Los hombres no son prisioneros del destino, sino prisioneros de su propia mente.
Franklin D. Roosevelt (1882-1945)
Un aciago 7 de Diciembre de 1941, 2.500 personas murieron bajo las bombas del ejército imperial japonés en Pearl Harbor. Mucho menos de las que en países como España, Italia o Francia lleva ya el COVID-19. Después de aquel día Franklin D. Roosevelt decidió que todo el sistema de producción de su país debía cambiar de arriba abajo si quería obtener la victoria en una guerra que se presumía larga y difícil.
Por ello puso a trabajar tanto a la industria pública como privada y a todo el pueblo norteamericano con un único objetivo: ganar la guerra. De este modo aquellos que fabricaban coches empezaron a fabricar aviones de combate, aquellos que trabajaban el metal, balas y fusiles, las empresas de confección, uniformes y así uno a uno se fueron poniendo al servicio del país con el común objetivo de vencer al enemigo.
Hoy, casi 80 años después de aquello, el mundo entero se encuentra librando una guerra –por mucho que no nos guste el término-, esta vez y por fortuna no entre naciones sí no contra un enemigo casi invisible que está causando estragos en todo el planeta.
Por eso, para empezar a darle forma al futuro, lo primero que deberíamos hacer es vencerlo y eso no se va a hacer si las instituciones, la industria y toda la ciudadanía no se ponen manos a la obra en ello.
Una guerra inesperada.
Se ha dicho, por activa y por pasiva, que el virus no entiende de fronteras, ni de razas, ni de clases sociales. Pero a juzgar de algunos, afortunadamente los menos pero haciendo mucho ruido, parecen más preocupados en aprovechar la crisis para derribar gobiernos, profundizar aún más en un modelo económico que ha saltado por los aires y si cabe volatilizar de paso el orden democrático. Por mucho que a la vista esté la manera en que ha pillado a contrapié a todos los gobiernos de las principales economías del mundo y la falta de medios que disponen estas para combatir a tan escurridizo enemigo.
A grandes males, como hiciera Roosevelt y el pueblo americano en su momento, grandes remedios. Por fortuna ya estamos apreciando que esa implicación se está dando y en casos como en España, el que más nos afecta y por el momento uno de los más afectados, ya se están tomando medidas en esa dirección. Máxime la débil respuesta, todavía, de la Unión Europea.
La deuda, el déficit y la inflación.
El déficit público se encaramó por aquellos entonces en EE.UU. por encima del 20 %, algo que a los ortodoxos liberales de hoy en día les parecerá una cifra escandalosa. Pero no solo no importó si no que gracias a ello EE.UU. ganó la guerra y a partir de ahí se pudo acometer la reconstrucción no solo de su país, si no los de sus aliados europeos a través del famoso Plan Marshall que ahora, con un mundo también en guerra, se ha vuelto a renombrar en las instituciones europeas.
Pero mientras estas últimas siguen «en Babia», España se ha puesto manos a la obra y en la última semana de Marzo, desde el Ministerio de Industria, se han fijado los mecanismos necesarios, con la colaboración de la patronal y los sindicatos mayoritarios para coordinar a todos los sectores de la industria necesarios para modificar su producción y ponerla al servicio de la fabricación de todo el material que sea necesario para afrontar esta dura batalla.
El programa ha arrancado con más de 300 empresas implicadas. Desde Seat produciendo respiradores hasta L’Oreal fabricando geles hidroalcohólicos, pasando por el Grupo Antolín confeccionando batas o Pronovias fabricando mascarillas entre otras muchas.
Sacar tajada de la adversidad.
Esto no va a exculpar al gobierno de que su reacción haya sido tardía y lenta ante lo que se venía encima. Del mismo modo que el resto de países comunitarios, a buen seguro preocupados por las repercusiones económicas ante el temor de saltarse las insidiosas recetas de la severidad presupuestaria dictada por la Unión Europea, cuando no por sus propias convicciones ultra liberales como en el Reino Unido o los EE.UU. La economía por delante de todo.
En cualquier caso, por mucho que cualesquiera de forma interesada pretendan soliviantar a la población a costa de retorcer los tiempos de reacción, como ha pasado en la mayor parte de los países de la Unión, por mucho que la memoria se haga tan frágil a sabiendas de lo que comenzara en China y las conocidas recomendaciones de la OMS nadie, entre otros quien suscribe estas líneas y todo su entorno conocido, nadie podía imaginar que el actual escenario, casi de ciencia ficción, podía darse en prácticamente la totalidad de países desarrollados del planeta.
Además, con absoluta seguridad, los que hoy critican a sus respectivos gobiernos tan airadamente por no haber actuado con mayor anticipación, a buen seguro que de haberlo hecho le hubiesen reprochado del mismo modo de causar alarmismo entre la población además de paralizar la economía, el summums bonum de la ortodoxia liberal.
Por fortuna, un fenómeno que no se está dando en la mayoría de los casos por cuanto una cosa es la crítica y otra aprovechar una pandemia de escala planetaria para derribar gobiernos, sobre todo aquellos elegidos de forma democrática.
En nuestro país se da lamentablemente el caso que algunas facciones de la oposición ya estaban volcadas de manera iracunda contra un gobierno con solo tres meses de vida, de carácter progresista, por primera vez de coalición desde el retorno de la democracia y al que desde buena parte de las redes sociales no se le concede ni legitimidad ni tregua alguna desde el mismo día de su formación en una campaña de acoso y derribo sin precedentes en España.
Sin llegar a los actuales extremos, tal como ocurriera en Portugal con el primer gobierno de Antonio Costa al que la oposición calificó despectivamente con el apelativo de «geringonça» y más en la línea de cómo se actuó con Syriza cuando ganó sus primeras elecciones en Grecia y se encontró con un país en la bancarrota.
Las advertencias.
Lo que sí ha de resultar altamente reprochable a todos los gobiernos del mundo de la última década, especialmente los de las llamadas democracias occidentales, es que ha sido la Junta de Vigilancia Mundial de la Preparación ante Pandemias, a instancias de la ONU en 2018 y a raíz de una de las últimas crisis del Ébola, quien ha vuelto a insistir a la comunidad internacional que no estaba preparada para afrontar una pandemia como la actual. Lo que quedaría plasmado en un documento que se publicó de forma definitiva en Septiembre del pasado año. Es decir solo tres meses antes de que la actual crisis irrumpiera de forma tan feroz en el planeta.
Lo peor de todo, como el propio informe recoge, es que ya desde 2009 a raíz de la aparición de la gripe A (H1N1), se avisaba desde la misma organización que el mundo no estaba preparado para afrontar una enfermedad de esas características si se expandía por el mismo. Volvió a hacerlo en 2014-2016 en otra de las crisis del Ébola, pero del mismo modo sin éxito alguno.
Por contra, en todo este tiempo, desde entonces y a pesar de dichas advertencias la mayor parte de los sistemas sanitarios de los países desarrollados han visto como reducían su inversión por no decir una vez más como se ha desviado casi íntegramente la producción de material sanitario, especialmente los útiles más básicos, a un extremo del mundo con las consecuencias que ello conlleva en caso de urgente necesidad.
En lo que respecta a España, los datos ponen en evidencia como la sanidad española está por debajo de la media europea en cuanto a personal y gasto. Ello no quiere decir ni mucho menos que ante una pandemia como la desatada ahora por el COVID-19, el sistema no se hubiera visto desbordado pero no es menos cierto que hubiese estado en mejores de condiciones de afrontarla.
Por fortuna las medidas de confinamiento parece que, a estas alturas, van dando resultado e incluso la OMS se ha mostrado satisfecha con la actitud tanto de sanitarios, el gobierno y la población en general en el caso de España. Aunque no cabe duda que aún queda mucho camino por recorrer.
La Unión Europea.
Se hace imprescindible también ahora una Unión Europea que tendrá que reaccionar pronto ante tamaño envite si no quiere echar a perder la poca credibilidad que le va quedando. Su forma de actuar los últimos años, en especial tras la Gran Recesión de 2008, ha dado pie a una efervescencia nacionalista que campa a sus anchas a lo largo y ancho del continente con el peligro, como hemos visto históricamente, que ello conlleva y que ya, de hecho en algún sitio que otro, está intentando sacar rédito de la pandemia.
La UE necesita dar rienda suelta a ese nuevo New Deal que se le está exigiendo desde tantos ámbitos, dicho de otro modo permitir la impresión masiva de dinero, monetizar la deuda, para sufragar todos los gastos necesarios para solventar la presente crisis y todo lo que pueda venir después. Como de hecho EE.UU. el Reino Unido y otros países que disponen de un banco central propio en algunos casos ya están haciendo, muy a pesar incluso del ideario de sus ínclitos gobernantes.
El mantra de la deslocalización.
El desmedido proceso de deslocalización de la industria mundial en favor de China con el objetivo de un abaratamiento de costes, incrementar los márgenes comerciales y alentar al conjunto de la humanidad a una borrachera consumista desorbitada, ha puesto al descubierto otro error de proporciones ciclópeas al verse desamparada la población de los países más desarrollados de la capacidad de producir de la noche a la mañana el material necesario para enfrentar una guerra de la magnitud de la actual en la primera línea de combate.
En consecuencia el mercado mundial de material sanitario, como decíamos antes en especial los elementos más básicos de protección, se encuentra ahora en manos prácticamente de un solo país y de todo el conjunto de advenedizos que están dispuestos a hacer su agosto a costa de la vida de millones y millones de personas en todo el mundo. La dramática secuela de un arquetipo economicista llevado a sus últimas consecuencias.
Algo no muy distinto de lo que venimos haciendo entre todos con los llamados países del tercer mundo desde siempre –las epidemias regulares de sarampión y malaria son buen ejemplo de ello-, con la diferencia que lo de aquellos lo hemos visto por estos lares muy de lejos y no habíamos padecido una epidemia de estas características desde hace más de cien años.
Un Estado del Bienestar de pies de barro.
Por eso es necesaria la implicación de toda la sociedad, a pesar de la extraordinaria resistencia de los voceras empeñados en mantener su discurso apocalíptico, para que cuando salgamos de esta, porque saldremos aunque sea a base de mucho sufrimiento, difícilmente podrán los enemigos de lo público mantener sus argumentos.
El modelo capitalista llevado a sus límites más extremos ha dado lugar a un Estado del Bienestar que se ha visto ahora de manera clara que tenía los pies de barro. Pretender en unas semanas poner al día y ante una crisis de estas características unos sistemas sanitarios públicos que han venido devaluándose los últimos 20 o 30 años es poco menos que una entelequia.
De los «gloriosos ejércitos nacionales» que ahora algunos reclaman, se ha mostrado cuanto de inservibles sus bombas y cañones en esta guerra y por ello se han tenido que poner al servicio del verdadero ejército para la ocasión en todo el mundo: el de los ciudadanos, comandados por sus científicos y sanitarios. Esperemos que hayamos aprendido la lección y en un futuro próximo invirtamos menos en tanto material para causar muerte y dolor ajeno y lo hagamos más en la prevención de la salud de las personas.
Como hemos repetido en innumerables ocasiones si los Schumann, Adenauer, Monnet, Gasperi o Spinelli, padres fundadores entre otros de la actual Unión Europea, descubrieran en lo que se ha convertido su proyecto, a buen seguro no darían crédito viendo la forma en que se ha tergiversado el mismo.
Una y otra vez se viene repitiendo desde muchos medios que toda crisis es también oportunidad pero, si como ocurrió con la Crisis de 2008 volvemos a caer en la misma farsa, si tampoco somos capaces de crear un nuevo y mejor modelo de sociedad para todos después de esta, a buen seguro que ya no tendremos una tercera ocasión para hacerlo.
Pero para ello, en todo caso lo primero que tenemos hacer ahora es ganar esta guerra a la que todavía quedan muchas batallas por librar.
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