«Se nota que es de esa gente que ha sido la primera en ir a la universidad de su familia. Se nota hasta en la forma de vestir, de peinarse.»
Señora «progre» rándom
Mercado
Plato principal: capitalismo feroz que lo absorbe todo y lo devuelve envuelto en flores. Felicidad y onanismo a cambio de invisibilizar injusticias, idealizar la pobreza y reforzar lo de siempre.
De guarnición: el culto al patriarcado, a la supremacía blanca, envuelto en términos de igualdad.
¿Qué igualdad? ¿para quiénes? ¿Por qué en este contexto?
Rabia
La impotencia que produce que se apropien de lo que detestan para asumirlo como moda. Modernos de mierda. Que todas nuestras historias se narren desde un tótem que no resuena a nada salvo a cliché. Asistir al entretejido del racismo y clasismo a través de una trama que bajo el sistema nos atrae como mosquitos hacia la luz. Tan brillante que no dejamos de mirar hacia la meritocracia y sus trampas.
¿Cómo se estructura esa superioridad? ¿cómo funciona dentro de los feminismos? ¿Dónde dirigimos la mirada? ¿Por qué? ¿son algunas luchas percibidas como ontológicamente superiores a otras?¿Cuánto nos jugamos invisibilizando?¿Qué hay detrás de los intentos de aproximación a “los feminismos” desde una en saltación de lo femenino?
Los feminismos como producto, como anécdota asumida para poder así desactivarlos como herramientas de resistencias. Y así tener entretenidas a algunas mujeres que mientras están buscándose a sí mismas contraemos ceguera a la opresión de les otres. Para cuando las mujeres blancas despertemos quizás sea demasiado tarde.
Trabajo
El juego funciona así: el gesto es casi imperceptible, sutil y rápido.
Pero está ahí, no tan oculto.
Una suerte de repetición temporal.
Mi abuela en 1955 trabajando para un señorito andaluz, mi otra abuela manchega trabajando al mismo tiempo para el farmacéutico del pueblo. Mi madre trabajando en un hotel en Benidorm en los 70 y yo trabajando treinta años después en lo que me gusta llamar “hostelería educativa”.
Todas estas situaciones acompañadas de la misma coletilla “no me puedo quejar”.
Nosotrxs lxs de la herencia cultural del patio de vecinas cuya banda sonora es María del Monte. Lxs que crecimos en casas sin libros porque el aprendizaje de nuestras familias venía de otro lugar.
Nosotrxs cuyos gustos refinados y moderneo intentamos sin éxito imitar, cuya forma de hablar se corrige. A nosotrxs siempre se nos subestima. Que no se nos enseñó a hablar en púbico, que nunca hablaremos lo suficientemente bien un segundo idioma (o tal vez, nunca lo hagamos). Ni conoceremos los suficientes países porque probablemente ni siquiera tengamos el privilegio de disponer de tiempo y dinero para poder conocer el nuestro.
Nosotrxs a veces, solo a veces, en un giro inesperado del guion ocupamos espacios donde no se nos espera. Y es justo en ese punto donde nos recordáis cuál era nuestra casilla de salida. Ojo con pasarse de la raya. Nosotrxs cuyo cuerpo trasciende normas, cuyas fronteras se han tatuado en la cartografía de nuestra mal llamada libertad.
No tengáis la osadía a decirnos cómo hemos llegado aquí.
¿Qué hacer cuando estás donde no se te espera? Asumir contradicciones desde la inminencia de su irrefutabilidad. La pose, la foto y vacío.
El proceso de subjetivización desde el no ser capaz y desde la esperanza de que con esfuerzo se consigue todo. Cómo competir con aquellxs a los que su autoestima está construida desde la certeza material ¿qué factura pasa el proceso?
Texto publicado en el nº4 del Femzine ma(u)rciana Vulva Estelar