Fue en una de las últimas ocasiones en las que repetía candidatura Felipe González cuando decidí dejar de prestarle el voto al PSOE porque, en sus clásicas idas y venidas, había vuelto a caer en aquello de que: «El ejecutivo del Estado moderno no es otra cosa que un comité de administración de los negocios de la burguesía», tal como afirmara Marx siglo y medio antes.
Lo que a estas alturas del metraje no sorprende del ínclito expresidente vista su trayectoria desde entonces, reconvertido a saber qué cosa, que nunca se fue por mucho que diga haberse ido, hasta que acabó renunciando en la práctica a los más básicos postulados de la socialdemocracia.
Décadas más tarde, en 2013 y redundando en lo mismo, sería cuando su acólito Alfonso Guerra soltara aquello de que «El PSOE no es ni monárquico ni republicano, sino accidentalista».
A buen entendedor pocas palabras bastan, así aunque suene a extraño eso de «accidentalista», lo que si nos procura es que la historia del PSOE esta cuajada de accidentes desde la noche de los tiempos y por eso el propio Pedro Sánchez que tanto se las da ahora de progresista corrió primero a abrazarse a un neoliberal como Albert Rivera para acabar agarrándose entonces a la tabla de Pablo Iglesias como ahora a la de Yolanda Díaz.
Lo malo que ya se le pasó el tiempo a González de agarrarse a la de un PP tan escorado a la derecha que cada vez tiene más lejos ese centro político para el que otrora partiera en una carrera que le lleva hoy justo en la dirección contraria.
Aunque, visto lo visto en este retorcido mundo que vivimos, ese carácter accidental del PSOE y en especial del felipismo, no sería tan de extrañar que le llevara a encabezar una moción de censura del PP contra su propio partido, quien sabe si de la mano de un tal José Mª Aznar que fuera en otro tiempo su más encarnizado enemigo, como hiciera Ramón Tamames con Vox hace poco más de dos años.
El presente

Poco antes de las vacaciones y como si de una serpiente de verano se tratara ya atisbó Gabriel Rufián que no estaría de más que los nacionalistas de izquierda acudieran unidos en una sola candidatura en las próximas elecciones, visto igualmente que el panorama se advierte de lo más oscuro para el futuro de la misma.
Aunque como era de prever la propuesta fuera desechada en un primer momento hasta por su propio partido –ya saben ustedes que en la izquierda tu mejor amigo acaba siendo tu peor enemigo-, tal como están las cosas parece que la idea va tomando recorrido.
Dice un buen amigo que el mundo está perdido. La verdad que cuando ves que votan cientos de millones de personas en todo el mundo a partidos con propuestas de lo más reaccionarias y que, sin ningún género de dudas, van a provocar todavía mayores estropicios tal como la propia historia ha atestiguado los últimos siglos, la cosa no es para menos.
El porqué de dicha apuesta por parte del electorado no corresponde a este artículo, lo hemos analizado desde esta misma tribuna y lo que nos quedará por hacerlo, pero lo que es evidente que mucha, mucha gente, se ha cansado de todos los PP,s y PSOE,s del mundo.
Que tanto monta como monta tanto y que la realidad es que, tanto con unos como con los otros, la riqueza generada entre todos cada vez a parar a menos manos.
Hace solo unas semanas se publicaba la noticia que el Consejero Delegado de Inditex tenía un salario 295 veces superior a la media de todos los salarios de los empleados del grupo, incluido el suyo. En EE.UU. los salarios de los directores ejecutivos de las mayores empresas aumentaron entre 1978 y 2023 el 1.085 %, mientras que los de sus empleados solo lo hizo el 24 %. O lo que es lo mismo, en 1978 un de esos ejecutivos ganaba 21 veces más que su empleado mientras que en 2023 lo hacía 290 veces. (Informe realizado por Josh Bivens , Elise Gould y Jori Kandra, publicado por el Economy Policy Institute el 19 de septiembre de 2024).
Vamos, a fuerza de ser sensatos, que es para estar cabreado con los susodichos PP,s y PSOE,s del planeta.
Y con la izquierda, aquella que propone buenas ideas pero llega siempre tarde porque mientras se tiran los trastos a la cabeza entre unos y otros a ver quién es el más genuino y quien la tiene más grande, sus rivales por la derecha le van ganado terreno en sucesivas elecciones, haciéndose más fuertes y dotándose de todos los medios a su alcance para destriparles.
Tanto es así que incluso han sido estos últimos los que han logrado hacer creer a buena parte de la población que los pobres son los culpables de todos sus males y que lo son por culpa de la izquierda aunque haga más de 40 años que sean las políticas neoliberales las que marcan el paso de la economía, la cultura y por ende de eso que tan frívolamente llamaron en su día «mundo civilizado».
El futuro inmediato

Por eso, la izquierda a la izquierda del PSOE si quiere salvar los muebles y evitar lo que cada día parece más inevitable, tiene que centrarse en lanzar propuestas en común serias y viables en beneficio de las clases medias y trabajadoras, incluidos los pequeños autónomos y las pequeñas empresas.
Ponerse de acuerdo en ello, dejarse de tantos aspavientos y, cuando llegue el momento, dejar de lado el ruido y apostar por las nueces en una candidatura fuerte y unida que evite mandarla al ostracismo.
Dejarse de tanta fanfarria y poner los pies en el suelo. Solo así será posible llegar a un electorado suficiente para dar un vuelco a las encuestas.
La gente está cansada que desde la izquierda se les advierta continuamente de lo que está bien y está mal, mientras contempla con asombro que quienes les pregonan mantienen una lucha encarnizada para ocupar su lugar sin ir más allá.
A la gente lo que le preocupa es que haya trabajo y que este sea digno. Que pueda comprarse o alquilar una vivienda sin embargar su vida. Que los impuestos sean justos, que paguen los que más tienen y así disponer de unos buenos servicios públicos. Tanto como afrontar desde la humanidad, la solidaridad, la necesidad y el realismo la cuestión migratoria y tantas otras allende de nuestras fronteras.
Para eso la izquierda tiene que proponer desde el compromiso mutuo y la sensatez. Por una vez tiene que dejar de lado la utopía y presentar sus ideales con una buena dosis de pragmatismo porque es lo que demanda la gente.
Y, por supuesto, aplacar la crítica al vecino, hacer auto crítica de uno mismo y dejar de lado los egos y los protagonismos.
Estamos en un momento crítico de la historia y si la izquierda no es capaz de hacer ver sus propuestas con criterio, probablemente ya no tenga otra ocasión para hacerlo.