Parece que todo el mundo está de acuerdo en que si queremos reflotar este país –más bien echarlo a rodar de una puñetera vez-, hay que hacer de la educación un baluarte del mismo. Trabajo queda por delante, si tenemos en cuenta que estamos tradicionalmente por debajo de la media de lo que se gastan en ella nuestros homólogos en la Unión Europea.
Pues bien, que la pandemia cogiera en bragas al sistema educativo puede tener un pase. Profesores sin preparación ni medios y los alumnos otro tanto para afrontar casi todo el segundo tramo del curso en modo online puede ser entendible en un modelo depauperado siempre en España y que, por si fuera poco, arrastró consigo todavía más la crisis de 2008.
Que dicha crisis causara estragos también en buena parte de los países comunitarios es entendible, sobre todo desde el punto de vista de la óptica neoliberal dominante –el que quiera servicios que los pague-, pero claro está si aquí ya andábamos mal en la cosa pública ya podemos imaginar cómo quedo la misma tras las consabidas políticas de austeridad. Y si no que se lo pregunten también a los sanitarios a ver cómo han andado de recursos en todas y cada una de las Comunidades Autónomas de este país.
En particular estas últimas, que son las que tienen que aportar dichos medios tanto para sanidad como en educación, que para eso tienen transferidas las competencias en un estado cuasi federado como este. Porque parece ser que a estas alturas del verano no nos hemos enterado de eso y menos aún de lo que se venía encima el próximo curso y andan ya metidas en Septiembre con enormes dudas sobre cómo afrontar el asunto y peor todavía dedicándole lo que se prevén recursos insuficientes.
El Estado Autonómico
Esto de las Autonomías es, como diría mi madre «para mear y no echar ni gota». Podemos asumir que haya personas entre los conservadores de este país que sigan en contra de las mismas y prefieran un estado centralizado que al son del ordeno y mando dictamine iguales normas para el País Vasco y Andalucía, Cataluña y Extremadura o para Galicia, Ceuta y Melilla, independientemente de la idiosincrasia y las necesidades de cada caso.
Pero para el resto que, afortunadamente, somos mayoría a sus representantes públicos no se les puede llenar la boca de Constitución para unas cosas y para otras no, según interese. O lo que es lo mismo, cuando la cosa se complica trasladar la responsabilidad a «papa estado» para si sale mal el asunto poder irse de rositas.
De cualquiera de las maneras y después de tantas elucubraciones, el jueves pasado han mantenido una reunión los representantes de las 17 CC.AA. con miembros de los ministerios de sanidad, educación y política territorial en la que han llegado a un acuerdo básico de 29 medidas y 5 recomendaciones que podrán ser moduladas en cada Comunidad según sus necesidades como sería de esperar.
Según el Ministerio de Educación no se le puede acusar de retraso porque ya el 22 de Junio les envío a las CC.AA. una guía con las recomendaciones para arrancar el curso siguiente. Según estas estaban a la espera de los acontecimientos y a ver que dictaminaba el Ministerio.
Lo que parece claro es que durante los últimos meses andaban la mayoría más preocupados de los turistas, el fútbol, las corridas de toros y demás actividades de ocio que de nuestros hijos –del mismo modo que ha pasado con los rastreadores-, así que, tan de costumbre en la sanidad como en la escuela, otra vez el bicho les ha cogido a contrapié. Otra ramificación más del consabido debate entre economía y salud del que tendremos que hablar otro día.
Dicho de otro modo que después de varios meses de contienda y a sabiendas de los enormes problemas que iba a seguir produciendo el maldito bicho por una larga temporada que todavía anden los responsables de las diferentes Autonomías tomando decisiones de última hora sobre cómo afrontar el siguiente curso no debería ser de recibo.
Que es algo muy distinto a mantener dudas sobre un enemigo que a estas alturas sigue siendo en buena parte desconocido.
Puestos en materia a los padres y alumnos no debería importarles tanto como lo hagan por otros lares catalanes, gallegos o vascos, salvo para tomar lo realmente positivo de cada uno de los mismos que es lo que se presupone se ha debido lograr con el acuerdo. Tarde, como es costumbre pero en la línea habitual de ineptitud de los representantes educativos.
En Alemania, país al que por cierto los que más defenestran el modelo autonómico suelen poner en los altares, entre los diferentes Länders también existen discrepancias en numerosas materias. Como por ejemplo ahora en la vuelta a clase donde cada uno ha decidido a partir de qué edad serán obligatorias las mascarillas, entre otras cuestiones. Y por eso nadie se rasga las vestiduras ni dice que se vaya a poner en riesgo la unidad de Alemania.
Porque cada región tiene su idiosincrasia y sus necesidades y en base a ello se resolvió hace décadas el tema autonómico, precisamente para gobernar desde la proximidad y conocer de primera mano las tramas de cada caso.
Un dilema para todos
Cae de su peso que no será posible impartir las clases de forma más segura si no se aumenta sensiblemente y con garantías de continuidad el personal docente para ello. Consecuencia de unos ratios ya de por si tradicionalmente excesivos en la mayor parte de las ocasiones.
En España, ya se sabe, se protesta mucho por lo que cobran los políticos como en una institución tan inútil como el Senado que cuesta alrededor de 55 millones de euros al año y no nos fijamos en esos 18 millones de euros que cuesta cada kilómetro de AVE. Que para chulear puede servir este último un montón y por eso muchos lo reivindican pero sin embargo resulta una infraestructura ruinosa en su mayor parte y mientras seguimos sin acordarnos de cuestiones tan básicas como la sanidad y menos aún de la educación.
Volviendo al tema que nos ocupa, a lo mejor, deberíamos mirar a los vecinos y a ver qué es lo que hacen, como por ejemplo en Italia donde tampoco andan en la cosa educativa para tirar cohetes pero hace más de un mes decidieron comprar 2,4 millones de pupitres y aumentar en casi 140.000 efectivos el personal para dar mejor cobertura al alumnado.
Un dilema, que ya dicho sea de paso, lo está siendo en todo el mundo, con mejores y peores resultados según los casos.
Además habrá que implementar también –hemos tenido tres meses para eso y las cabezas pensantes todavía más-, unos recursos y una metodología online para los casos en que ello sea necesario. Dotando al profesorado de la formación y el material necesario al efecto y valorando las diferentes opciones de los alumnos que lo necesiten.
Y que esos recursos que a bombo y platillo anuncian ahora desde algunas Autonomías en esta y otras materias relativas, ya de por si exiguos, no se queden en promesas incumplidas o a medias como ocurre tantas veces cuando se trata de educación.
Porque por mucho que aseguren y por una vez Díaz Ayuso y Sánchez estén de acuerdo garantizando unos colegios «libres de Covid», si en Berlín, tan listos que dicen son ellos, en más de 40 colegios se han producido contagios a las dos semanas de iniciado el curso aquí a buen seguro que la pandemia nos deparará lo nuestro.
La OMS advierte que si la transmisión epidemiológica es baja y el rastreo es bueno, entonces los colegios podrán abrir. Visto lo visto no es el caso de la mayor parte de nuestras CC.AA. por no decir de ninguna.
¿Qué pasará entonces cuando empiecen a surgir los contagios, cómo se resolverá el asunto y a quién se culpará de ello?
Que Pedro Sánchez no es de fiar eso que a nadie le quepa la menor duda, pero eso es igual de cierto que en este país somos muy dados también a no asumir nuestras responsabilidades y buscar un chivo expiatorio a quien endosarle el yerro.
Veremos.