I
Del año 2011 me vienen al recuerdo destellos extraños y algo lejanos. Cuando el 15 de mayo se movilizaron por las calles de muchas ciudades del estado español miles de personas yo, seguramente, estaría en el piso donde viví durante mi paso por la universidad. También es posible que fuese a aquella manifestación convocada por Democracia Real Ya en las calles de Jaén. No estoy realmente segura, sé que asistí a un puñado de manifestaciones, pero no sabría decir fechas exactas.
No estuve en el epicentro de la vorágine. No fui de aquellas organizadoras que se veían con el brazalete amarillo caminata para arriba caminata para bajo por la Avenida de Madrid controlando que todo marchase bien. Cuando llegaron las noticias de la acampada en la Puerta de Sol en Madrid yo miraba la tele con entusiasmo, pero iba a lo mío, para qué vamos a mentir. De hecho, a los pocos días en Jaén se montó el campamento en la Plaza de los Botijos (como la llamamos allí), y tampoco me fui con mi saco, cosa que sí hicieron muchas de las compañeras con las que un año después germinaríamos las calles de Jaén.
Quizá el resumen sería: Yo no viví el 15M propiamente dicho aunque el 15M sí vivió en mí.
II
Dormíamos, ¿despertamos?
Leyendo Hotel Madrid, historia triste (Lengua de Trapo, 2021), de Rocío Lanchares Bardají me emociono. Hay partes en las que me viene un escalofrío que me eriza el vello y me provoca una ligera acuosidad en los parpados.
Cada una vivimos el 15M de una forma muy particular. Para las que dentro de nuestro ser siempre hemos tenido un cierto impulso hacia lo común aquello fue un antes y un después. Nadie estuvo ajeno a aquella explosión de indignación. Desde sindicatos de todo pelaje a partidos políticos o asociaciones de toda índole, aquel llamado despertar interpelaba de una u otra forma.
A muchas de las que nunca habíamos estado encuadradas en nada nos insertó en el coco una inquietud, un motivo, un impulso… y aunque solo acudiéramos a alguna que otra manifestación, y no estuviéramos en el meollo, nos hizo pensarnos desde lo políticamente activo. Para mí el germen del 15M floreció en una parcela muy muy muy chiquita: la Universidad. Y vino unos meses después, con la implantación del Espacio Europeo de Educación Superior y la sucesiva ola de recortes que se impusieron en materia de Educación.
III
Rocío Lanchares habla del walker «a partir de algunas narrativas de ciencia ficción en las que estas figuras, los walkers, son todos aquellos que no forman parte de la civilización. Ya sean humanos que terminaron convertidos en monstruos a los ojos del resto, o monstruos en los que se ha desdibujado un posible origen humano».
Cuando en 2012 se creó la Asamblea Libre de Estudiantes, en la Plaza de los Pueblos de la Universidad de Jaén (UJA), no sabía que estaba descendiendo a los infiernos. En realidad aquello sí fue un despertar, para qué engañarnos. Aquella trupe que venía de la otra Plaza, la de los Indignaos, me enseñó casi todo.
La nueva Universidad de Jaén se creó en la parte norte de la ciudad, a las afueras del núcleo urbano, en los confines bajos de la gran pendiente. Alguien me contó una vez que esta decisión fue una gran derrota para el movimiento estudiantil y la izquierda de la Ciudad ya que suponía relegar la “casa del pensamiento” a los márgenes urbanísticos, evitando así cualquier imbricación entre las luchas obreras y/o estudiantiles con el resto de habitantes. Gran lección. De hecho en 2007 se abrió el nuevo edifico de El Corte Inglés en el terreno de la antigua Escuela Politécnica Superior (Peritos) y, a unos metros de distancia, en el edifico de la antigua Escuela de Magisterio, hoy podemos “disfrutar” de una sala de exposiciones que empezó a funcionar en 2016. Lo del pastizal que ha ganado la UJA con la especulación inmobiliaria da para un libro, aunque poco se habla de esto en la ciudad, por no decir nada, quizá solo se oye como un ligero murmullo. Lo que sí está claro es que los estudiantes, a día de hoy, pueden vivir una realidad paralela a la de la Ciudad, como una pequeña burbuja que te desconecta de la urbe, que te mantiene al margen, que te aleja de cualquier conexión con ¿los otros?
IV
De la trupe, hablaba de la trupe. Aquella gente sí había estado acampando durante meses en la Plaza de los Botijos. Aquella gente bajó a la Universidad (o en realidad siempre estuvieron en ella pero yo no los había visto) y, lejos de las estructuras jerárquicas y antidemocráticas por las que me había movido en la UJA, nos trajeron la Asamblea Abierta, el Apoyo Mutuo, la Solidaridad, el Pensamiento Crítico y el encuentro entre realidades sociales muy distintas las unas de las otras, al fin y al cabo, personas que veníamos de casas con posibilidades económicas muy dispares.
Menudo descenso a los infiernos. Aún recuerdo al Presidente del Consejo de Estudiantes de aquella época hablar de la chusma con la que me estaba juntando. Chusma, aunque mejor walker, como bien dice Rocío. Yo estaba allí con aquella gente que pasaría a ser mi gente, mi trupe, mi secta. Un cuerpo grande y alargado con el que nos comimos las calles de la Universidad y de la Ciudad, con el que atormentamos a vicerrectores y rectores; con el que creamos un canal a la vista de todo el mundo en el que se unió la Ciudad con la Universidad.
V
Aunque el relato de Lanchares se ubique en Madrid creo que cualquier persona que formó parte del “espíritu” 15M se reconoce en el fondo. Leo en el libro: «El movimiento tiene un carácter bicéfalo bien identificado. Es una cuestión de ritmo. Puedo distinguir ambas facciones pero aún no sé que ya existían entre ellas viejas rencillas. Gracias a esta ignorancia soy de la parte del movimiento que desconoce completamente a dónde nos va a llevar todo esto, y por eso lo vivo con una sola estrategia: la pasión».
Pasión. Yo sentí la pasión en los ojos de V. y A. y fue vibrante.
Desde luego que asistí a asambleas posteriores del 15M aunque mi base de operaciones estuviera en la UJA. También descubrí que el 15M pasó por encima de muchos movimientos sociales de la ciudad que tuvieron que ver florecer el accionar político de gente que nunca había engrosado ningún tipo de militancia. Fricciones y egos en todas direcciones. También hambre de crear espacios desde lo común.
VI
«No buscamos instaurar un dominio de las cosas, un partido para gobernarlos a todos, un Estado que nos solucione la vida. Buscamos un momento permanentemente revolucionario. El momento exacto en el que pasa lo contrario a lo que todo el mundo espera que pase».
La verdadera vida está fuera de las instituciones del Estado y su violencia sistémica que lacera nuestros cuerpos. Nos habían dicho que la democracia era votar cada cuatro años y dar gracias a la “estupenda Transición” que dio paso al actual estado de las cosas. Y ahora estamos aquí sentadas en el suelo, ocupando un espacio que antes ni siquiera entendíamos desde el encuentro sino desde el paso/tránsito. Y ponemos el cuerpo grande y alargado, para parar desahucios, para que no expulsen de la Universidad a nuestras compañeras, para frenar los abusos policiales, para extirpar la violencia machista, para gritarle al patrón… y poco a poco descentralizaremos nuestras miradas para hablar de interseccionalidades, de otras identidades, de otros territorios, de palabras que torpemente empezaremos a utilizar en nuestro día a día y con las que radiografiamos nuestro entorno.
Como si de una atrofia político-corporal se tratase torpedeamos en los primeros intentos de ocupar la calle, vamos fortaleciendo el músculo con cada nueva resistencia, con cada nuevo acto, encuentro, concentración.
De repente comprendes de la fuerza y de la debilidad de cada acto. En el telón de fondo, como si de la vieja historia de siempre se tratase (una historia que tú aún no conoces del todo), el rostro bicéfalo y sibilino ya ha orquestado la función que dispersará ese espíritu de accionar permanente.
VII
«No es un movimiento conscientemente voluntario, es una necesidad». La necesidad de impugnar el neoliberalismo, de romper su día a día, de buscar otras formas de vivir y estar en el mundo.
VIII
«Cada día lloro y cada día hago la cuenta de las generaciones educadas durante el franquismo. Muchas de nuestras mayores se acercan y nos dicen: gracias. Apretándote bien del antebrazo, como te agarran algunas abuelas cuando quieren mostrar confianza o simplemente cariño […] Dicen: llevo treinta años esperando este momento. O cuarenta. Y lloran a lágrima viva delante de mí. Y yo hago cuentas. De cuando acabó la guerra, de en qué año se aprobaron las leyes de educación nacional-católica, de qué generaciones habían aprendido que la vida era callarse y perder con fuerza. Y entonces ellas nos cuentan de cuántos en el exilio, en el confesionario, en el paredón, en la cuneta, en la cárcel. De años de silencio transmitido de generación en generación. Del dolor sepultado en los gestos contenidos […] Qué vamos a saber de la muerte nosotras que miramos con ternura a esos jubilados aparentemente inocentes […] Sus testimonios aportan una memoria a nuestra particular manera de horadar el capitalismo».
Leo este párrafo y me crece en el pecho una llama. Porque desde luego, si he de quedarme con algo de aquel “despertar” es con el despertar de la memoria. Yo, que tengo a un bisabuelo y a un tío abuelo enterrados en fosas comunes. Yo, que no sabía lo que era la CNT. Yo, que pensaba que la “Guerra Civil” había sido una guerra civil. Empecé a darle importancia a las palabras, porque las palabras son importantes y crean discursos y realidad, aunque ésta sea ficcional.
Aquel canal abierto entre la Universidad y la Ciudad me hizo conocer un discurso oculto, pretendidamente sepultado. Y empecé a escarbar en la tierra, junto con otras que lo hacía desde hace mucho tiempo, buscando los restos de nuestras antepasadas. Pequeños hilos de historias que no han sido aún contadas, a las que aún no se les ha hecho justicia. Estamos en ello.
IX
Leo Hotel Madrid, historia triste y aunque no viví aquel Madrid puedo pasear por las calles y edificios del libro. Y reconozco algunos rostros, algunos edificios, algunas calles, algunos fantasmas. Reconozco cierta tristeza y alegría. Leo y me bullen las palabras que ahora tú lees. Como otro acto colectivo de narrar(nos)-contar(nos).
X
Este 2021 que nos invita a volver sobre luchas pasadas, lejos de nostalgias y conmemoraciones, volvemos para aprender de ellas en nuestro presente. Luchas en las que la clase obrera ha puesto el cuerpo y la pasión, con sus aciertos y sus errores. Aprendemos 10 años después del 15M de 2011. Aprendemos 85 años después de la Revolución Social Anarquista de 1936. Aprendemos 150 años después de la Comuna de París de 1871. Aprendemos 500 años después de las Comunidades de Castilla de 1521.
Quiero cerrar con una frase de esperanza y aún así no encuentro las palabras para hacerlo. Escribo con una mueca en los labios, pienso en algunos de los colectivos que desde la autogestión, el apoyo mutuo, la horizontalidad y la acción directa están cada día construyendo, en barrios, en ciudades, en pueblos, de aquí y de allá…
Hay una postal en la nevera de mi casa con una frase de Quico Sabaté que dice: «La mejor lucha es la que se hace sin esperanza». Sirva este final en recuerdo de las que han luchado sin esperanza y nos han dejado su ejemplo para que sigamos con él.