Salvo por honrosas excepciones, apenas si veo debates políticos en televisión. Entre otras cosas porque aparte de mezquinos y desatar auténticas algarabías tengo la sensación que tamaña estulticia debe responder a un guion con objeto de crear un espectáculo televisivo que a modo reality satisfaga al público al que va dirigido en aras de embrutecer al mismo.
Lo que se llama «tele basura», que inunda la pantalla y que en sus numerosos formatos seguimos sin saber si es porque el público lo demanda, porque es barato y rentable o, en estos tiempos que corren, parece ciertamente malintencionada. Lo cierto es que debe funcionar por mucho que insistiera Einstein en aquello de que “Dos cosas son infinitas: el universo y la estupidez humana y no lo tengo del todo claro en el caso del primero”.
El caso, es que el otro día zapeando por el televisor me tope en la sobremesa con un grupo de tertulianos en Tele 5 que, presuntamente, debatían acerca de la causa abierta sobre la esposa del presidente Sánchez. Quizá no llegara ni al minuto de visionado cuando tuve que cambiar de canal ante el siguiente disparate de uno de los contertulios:
“Lo que no sabemos es qué ha ido hacer Sánchez a la ONU, a resolver los problemas de Palestina, y no nos explica cómo pasó su mujer de las saunas a dirigir cátedras en la Complutense”.
No sé si alguno de los citados tertulianos y tertulianas o el presentador le respondió al tipo en la forma debida pero llamar puta a la mujer del presidente del gobierno en un plató de televisión además de caer en lo más bajo y ser de lo más rastrero es una deplorable prueba del nivel de la oferta televisiva de la cadena.
Lo peor es que la cosa no queda ahí sino que la política nacional gira en torno, entre otras, a las «presuntas» tramas delictivas de la esposa del presidente, del hermano de este y, a la contra, los conocidos líos con el erario público del novio de Díaz Ayuso.
A costa de todo esto el Congreso, por si no era suficiente, se ha convertido en un auténtico gallinero mientras que el Senado, esa institución inútil como ya entrevé la propia Constitución, se ha echado al monte con un PP al mando vuelto a la casilla de salida de sus padres fundadores en los estertores del franquismo.
Por cierto y por hacer un inciso, curiosa dictadura esta de la que acusan al gobierno de Pedro Sánchez las huestes del PP y las hordas de Vox, cuando se permiten contra el mismo todo tipo de insultos y calumnias así como sus medios afines, un parlamento que echa para atrás día sí y otro también numerosas propuestas del mismo y que es pasto de buena parte de la judicatura a la búsqueda y captura de causas que puedan perjudicarle de cualquier manera con miras a derrocarlo con la fuerza de las togas, lo que no consiguieron con la de las urnas.
En definitiva, nos referimos a lo que podríamos llamar la «política con minúsculas» que ha tomado al asalto las instituciones mientras la «política con mayúsculas», la que debería dar cuenta de los problemas de la gente, mira para otro lado mientras el mundo se desangra asolado por conflictos como los de Ucrania y Palestina, está a merced de un nuevo pretendido emperador de occidente que impone su razón mediante la extorsión y la fuerza y el planeta se retuerce visto el desprecio al que se le ha sometido a pesar de más de 40 años de serias y probadas advertencias de la comunidad científica.
Atentos.
