Lo prometido es deuda y como no puedo socializarla, emulando a los bancos a través del Estado, he aquí la reseña acordada. De palabra claro, pues José Luis Ferreira (JLF a partir de ahora) ofreció la versión de su libro «Economía y pseudociencia, crítica a las falacias económicas imperantes» a los que comentaran en el post de su blog dedicado a su reciente obra, blog que leo regularmente y en el que he comentado en alguna ocasión. Lo ofrecía sin más, a quien comentara en días cercanos y hasta un limite razonable de pedidos. A cambio, es justo cierta difusión, y algunos hemos optado como le dije, por una reseña.
El libro, pasa por distintos temas, tratando de darnos herramientas para reconocer las distintas falacias, retóricas, argumentarios que lo único a lo que acaban asemejándose es a pseudociencias. Además, insiste para que quede bien claro, que la Economía no consiste en adivinar, ni tampoco tiene como partes importantes la Bolsa y otros índices con los que nos inundan a diario los medios de comunicación que marcan las agendas públicas.
La Economía no se pone como objeto adivinar el futuro. Por lo menos, no de la manera arriba descrita. Y no lo hace porque, a pesar de ser un objeto de gran interés, la adivinación del futuro no es más que una utopía. El propósito de la Economía es otro: estudiar las propiedades de los distintos mecanismos económicos para poder guiar las recomendaciones de política económica.
A continuación, toma como «leit Motiv» lo que él define como Economía con mayúscula, y lo aplica a las distintas críticas que hace a lo que considera pseudociencia. La Economía son los conocimientos acumulados por los economistas que investigan en esta disciplina tal y como se reflejan en los libros de texto y en las principales revistas académicas. Por lo tanto, si hablamos de economistas, hablaríamos de los que investigan en Economía y publican en revistas, o a los que, sin investigar, conocen y usan los resultados de las investigaciones hechas por los demás. Por lo tanto, todo lo que no esté dentro de estos límites, no será Economía ni estará tratado por economistas. No será ciencia.
Durante el libro, JLF pone al descubierto los errores que muchos redactores de noticias tienen con las matemáticas de la Economía (anumerismo), poniendo algunos ejemplos, además de sesgos y errores de conceptos que no deberían darse y son excesivamente comunes en medios de comunicación. En algunos casos los periodistas no tienen base matemática y económica, o de cualquier otro tema técnico, suficiente como hablar sin generar falacias y distintas relaciones que no conforman el cuerpo de la Economía.
Por otra parte, comenta la relevancia del mercado, y las críticas que se hacen en general sin ningún sustento, o cuando se alaba la absoluta desregulación de los mercados como panacea. Nos presenta también lo que es el gasto público según lo entendía Keynes y según las investigaciones científicas. Además de esto, otros muchos temas y para ellos, una vez más, JLF expone su procedure para diferenciar y hablar de ciencia, instándonos a preguntar en qué estudio encuentras dichas informaciones, qué resultados lo sustentan, en qué revistas han sido publicado, o si está, en definitiva, proviniendo de trabajo sometido a un modelo de investigación, con la depuración que ello supone. Atacar o defender sin más, sin nada detrás, o sí, pseudociencia. Narraciones macroeconómicas, que pueden estar muy bien elaboradas pero que no pueden catalogarse como Economía. La Economía, al fin y al cabo es:
la ciencia que se dedica al estudio de la asignación de recursos escasos a fines alternativos. ¿No se estudia entonces el dinero, la bolsa, el crecimiento, el desempleo, etc.? Desde luego que sí, pero siempre como fenómenos que tienen que ver con esta definición. En realidad son dos las cuestiones fundamentales de la Economía: cómo se producen bienes y servicios y cómo se reparten una vez producidos. En esto se incluye también el uso de los bienes o recursos naturales, que no se producen —o que su producción es trivial, por estar ya dada—. Pero la Economía no suele decir nada acerca de los fines, que dependerán de las preferencias de los individuos y de las decisiones políticas. La valoración que se haga del aire sin contaminar compete a los individuos, no a la Economía, que únicamente podrá ayudar a tomar decisiones sobre cómo tener un ambiente menos contaminado, si es que tal cosa resulta deseable.
Se comprende con el libro que la Economía estudia los incentivos a producir unos y otros bienes usando una u otra tecnología, y que la ciencia económica es el consenso científico entre economistas, expuesto a revisión, como en toda disciplina científica. Habría que destacar también, de esta definición lo que es el sistema económico:
Por otra parte, un sistema económico concreto es el conjunto de instituciones —incluidas las costumbres— y recursos económicos que hay en una sociedad, y la organización de éste puede ser conforme o no al mejor conocimiento de
la ciencia económica. Esta distinción es crucial porque a menudo se critica la ciencia económica cuando lo que se debe criticar es el sistema económico, dicho esto sin implicar que no haya razones para criticar también la ciencia económica o a los economistas que asesoran sobre el diseño del sistema económico.
Defiende por tanto JLF, que la Economía es hacer ciencia, lo que supone aceptar el método científico como manera de proceder. Y esto se puede resumir en tres pasos: formular hipótesis basándonos en supuestos, buscar datos relevantes para la hipótesis, validarla o recharla según lo que digan los datos. De esta forma se puede empezar a avanzar en una disciplina económica, consiguiendo interactuar mejor con la realidad. JLF establece que es fundamental esta consideración, para hablar de Economía, pues el modelo científico y la revisión por pares ayudan a poner en manos de futuros investigadores lo investigado, para que sea depurado en búsqueda de lo correcto, de la verdad en sentido científico regulado. Es la forma en que, JLF considera que la Economía lo será siempre que se hable de dicha disciplina, y no estemos incurriendo en pseudoeconomía y atacar a la Economía como ciencia, pues la maquina de destruir significados (medios económicos, agentes interesados, partidos políticos, sesgos, ideologías, malas interpretaciones, etc), lo consigue en demasía.
Como en otras ciencias, los economistas no aceptan porque sí el estado de la disciplina, ya que las nuevas generaciones proponen nuevos modelos, nuevos métodos, recaban más datos y, a veces, cambian la manera en la que se entendía un problema económico. Las revistas académicas en Economía se rigen por los mismos principios que las de Física o las de Medicina, por poner solo un par de ejemplos.
Por lo tanto, vemos que las políticas económicas adoptadas por los distintos gobiernos, de izquierdas o de derechas, pueden estar tomadas de acuerdo a la Economía, o conforme a una doctrina, ideología, o decisiones sesgadas que nada tienen que ver con lo que dice la evidencia científica al respecto. Simplemente es necesario saber cuál es el mejor diagnóstico de un problema y cuál su mejor solución, pero, no es lo que suele observarse en muchas de las políticas económicas adoptadas por los gobiernos, pues la afiliación política es lo que es.
Por esta misma razón, JLF pone en el mismo lugar a la Escuela Austríaca y la Escuela Marxista, pues la consideración como tales viene dada por un discurso, una ideología, doctrina, lo que él autor del libro considera como ideas fuera del consenso económico. No se presentan pruebas, cayendo en descuidos y sin publicaciones científicas sometidas a revisión por pares. No están, por tanto, estas escuelas dentro de la Economía. Podrán sus autores (los de las escuelas nombradas) ser buenos en retórica, presentar libros y artículos bien redactados y coherentes, pero sólo hablaremos de Economía con mayúsculas en el caso de estos autores cuando sus afirmaciones estén sustentadas en estudios elaborados bajo el método científico. En el siguiente párrafo JLF lo concreta mejor lo que comento sobre la Escuela Austríaca:
La economía austriaca se ha convertido, así, en una narrativa. Se rechazan explícitamente los métodos estadísticos y empíricos y basan su método en la praxeología, donde se acepta la deducción a partir de premisas que se toman por autoevidentes, y ni siquiera esta deducción se hace en un modelo formal, sino que toma la forma de discurso, en donde es fácil ocultar los errores lógicos.
Establece la postura de Hayek como consecuencialista, afirmando que los austríacos consideran que la aceptación de la libertad de mercado es un fin en si mismo como parte de la libertad humana y no tanto, vivir en sociedad, sino vivir en libertad, ya signifique en sí mismo ser libres y sin definir qué es libertad.
Es seǵun lo expuesto, bajo el método científico, la Economía normalizada, lo que en el caso de las escuelas vuelve a suceder, pues solo harán ciencia cuando incorporen el método científico, en caso contrario hablaremos de una actitud puramente ideológica.
Durante todo el libro, que es ameno y de lectura accesible al cualquier interesado, desmonta distintas ideas que pueden originarse y transmitirse erróneamente, como lo que cada uno considera desregulación, sus implicaciones, o la desigualdad o lo que significa demasiado grande para caer, la bancarrota, burbujas económicas, las nuevas tecnologías, el progreso, el sistema bancario, la crisis o la especulación:
A menudo, sin embargo, se identifica este desarrollo con el desarrollo de la especulación, y aquí convendrá distinguir varios significados de esta palabra. Especular con significado de acaparar bienes para conseguir un poder monopolístico sobre un mercado es malo, y debe ser ilegal. Especular con significado de comprar y vender apostando a que el precio suba o baje no es malo si no hay acaparamiento, puesto que incentiva la recopilación de información sobre ese mercado y añade transparencia al sistema. Especular, entendido como comportamiento coordinado inducido, a sabiendas o no, para manipular mercados gracias a un comportamiento de manada como el del pánico bancario también es negativo y la Economía debe ayudar a diseñar mecanismos que lo eviten en la mayor medida posible. Ya he señalado en el punto anterior que aquí los economistas académicos hemos fallado en ayudar a este diseño.
Entre otros muchos temas, no solo los anteriormente comentados, JLF los explica y ejemplifica haciéndonos ver que posiblemente tengamos asimilados de forma distorsionada, llevándonos a valoraciones no ajustadas a lo que son realmente.
Por ello es vital retomar que, el método científico marca los limites de lo que se considera Economía, y los lectores debemos ser siempre críticos y tener siempre en cuenta si estamos tratando con un texto pseudocientífico, ya sea con carga ideológica, sesgado intencionadamente o no, con errores y si los datos que se nombran tienen base sólida. Todo lo demás, creer a pies juntillas, o transmitir tratando de hacer valer los objetivos de una doctrina, serán errores que no sólo no nos ayuden a identificar Economía, sino cualquier ciencia.