Dícese de la liturgia que es “aquel orden o forma con que se llevan a cabo las ceremonias de culto en las distintas religiones o ritual de ceremonias de actos no religiosos”. Bagdad, capital iraquí, es una capital litúrgica, sede de cultos y rituales petroleros de orden mundial que ahora se expande en brazos armados de no menor culto religioso, o lo que siempre ha venido a ser lo mismo: acto patriótico. Make America Great Again. Fuera de juego, Sadam Husein no volvería a ser un problema que escapase al control económico de los Estados Unidos de América y a la tranquilidad de sus seres políticos, que mientras chuperreteaban majestuosas fuentes de marisco, vieron caer las emblemáticas torres gemelas del odio y la opresión islámica (pero no por una cuestión religiosa, de culto engañoso, como nos pretenden hacer creer, sino por aquello que se superpone a ella: la hegemonía económica y política de Occidente. El verdadero brazo armado que une a Sadam Husein con Osama Bin Laden). Había que invadir Irak, como ya había sucedido con Afganistán, porque ese era el ritual litúrgico: tomar lo que es nuestro, por nuestro bien y por el poder que nos confiere nuestra raza y supremacía moral y, por tanto, religiosa, para garantizar propiamente nuestro bienestar. Y hay ciertas cosas que el petróleo puede garantizar en esta vida. El fin siempre ha justificado los medios: la posición estratégica en Oriente Medio (bloquear el abastecimiento de los países enemigos Rusia, China y Turquía). Así pues, lo que estaba en juego no era la supremacía de un Dios, de nuevo, sino la superioridad económica y moral de aquellos países que han alimentado la guerra como ritual de ceremonias para vanagloriarse “de un mundo mejor y más seguro”. Puro imperialismo.
Hoy no es diferente la situación en Irán.
Los Estados Unidos de América, estado nuclearmente armado (por la seguridad internacional), ha presionado, porque puede, para reducir los ingresos petroleros del país, imponiendo elevadas sanciones al comercio con Irán. Todo esto con el ánimo de paralizar supuestos movimientos armamentísticos nucleares sobre los que la administración Tromp sospecha. Los mismos que ya en 2003 justificaron la invasión de Irak (y que luego nunca fueron demostrados). Ante la situación de alta tensión por la amenaza iraní de tomar represalias, EE. UU. y Reino Unido ya han retirado personal diplomático y elevado los niveles de alerta de las tropas en territorio iraquí, donde se encuentran sus más importantes explotaciones petroleras desde la invasión (ahora en el punto de mira). «Y se van a quemar si siguen ahí. Las llamas van al cielo a morir» .
De nada sirven las plegarias en un mundo donde juntar las palmas y separarlas es un simple ritual cuando la fe está en manos de otros, de un pez más gordo: porque Dios tiene dueño.
Canta Rosalía en su álbum el Mal querer, que «solita en su pena se va a ahogar». Se llenan las iglesias de manos hacia su Santidad, pero hemos perdido el respeto, por haber permitido la intolerancia: la piedad es clasista; y eso es lo que hace de verdad este mundo, un mundo miserable. Más de uno debiéramos ahogarnos en nuestra pena, si esta es la historia a la que estamos dispuestos a darle la espalda.
Pero Rosalía no se ahoga, y tú tampoco. Es peor que eso: la mierda nos llega hasta el cuello y ni si quiera somos capaces de girar la cabeza. Por necios. Por mal queridos, y peores amantes.
[Alerta: SPOILER. El resto del artículo puede revelar partes de la trama de Juego de Tronos]
Y a propósito de Rosalía, la Khaleesi de estos reinos, llega el final de la serie Juego de Tronos, emitido en HBO España el pasado lunes, y que ya adelantaba para el disco promocional oficial “For The Throne” con la canción: Me Traicionaste (con A. CHAL).
Tras su particular holocausto en Desembarco del Rey, la tirana entre tiranos, opresora del mismo pueblo que dice haber liberado, ha caído junto al trono de hierro. Una preciosa daga de amor traicionera le ha atravesado las entrañas (y el traje de cuero negro escogido para la ocasión).
América ha hecho lo único que podía hacer: acabar con ella por no poder acabar con lo que representa. En la Casa Blanca todavía crecen huevos de dragón.