Si algo caracteriza la literatura de Stephen King es que, dentro del género del terror, ha escrito sobre todo tipo de misterios. Posesiones como en El resplandor, seres que resucitan como en Cementerio de animales, extraterrestres como en Cazadores de sueños, etc. Así, como afirma en una entrevista Tony Jiménez, autor de Here’s Jonnhy. Las pesadillas de Stephen King (2016), King consigue llegar a un público muy amplio gracias a una amplia exploración del miedo y a la inclusión de elementos de la vida cotidiana.
Ganadora del British Fantasy Award de 1982, Cujo (1981) es una de sus primeras novelas, y en ella narra el enfrentamiento de Donna Trenton con Cujo, el perro San Bernardo de Brett. Con un comienzo algo lento, King nos describe los diferentes personajes de la historia. Tenemos a dos familias formadas por un matrimonio con problemas de incomunicación y un hijo varón que se siente incomprendido por sus padres y que, además, ha desarrollado alguna patología (sonambulismo en el caso de Brett y terror a la soledad en el de Tadder).
A pesar de no tener un principio con gancho, como sucede en otras novelas de King, en Cujo nos adentramos en la historia, en comprender porqué cada personaje actúa así. Gracias a ese inicio algo lento, King expone la mediocridad de la clase baja y media de la sociedad estadounidense. De los Camber sabemos que son una familia con pocas inquietudes intelectuales, preocupada por el quehacer del cada día; de los Trenton, que son una de esas familias que a pesar de no tener problemas económicos, viven a expensas de una vida laboral que las consume.
Paralelamente, el autor nos presenta al perro Cujo, un San Bernardo bonachón que sólo tiene tiempo para jugar con su amo Brett. Sin embargo, en una de sus excursiones por el campo, Cujo mete el hocico en un agujero y es mordido por un murciélago que tiene la rabia. Así pues, el San Bernardo contraerá la rabia. Lo interesante de esta transformación es el hecho que King escoja el punto de vista del perro.
Se le había hecho difícil pensar en lo que iba a ocurrir a continuación en su simple vida de perro; algo había ocupado el lugar del instinto ordinario. Cuando dormía, tenía unos sueños insólita y desagradablemente gráficos. En unos de esos sueños había destrozado al NIÑO, le había desgarrado la garganta y después le había arrancado las entrañas del cuerpo en unos humeantes revoltijos.
La lucha entre Donna y el monstruo que nunca muere
Conforme avanza la novela y llegamos al episodio del coche, los pensamientos de Cujo y de Donna se van alternando, de forma que el lector se siente atraído tanto por la acción, como por las voces internas de ambos.
Era sobre todo la MUJER. Su forma de mirarle, como si le dijera: Sí, sí, lo he hecho yo, yo te he puesto enfermo, yo te he hecho daño, yo he forjado esta angustia para ti y ahora estará siempre contigo.
Los ojos de ambos se cruzaron por un instante…, los desorbitados ojos azules de Donna y los turbios y enrojecidos ojos de Cujo. Por un momento, ella se miró a través de los ojos del perror, se vio a sí misma, vio a la MUJER… ¿se estaría viendo a sí mismo a través de los de Donna?
Es así como llegamos a comprender la tragedia de Cujo, como aceptamos que su muerte a manos de Donna es, en cierta forma, injusta, tan injusta como la de Tad. En esta última fase de Cujo se desarrolla la parte más inquietante de la novela: Donna y Tad encerrados en el coche, justo delante de la casa y el taller de Joe Camber. Donna no sólo debe enfrentarse a Cujo, sino también a sus propios demonios: su infidelidad, su vulnerabilidad, su soledad, etc. Desde las primeras líneas de la novela, King nos dice que el monstruo nunca muere. Y es en este episodio cuando esta idea adquiere sentido. Los monstruos de Donna nunca morirán. A pesar de que finalmente consigue enfrentarse sí misma y a Cujo, King no quiere recompensarla, sino castigarla con la muerte de su único hijo Tad.
¿Se había escapado la vida de Tad en el mismo momento en que se había escapado la vida del perro? Era imposible. Ningún Dios, ningún destino podía ser tan monstruosamente cruel.
La infancia en las novelas de King
Como se aprecia en varias de sus novelas, la infancia juega un papel determinante en los relatos de King: El Resplandor, It, Cujo, entre otros. Para Sara Martín Alegre en “Nightmares of childhood: the child and the monster in four novels by Stephen King”, el uso de la infancia en la obra de King forma parte de la crítica a la sociedad estadounidense, especialmente a la relación entre padres e hijos. El autor no duda en utilizar la infancia para retratar los pecados del adulto y por ello, hace vivir a esos menores experiencias verdaderamente terroríficas. Si bien en Cujo Tad no debe presenciar ninguna posesión, ni ningún terror cósmico, en el episodio del coche sufre dos ataques epilépticos y varias alucinaciones.
Todo el cuerpo de Tad se estaba estremeciendo, como si padeciera de epilepsia. Tenía la espalda curvada. Sus nalgas se levantaron otra vez y volvieron a caer. Su rostro estaba adquiriendo una coloración azulada. Las venas de las sienes aparecían muy hinchadas.
A pesar de que no estamos ante la novela más inquietante de King, Cujo no deja indiferente: la muerte del San Bernardo y la muerte de Tad es algo que, a pesar de estar anunciada desde el principio, deja un regusto amargo a culpabilidad.
Título: Cujo |
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me gusto todo lo que pusiste, porque es precisamente lo que siento despues de terminar el libro y no sabia como expresarlo, entonces tu lograste hacerlo y no solo eso, tambien me aclare muchas duditas,,
fue exelente, gracias
[…] que aunque las escenas de acción no son tan bastas como en el libro, tampoco lo necesitan. Os enlazamos una review que nos gustó mucho leer y que expresa lo que os decimos […]