En la actualidad hay múltiples guerras y preparativos para la misma. Tanto es así que «el gasto militar global da el mayor salto en 15 años» (El País, 22/04/24). En las guerras se matan niños y adolescentes inocentes, algo que no sucede en ninguna otra especie animal, por lo que es importante pensar qué nos está pasando.
Eudald Carbonell (1953- ), catedrático de Prehistoria, codirector del yacimiento de Atapuerca (Burgos) y premio Príncipe de Asturias, a lo largo de la conferencia que impartió en la inauguración de uno de los Cursos Monográficos sobre Patrimonio Histórico que se celebran regularmente en Reinosa, ya reflexionaba por la necesidad de «generar conciencia de especie».
Tener «conciencia de especie» es ser consciente de las características que diferencia a la especie humana de otras especies animales y potenciar esas características. El ser humano además de ser capaz de pensar –lo que no hacen otros seres vivos-, es el último eslabón en la cadena de la evolución y quizá como tal tiende a ser cada vez más humano aunque en ese proceso conocido como «humanización», en ocasiones, experimenta importantes retrasos que requieren un especial esfuerzo para recuperar la senda perdida.
El hecho de presentar una configuración humana no es suficiente para pertenecer a la especie humana; hay personas, efectivamente, que con sus actos han dejado de formar parte de ella. Los seres humanos estamos legitimados para defendernos de quienes, teniendo nuestra misma configuración, no pertenecen a la especie humana; quedando legitimados para establecer un sistema económico y social verdaderamente humano.
El prusiano Immanuel Kant (1724 – 1804), considerado como uno de los filósofos más influyentes de la Europa moderna, decía que vivir éticamente (la ética es el parámetro de medida del grado de humanización), no es conformarse con lo que pasa –el hambre, la pobreza, las promesas incumplidas, la mentira como institución-, sino «decretar lo que debería pasar».
La paz perpetua es una obra de Immanuel Kant publicada en 1795 que, es estos momentos, conviene analizar y estudiar. Este filósofo creía que en el ser humano existe un progreso constante hacia lo mejor. Sin esa seguridad no existiría el deseo de hacer algo por el «bienestar general de la humanidad».
Esta idea nos hace concebir esperanzas e ilusión en el mañana, a pesar de que percibamos a nuestro alrededor lo contrario. El establecimiento de una paz perpetua es un deber y una esperanza a la que debemos acercarnos, poco a poco, pero de forma constante.
Los movimientos ciudadanos muestran el sentido de urgencia por construir una comunidad mundial en términos de condiciones justas.
Nunca se dio en el pasado la importancia que ahora se da al tema de los derechos humanos, de tantos derechos inalienables e imprescriptibles. Todo ello puede considerarse como un síntoma del progreso mundial de la especie humana.
Para conseguir una paz perpetua son necesarias unas condiciones previas. Una condición primordial es que desaparezcan totalmente los ejércitos y la fabricación de armas. Sin duda que esto es difícil debido al poder que las grandes empresas armamentísticas tienen sobre los gobiernos.
La primera propuesta de Kant para alcanzar la paz perpetua es que los gobiernos sean realmente democráticos. Esta propuesta se apoya en la creencia de que las guerras pueden evitarse si el Estado se organiza de tal forma que sea el ciudadano el que elija si su nación debe de entrar en un conflicto o no ya que es él y no el presidente o jefe de Estado quien sufre verdaderamente las consecuencias de la lucha armada.
Ahora, nuestros gobiernos no son verdaderamente democracias. Si deseamos una paz perpetua será necesario adaptar dicha propuesta a la situación actual.
Bertrand Russell (1872-1970), filósofo, matemático y escritor británico, Premio Nobel de Literatura en 1950, en su libro La conquista de la felicidad, escribió: «Descubrir un sistema para evitar la guerra es una necesidad vital para nuestra civilización».
Tanto Immanuel Kant como Bertrand Russell han demostrado «tener conciencia de especie».
En una ocasión, le preguntaron a Eudald Carbonell ¿De qué depende nuestra supervivencia? «De que tengamos conciencia de especie», fue su contestación.
¿A qué se debe que a los niños y niñas no se les dice que pertenecen a la especie humana y se les explican sus características como tal?