Cuando me propusieron escribir en Amanece Metropolis me emocioné mucho. Aunque no conocía el proyecto, busqué rápidamente el blog y ojeé los artículos que aparecían primero. La sección en la que iba a escribir era sobre feminismo, ¡genial! Es un asunto que me interesa, sigo a muchas divulgadoras feministas y me anima la oportunidad de poder dar mi opinión sobre algunos tema desde la posición que ocupo en el mundo.
Cuando se acercaba la fecha que me había fijado para escribir el artículo empezaron a surgir las dudas… ¿Debería hablar sobre mí? Y si lo hago, ¿sería mejor en primera o en tercera persona? ¿Debería hablar sobre mi experiencia como mujer afrodescendiente? A lo mejor no hace falta que lo haga explícitamente, ya que cualquier cosa que diga estará atravesada por esa experiencia.
Pensé que para empezar podría centrarme en el arte y mis vivencias como artista, en los bloqueos recurrentes y en el infinitamente nombrado Síndrome de la Impostora, que nos afecta generalmente más a las mujeres. Quizás sería mejor un enfoque histórico, contando la vida de algunas mujeres artistas: Artemisa Gentileschi, Hilma Af Klint o Maruja Mallo. Creo que me gustaría escribir sobre ellas, tal vez para el próximo artículo.
Otro tema sería mi experiencia y la de algunas de mis compañeras en el sistema educativo. Podría contar la historia de cuando un profesor del master el año pasado, en una clase de casi 70 alumnos, con una única persona racializada, dijo que en España no había racismo, qué paradójico. La del profesor de gimnasia que miraba de forma asquerosa a las alumnas cuando estábamos en el instituto; o el profesor de escalada, que fue expulsado de las actividades de verano por agarrar de forma indebida a las niñas para «ayudarlas a subir».
También podría hablar sobre mis propios prejuicios hacia la cultura, las costumbres o la situación de las mujeres en otros países. Estoy viviendo en Turquía desde hace dos meses y me he encontrado un país completamente diferente a la imagen que tenía en mi cabeza. Cada día me sorprendo de cómo se trata desde España la cultura de lugares de los que no sabemos mucho, especialmente los que relacionamos con contextos árabes. Antes de venir, pensaba que me iba a encontrar un país donde las mujeres no salían solas a la calle y que no iba a poder llevar mi ropa habitual. Por el contrario, al menos en el centro de la ciudad en la que vivo, me ha sorprendido ver escotes, minifaldas, maquillaje y muchísimas operaciones estéticas, pero muchísimas. Es raro ir a una cafetería y que no haya tres o cuatro mujeres con la misma nariz, con pestañas kilométricas y los labios bastante más carnosos de lo habitual. He de reconocer que cuando vi este ambiente me relajé, me sentí más “segura” y en un lugar más “moderno”, pero, ¿por qué llego rápidamente a la conclusión de que una sociedad que ejerce una presión estética tan grande en las mujeres es una sociedad más abierta? ¿Por qué al ver a mujeres que muestran más su cuerpo, en ocasiones de forma sexualizada y desde una mirada masculina, da la impresión de que están más libres o que la sociedad es más progresista y abierta? Ojo, no estoy diciendo que lo sea o que no lo sea, lo que digo es que me parece curioso relacionar de forma tan automática el destape a la libertad, sin negar obviamente que la obligación a ir cubierta sea un retroceso.
Me encuentro normalmente en el medio de los debates más populares sobre feminismo. Aunque hay muchos discursos, en mi entorno y en mis redes de forma generalizada hay dos corrientes. Por un lado, la más mainstream y popular, con divulgadoras conocidas y mayoritariamente blancas, de las cuales consumo y comparto mucho de su contenido. También es cierto que su discurso generalmente es poco interseccional, donde el «si tocan a una nos tocan a todas» no siempre se cumple. Por otro lado, están las mujeres migrantes y racializadas, acogiéndome, haciéndome ver que muchas de mis experiencias no son personales sino colectivas y dándome puntos de vista a los que tal vez no habría llegado sin que ellas, provenientes de otros contextos y/o países, no me lo hubiesen mostrado. En ocasiones sus críticas, generalmente ciertas, pero con un tono combativo (sin negar yo el derecho al enfado) hacia el feminismo más ta me violentan, no por el mensaje ni por el tono, sino porque hacen que me dé cuenta de lo occidentalizados y sesgados que son muchas veces mis pensamientos. Dado mi contexto personal, me siento entre dos mundos, ajena a muchas problemáticas que plantean cada uno de estos grupos, pero al mismo tiempo implicada emocional y personalmente por todos ellos.
Teniendo todas estas dudas sobre la mesa, ¿de qué debería hablar a partir de ahora en este blog? Creo que simplemente de las cosas que sufro en mi día a día, por el hecho de ser quien soy, independientemente de con qué opresión esté más o menos atravesada porque es imposible separarlas.
Recientemente me llegó un mensaje a mi cuenta profesional, un mensaje de un usuario sin foto, aunque interpreto que se trataba de un hombre. Al principio pensé que podría ser un cliente que quería una ilustración y le contesté. La conversación empezó a darme mala espina cuando afirmó saber la ciudad en la que vivo, ya que me había visto en fotos de otras cuentas de Instagram. En ese momento dejé de contestar e intenté olvidarme de él. Esa misma noche salí con unos amigos y me volví antes a casa porque no me encontraba bien. Cuando me metí en la en la cama, cogí el móvil y vi un nuevo mensaje «¿Dónde estás ahora?». Me helé al leerlo, el mensaje me había llegado justo cuando estaba volviendo sola. Me hizo pensar que este usuario me vio esa noche por la calle y quería comprobar si era yo la persona que tenía delante. Desgraciadamente esto nos ha pasado a casi todas, pero en este caso temí un poco más. No he visto todavía a ninguna mujer negra-mestiza por las zonas que frecuento, creo que si esa persona me ve va a saber rápidamente que soy yo, pero lo que me da miedo en este caso, es que yo no voy a saber quién es él.
Supongo que este suceso se me olvidará y pasará a esa larga lista de recuerdos no tan agradables que te vienen a la cabeza de vez en cuando, como el profe de educación física, el ex manipulador o el típico grupo de tíos que nos ha gritado a todas algo cuando íbamos por la calle. Sea como sea creo que ahora tengo un poco más claro de qué voy a escribir aquí partir de ahora. Me siguen quedando muchas dudas de los temas anteriores, así que seguiré reflexionando y compartiendo algunas de ellas con vosotras.
¿Cómo debería empezar?
25 febrero, 2024
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