La negación del cambio climático, como el arrebato nacionalista, el racismo o la xenofobia, representa una de las señas de identidad de los movimientos de extrema derecha que han resurgido con fuerza desde las crisis económicas de la primera década del siglo.
Lo que ha venido a amplificar más el fenómeno es que los tradicionales partidos liberales y conservadores se han ido sumando a la misma causa con objeto de paliar esa sangría de votos por su derecha que están padeciendo en los procesos electorales por todo el continente.
La tragedia ocurrida en la comunidad valenciana la pasada semana y en otras zonas de España han vuelto a mostrar el lado más oscuro de esta estrategia cuando el principal partido de la oposición, el Partido Popular, ha utilizado la misma para arremeter contra el gobierno progresista de la nación y los servicios meteorológicos haciéndoles en buena parte responsables de la misma.
Después de haber al dado al traste con el proyecto de un nuevo organismo en la Comunidad Valenciana del gobierno anterior cuyo cometido era, precisamente, atender situaciones como las que ha provocado la reciente DANA.
Las razones que motivaron ello son evidentes. Por una parte el carácter negacionista de su, por entonces, aliado de gobierno VOX y de otra los gastos derivados de un servicio público que en la deriva ultra liberal actual tienen difícil cabida.
Si bien en su papel de opositor al gobierno ya resulta inadmisible su decisión de confrontar con el mismo en las actuales circunstancias –ya habrá tiempo para hacer un análisis sosegado de todo lo ocurrido-, peor aún es poner en duda y restar credibilidad a la ciencia, atacando a los servicios meteorológicos, ya que ello puede acarrear aún peores desgracias en el futuro si la población deja de confiar en ella.
Para un futuro no muy lejano por cuanto, como estamos viendo, estos fenómenos bruscos y violentos se están sucediendo por todo el globo cada vez con mayor frecuencia e intensidad.
Máxime también cuando con tan desafortunadas declaraciones se incita al enardecimiento de una población ya de por sí frustrada y desesperada ante la magnitud de los sucedido.
La crueldad de los acontecimientos
No vamos a detallar aquí la secuencia de los acontecimientos porque a estas alturas ya son sobradamente conocidos. Por resumir muy mucho que la AEMET, la agencia meteorológica estatal, decreto la alerta máxima a las 7 de la mañana del día de autos mientras que el gobierno valenciano no hizo lo propio hasta 13 horas más tarde, cuando ya la inundación era un hecho.
Podría decirse de sentido común, a tenor de lo dicho por todos los científicos consultados al respecto, que lo más lógico es que una vez dada la alerta por las agencias especializadas las autoridades competentes las hicieran saltar del mismo modo a la población.
Pero esta última es una decisión política y muchas decisiones políticas –sobre todo en estos tiempos que corren-, están supeditadas a cuestiones de marketing político.
En este caso, el temor a que dicha alerta resulte en extremo desmedida y ello pueda hacer perder rédito a los encargados y encargadas de pulsar el botón.
Tanto como pudo ocurrirle al gobierno central cuando aún con potestad para ello y vista la incompetencia del gobierno autonómico prefirió quedar a la espera de la reacción de este.
Otra muestra más de esa falta de valentía que se le ha echa en falta al PSOE en muchas ocasiones y de la que ha hecho gala siempre, aunque esa es otra historia de la que hablaremos cuando la voracidad de los acontecimientos nos lo permita.
Una concatenación de indecisiones que no hubieran evitado del todo la catástrofe pero que, a buen seguro, hubiera amedrentado sensiblemente a una desentendida población –otra cuestión ya de por si preocupante-, y en buena lógica hubiese mitigado en parte sus consecuencias.
Cierto es que la predicción meteorológica no es una ciencia exacta, como los mismos científicos reconocen –advirtieron que podrían caer 180 litros de agua por metro cuadrado, cuando lo hicieron mucho más-, pero de ahí a cuestionar la misma para desviar la atención de los errores propios dista un abismo.
Máxime cuando en todo caso estos pusieron sobre aviso a las autoridades que las consecuencias podrían ser desastrosas, en función del nivel de aviso ejecutado.
Peor todavía si cabe que utilizar una tragedia de esta índole para vapulear sin miramientos a un rival político, menos aún en medio del caos con centenares de muertos y miles de personas afectadas.
Sin embargo, buena parte del Partido Popular ha decidido mantener las mismas formas que ya esgrimiera durante la pandemia, la erupción volcánica en la isla de La Palma y a tenor de lo visto cualquier trágico acontecimiento que pueda suceder.
Pero poner en duda la acción de la ciencia, lo único que puede deparar es que las inclemencias meteorológicas, cuando se han vuelto manifiestamente cada vez más virulentas, aumenten todavía más la magnitud de las tragedias que restan por venir cada vez de manera más frecuente.
Política vs anti política
Por otra parte, estamos en un momento extraordinariamente complejo y comprometido donde las redes sociales se han convertido una vez más en el vehículo conductor de la extrema derecha y la desestabilización que la misma procura como lo ha hecho a lo largo de la historia.
Las escenas del conato de agresión a los reyes y los principales representantes públicos el domingo, en su visita a la zona, no pueden resultarnos una sorpresa cuando desde el primer momento de la tragedia y desde esas mismas redes sociales se están propagando bulos y noticias falsas en aras de alterar la convivencia aprovechando la desesperación de las víctimas.
No hay duda que las diferentes administraciones públicas, no han estado a la altura en un primer momento y que también resulta extremadamente complejo movilizar ingentes medios en tiempo record. Pero del mismo modo sabemos que esto representa el principal caldo de cultivo para todos aquellos interesados en desestabilizar el sistema.
En definitiva, antes y después del desastre las instituciones valencianas y del estado han fallado y por eso mismo no es admisible que algunos políticos intenten desviar la atención de sus propios errores con fines espurios que lo que sirven es para alimentar a aquellos otros interesados en provocar el caos, el rechazo a la política y a las administraciones públicas.
No cabe otra cosa pues, en semejante escenario, que los partidos políticos eviten declaraciones temerarias para no prender una mecha que hace tiempo muchas personas están interesadas en hacerlo. Y que las propias autoridades, empezando por el rey, eviten un protagonismo innecesario como en el caso de su visita de ayer al mismo epicentro de la tragedia. Una zona donde todavía quedan personas desaparecidas y mucho, mucho por hacer.