaciones que pertenecieron al antiguo imperio tarasco y fundadas por éste mismo.
Para esta edición 2022 y en plena pandemia por el covid, la ceremonia se llevará a cabo en la población de Ihuatzio (“Lugar de coyotes”) en el estado de Michoacán. Desde temprana hora del día 1 de febrero, el fuego viejo que se encontraba en resguardo de la comunidad de Capacuaro realizará su caminata tradicional para asentarse en su nueva sede y ser renovado con la ceremonia ritual con la que dará paso al inicio del Año Nuevo P´urhépecha y al ciclo anual agrícola.
De acuerdo con estudiosos de la cultura y las tradiciones, el año P´urhépecha tenía 365 días que se dividían en 18 meses de 20 días cada uno, restando en ellos 5 días que eran considerados como días infaustos, por lo que se entraba en un periodo de reflexión y penitencia. Parte del ritual, era comer frutas secas y beber algunas bebidas fermentadas, sobre todo era común entre los sacerdotes (también llamados en lengua p´urhépecha Petámuti). La fiesta ceremonial daba inició cuando la constelación de Orión se encontraba en su punto más alto del cielo nocturno, a partir de ahí, el Petámuti relataba la historia del origen del pueblo y del linaje de los Uacúsecha (gobernantes del imperio, en español la palabra significa “Aguila”), como parte del fortalecimiento de la memoria colectiva del pueblo gobernante.
Además, existen diversos símbolos que son expuestos durante la celebración y que forman parte del ritual. Entre los más destacados, encontramos la bandera P´urhépecha, con sus cuatro regiones representadas en ella, marcada cada una con colores diferentes que simbolizan:
Color Morado: Tsakápundurhu, representa a la región Ciénega, donde mantiene vivo al Dios del Maíz con el trabajo de sus manos.
Color Azul: Japóndarhu, región Lacustre, centro del antiguo imperio. Refleja en sus aguas la grandeza de sus dioses, la memoria de sus templos y donde se continúa tomando un alimento ancestral: pescado blanco.
Color Amarillo: Eraxamanirhu, región de la Cañada con el río Duero que serpentea los Once Pueblos, como un símbolo de vida y energía que transmite a la gente de esta región fértil.
Color Verde: Juátarhu, región de la meseta, expresa la fertilidad de los bosques serranos y la riqueza de las maderas comunales de los pueblos.
En el centro de la misma bandera, se representa la obsidiana que simboliza al dios Curicaueri, el que alimenta al fuego y lo proyecta a los cuatro puntos cardinales. Una mano cerrada que es símbolo de la unión de los pueblos de origen P´urhépecha.
Otro de los símbolos presentes es el bastón de mando, el cual, simboliza a aquellos bastones que caracterizaban a los antiguos Petámutis (sacerdotes) quienes eran los que llevaban a cabo las ceremonias rituales. Asimismo, encontramos la piedra calendario, conocida así porque en ella se marcan símbolos representativos de los pueblos que fueron sede de la festividad y que a su vez, representa una pirámide.
Acompañado de eventos culturales como danzas tradicionales, venta de artesanías típicas de las regiones, gastronomía michoacana, entre otras manifestaciones, la fiesta de Fuego Nuevo permite al visitante y a la propia comunidad, ser parte de un sentido de identidad y respeto hacia la cultura purépecha, predominando el rescate de la memoria colectiva y el fortalecimiento de la lengua materna. En esencia, es una tradición con grandes elementos culturales manifestados a manera de ritual que define el sentido de pertenencia, genera identidad y se basada en las costumbres ancestrales de un pueblo que ha luchado por la supervivencia de sus raíces originarias ante la dominación de una cultura occidental que rompe con el panorama tradicional de nuestros antepasados.