En el año 711 los árabes entraron en la península Ibérica, iniciándose así una rápida conquista. Pese a que la mayor parte de la población de la Península era cristiana y hablaba una lengua protoromance, consiguieron convertir Hispania en un espejo de la cultura oriental, llamada ahora al- Andalus, que se islamizó y se arabizó relativamente rápido, aunque siguieran viviendo cristianos y judíos. Dicho proceso de conversión fue sencillo: si te convertías pagabas menos impuestos, si preferías mantener tu religión, la judía o la cristiana, debías pagar más. Se supone que, que gracias a estos notables impuestos, entre otras cosas, al – Andalus pudo desarrollarse culturalmente; se construyeron palacios, se apoyaron las investigaciones científicas, las creaciones literarias, siendo el pueblo árabe, una de las civilizaciones que mayor admiración y motivación ha demostrado por la expresión literaria.
La llegada de Abd – ar- Rahman I en 755 supuso la consolidación de la presencia árabe en la Península; y con ella, al – Andalus pasó a ser el paraíso de la cultura arábigo – islámica, de las inquietudes intelectuales y nuevos estilos literarios.
El comienzo de la literatura árabe andalusí suele fijarse a finales del siglo VIII (cuando se cuenta ya con una serie de poetas que han nacido y escriben en la Península). No obstante, son los siglos X y XI los de mayor esplendor literario. Cuando Abd – ar- Rahman III se proclama califa y se rompen todos los lazos políticos con Bagdad se inicia, consecuentemente, la edad dorada de la cultura andalusí.
La literatura andalusí dará figuras, que bien de forma directa o indirecta, tendrán una repercusión universal: Ibn Suhayd, autor de la Epístola de los genios; Ibn Hazm, hito del pensamiento arábigo y autor de varios tratados filosóficos, teológicos y amorosos, entre los que destaca El collar de la paloma (obra que reflexiona sobre los tipos de amor, los efectos de éste, las relaciones que se pueden establecer entre los amantes, entre otras, y ejercerá una notable influencia sobre el amor cortés y el Libro de Buen Amor); Ibn Zaydun, posiblemente el poeta andalusí más conocido, ya que vertió en sus versos sus más profundos sentimientos y vivió una de las historias de amor y desamor más intensas, como si de cuento se tratase, con la princesa Wallada; al – Mutamid, el célebre rey poeta o Ibn Zaqqaq, representante de la “lírica levantina” y renovador del sistema metafórico del momento, mediante la comunión del universo clásico de metáforas árabes con las comunes de la lírica occidental.
En el siguiente poema titulado “Noche breve” de Ibn Zaqqaq tenemos la metáfora de las “copas” que nos remiten a las estrellas, típica de la concepción clásica árabe y otros mecanismos occidentales como la personificación de la noche o del amanecer.
En las sombras nocturnas vino a verme,
púdica y fiel, la deliciosa virgen.
Las copas que me dio fueron luceros
que el poniente encontraron de mis labios.
Más la noche corrió vertiginosa,
como un negro caballo gigantesco,
y me dijo, al partir, cuando en lo oscuro
ya reían los dientes de la aurora:
“Pues veo que te bebes las estrellas,
con miedo escapo, por salvar las mías»
Sin embargo, hoy, de todos los poetas y poemas, cuentos y leyendas, quisiera destacar la figura de Ibn Zaydun. Su juventud estuvo marcada por sus relaciones turbulentas con la princesa Wallada, la cual era famosa por su belleza, educación refinada y talento poético. Su formación y su fuerte personalidad le permitieron gozar de absoluta libertad para expresar sus sentimientos y opiniones. Asimismo, creó una tertulia literaria en la que se reunían poetas y sabios de la Córdoba del momento, y fue allí donde coincidió con el poeta Ibn Zaydun. Pronto la unión por las letras pasó a ser algo más y su amistad se convirtió en un violento amor que según el profesor Ramos López “inspiró lo más profundo y sincero de su poesía” (1991: 30).
Al principio, su amor fue planamente correspondido, pero los constantes celos y las insinuaciones del poeta a la esclava de la princesa, provocaron que Wallada decidiera entregar sus favores al visir Ibn Abdús. Despechado, el poeta compuso una sátira que le supondría su destierro social y la prisión. Sin embargo, será la ausencia de la amada y su creciente indiferencia hacia él lo que motivarán sus más sinceros y profundos poemas de amor.
De todos sus poemas, destaca la “Qasida en nun”, intenso poema en el que el poeta proyecta su pasión, su nostalgia y sobre todo, sus deseos de venganza tras su amarga experiencia amorosa. Así pues, el poema relata cómo el poeta responsabiliza a la amada de su desgracia, evocando primero los días felices vividos juntos, luego la separación, el desconsuelo, la resignación y melancolía. Asimismo, compara la belleza y armonía de la naturaleza con la amada, – a modo de remanso de paz- , para finalmente sorprender al lector con un final tempestuoso, en el que vierte una sucesión de agravios contra Wallada y su rival.
¡Oh qué noble es Wallada!
Un buen tesoro para quien busca ahorrar
pensando en las necesidades del futuro.
¡Ojalá distinguiese entre un albéitar y un perfumista!
Me han dicho que Abu Abdús la visita y
Me he contestado: a veces la mariposa busca el fuego.
Me censuraréis que él me suceda
en los afectos de aquella a la que amo,
no hay en eso ignominia:
era un manjar apetitoso
cuya parte mejor me tocó a mí
y lo demás se lo dejé a esa rata.
A todo esto, la respuesta de Wallada fue inmediata:
Tienes por apodo el hexágono
y es un calificativo que no abandonarás mientras vivas.
Pues eres, sodomita, degenerado, adúltero, cabrón, cornudo y ladrón.
(“Poema de los siete insultos”)
Afortunadamente, las huellas de esta trágica historia de amor, perviven en la literatura, pero también en la cuidad que vio fraguar ese amor, Córdoba, pues entre el alcázar y la judería, se levanta el Monumento a los amantes, dedicado al amor de Wallada e Ibn Zaydun. En sus mármoles se pueden leer, tanto en castellano y en árabe, los siguientes versos:
¡Ay, qué cerca estuvimos y hoy qué lejos!
Nos separó la suerte, y no hay rocío
que humedezca, resecas de deseo,
mis ardientes entrañas; pero en cambio,
de llanto mis pupilas se saturan.
Vehementes historias de amor, relaciones tormentosas, intensas, a veces eternas, que no han dejado nunca de repetirse, pues las verdaderas pasiones que mueven al hombre son siempre las mismas. Del mismo modo, y aunque parezca contradictorio, nada es inmutable y todo es relativo, pues como decía hoy un profesor en clase “los amores eternos, son eternos hasta que se cambian por otros”.