Si ha habido una adaptación de Chandler, con su detective Marlowe al frente, que se resistiera al aficionado -pues ha estado décadas sin rescatarse para la venta- ésta ha sido «The Brasher Doubloon» (John Brahm, 1947). El argumento es bastante fiel a la novela original, «The High Window»[1]Escrita por Chandler en 1942, y titulada en España, «La Ventana Alta»: la señora Elizabeth Bright Murdock (Florence Bates) contrata a Marlowe (George Montgomery) para encontrar una vieja moneda rara, el Doblón Brasher, que perteneció a la colección de su fallecido esposo. Marlowe comienza a investigar, pero rápidamente, cómo no, se verá envuelto en una serie de inexplicables asesinatos.
«Cómo odio los vientos de verano. Llegan de repente, del desierto de Mojave, y se puede masticar arena durante días»
Este es el prometedor inicio, voz en off, con el que comienza la menos conocida adaptación cinematográfica de una de las historias de Philip Marlowe, «The High Window». Contaba ya, es cierto, con una primera versión de 1942, «Time to Kill», protagonizada por el insulso Lloyd Nolan, pero en la que los guionistas habían suprimido el personaje del legendario detective (sic). Es pues evidente que tras los éxitos cosechados por «Murder, my Sweet» (Historia de un Detective, 1944) y «The Big Sleep» (El Sueño Eterno, 1946) -de Edward Dmytryk y Howard Hawks, respectivamente- el mecanismo hollywoodiense se puso manos a la obra, una vez más, para resucitar al mujeriego, socarrón y sobre todo, efectivo, detective de Los Ángeles. La tercera novela de Chandler conocía así, de manos del cineasta John Brahm y los guionistas Dorothy Bennett y Leonard Praskins, una extraordinaria adaptación que se diferencia en ciertos aspectos de las anteriores sobre el personaje. Y, claro está, de lo que vino más adelante.
El punto de partida nos puede retrotraer a «The Big Sleep», así como el argumento y los torvos villanos a «The Maltese Falcon» (El Halcón Maltés, 1942), también de Hawks (muy especialmente, Alfred Linder, que parece un Peter Lorre aún más destruido, y Florence Bates, vista en «Rebeca» (Alfred Hitchcock, 1940), que casi recuerda más a Sidney Greenstreet que a una supuesta dama respetable de la alta sociedad. Sin embargo, enseguida observamos cómo la mano de su director tras la cámara difiere en el estilo y la ejecución del proyecto. Y es que el cineasta alemán -versado en técnica expresionista- John Brahm, había ya tocado cierto techo con sus melodramas a lo «luz de gas», como «The Lodger» (1944) y «Hangover Square» (1945), protagonizados por los talentosos Laird Cregar y Laraine Day. Lo que no está tan claro es si, pese al indicador de talento que suponía para la RKO, colocarlo al frente de «The Brasher Doubloon» fue más un premio o un castigo, visto el más bien escaso éxito que tuvo la película al estrenarse.
El caso es que Brahm y su productor Robert Bassler fueron asignados al rodaje, convirtiendo un típicamente enrevesado noir de Chandler en un ejercicio de expresionismo con algunas composiciones sorprendentes, tales como el énfasis requerido en extremos de luz y oscuridad, junto con algunos primeros planos también inusualmente extremos de los personajes tambaleándose al filo de un marco de crepúsculo. A diferencia de las anteriores películas de Brahm, para «The Brasher Doubloon» se utilizan escenarios reales del área de Los Ángeles, que nos sirven para establecer la ominosa sensación de varias escenas, como por ejemplo filmar, de tan efectiva manera, las secuencias en la mansión durante una tormenta de viento. O cuando Marlowe va en busca de pistas a la zona de Bunker Hill de la ciudad, vemos cómo atrapa Brahm la forma aquellos edificios una vez elegantes y luego en franca decadencia. En boca del detective: «solía ser el lugar de elección para vivir en Los Ángeles. Hoy en día, algunos viven allí porque no tienen otra opción».
La elección, por otro lado, de George Montgomery (1916-2000) como Philip Marlowe, ha sido también criticada ampliamente, primero por su juventud y segundo por su diferencia con otros duros como Bogart, pero lo cierto es que, por nuestra parte, la interpretación de Montgomery resulta no sólo convincente sino que además le otorga la ironía necesaria para el personaje que sólo lograría igualar, dos décadas después, el finado James Garner en «Marlowe» (Paul Bogart, 1969). Montgomery, con sus seis pies de altura y su voz de barítono, nos evita la nostalgia hacia Dick Powell o Humphrey Bogart sin el menor de los esfuerzos. Su aparición, en la ya antedicha escena de apertura, que le lleva a una mansión siniestramente fotografiada por el gran Lloyd Ahern, azotada por los vientos de Santa Ana, que se arremolinan empujando los retorcidos árboles, que rodean la casa, contra las paredes. Tal como se acerca a la puerta, una hermosa figura (Nancy Guild) se asoma, le admite en la mansión, y es casi literalmente es «tragado» por ella, de la misma manera que parece esta película haber sido deglutida por una cámara cinematográfica.
Con respecto a la tristemente olvidada Nancy Guild, la actriz principal, debemos reseñar que, a pesar de su falta de experiencia al hacer esta película, posee una gracia innata, y su sensualidad y vulnerabilidad entrecortadas se mezclan para componer uno de los personajes femeninos más importantes –con permiso de Lauren Bacall- de toda la cinematografía marloweana, sobre todo cuando ella resulta creíble al ser literalmente tratada como un perro torpe a lo largo de la película por sus patrones, los Murdock, un dúo de madre e hijo cuyo apego resulta, cuando menos, enfermizo. Merle Davis, su personaje, reúne así la belleza, inteligencia y en cierta medida, la neurosis, todas ellas características fundamentales para que su personaje tenga el empaque con el que, patente queda, se nos muestra.
«The Brasher Doubloon» es, ni más ni menos, que una de las mejores aportaciones de Marlowe a la historia del Cine del siglo pasado, una pequeña joya del noir gótico, hasta hace poco inencontrable, con dos protagonistas de excepción y la habitual trama enredada de rigor.
Referencias
↑1 | Escrita por Chandler en 1942, y titulada en España, «La Ventana Alta» |
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