Han pasado más de dos meses desde las elecciones generales del 28 de Abril y ante la sorpresa (o no) de propios y extraños el ganador de las mismas, el candidato más viable y actual presidente del gobierno en funciones Pedro Sánchez no sabemos hacia dónde se dirige. Si su intención es la de dar rienda suelta a un gobierno de corte liberal de tan nefastas consecuencias en las últimas décadas u otro de carácter socialdemócrata que anteponga los intereses de las personas por delante de los de la industria, el capital y el mundo financiero.
Vaya por delante que nunca simpaticé con Pedro Sánchez. A fuerza de ser sincero casi diría que se trata de un advenedizo que un día se encontró con la secretaría general del PSOE de casualidad, una serie de fortuitas circunstancias le llevaron a la Moncloa, le gustó el asunto y aunque de distinto modo que M. Rajoy, se ha convertido en otro superviviente que intenta aferrarse al cargo como puede.
No es que pretenda ser duro con el candidato es que si observamos su reciente trayectoria en la carrera política es la conclusión a que nos lleva. Pedro Sánchez llega a la Secretaria General del PSOE en primera instancia en 2014 casi por sorpresa, cierto es que elegido por los militantes, pero con la sospechosa sensación de estar de paso hasta que llegara el momento de Susana Díaz de la mano de los barones socialistas. Aunque también de claro corte socio-liberal acaba rebelándose como candidato a las elecciones generales de Diciembre de 2015, lo que supuso su primer enfrentamiento con el aparato del partido.
Pasadas las mismas la victoria insuficiente de M. Rajoy y su negativa a presentarse a una moción de investidura, invitan a Sánchez a fraguar un acuerdo de investidura con Albert Rivera, a pesar de evidenciar éste ya un claro viraje al neoliberalismo. Tras resultar fallida la propuesta acaban volviéndose a convocar elecciones el 26 de Junio de 2016, donde el PSOE consigue el peor resultado de su historia en el actual periodo democrático en España.
El PP y Cs son los que en esa ocasión alcanzan un pacto y presentan su acuerdo de gobierno en una primera investidura que es rechazada igualmente por el Congreso. A partir de ese momento las presiones se agudizan sobre el líder socialista y su partido para que permitan que la gobernabilidad del país recaiga en manos del PP. Es el momento del conocido «no es no» de Pedro Sánchez debido en general a la trayectoria política de los gobiernos de M. Rajoy y en particular a los numerosos sumarios judiciales abiertos contra el Partido Popular por graves delitos de corrupción. Pero la vieja guardia del PSOE con Felipe González a la cabeza y todo el entramado mediático exigen la rectificación de su grupo parlamentario lo que conduce a la dimisión de Sánchez de la Secretaria General, que entregue su acta de diputado y acto seguido M. Rajoy vuelva a proclamarse presidente del gobierno gracias a la abstención de 68 de los 83 diputados del PSOE.
A partir de ese momento Pedro Sánchez da un giro radical en sus postulados políticos y reconoce sus errores al haber ligado acuerdos por su derecha con Ciudadanos y no haberlos acometido de manera preferente por su izquierda con Podemos, con quien debiera ser el socio natural del PSOE por sus principios socialdemócratas, su historia y sus siglas. Sobre esa nueva premisa Pedro Sánchez empieza a recorrer las agrupaciones locales del partido por toda España y logra recuperar la secretaría general en Mayo de 2017 con más del 50 % de los votos de la militancia, ganándole la partida a toda la maquinaria del partido y a su candidata Susana Díaz.
Un año más tarde tras el fallo condenatorio al Partido Popular por parte de la Audiencia Nacional, la primera vez que un partido político es condenado como tal en España, el PSOE presenta una moción de censura en el Congreso de los Diputados que, por primera vez también en la reciente historia de la democracia española, consigue desalojar al gobierno. A partir de ese momento Pedro Sánchez se hace con la jefatura del gobierno y con el apoyo de Podemos asume finalmente su deseo de agotar la legislatura. Sin embargo el rechazo a la propuesta de presupuestos generales del estado acordados por PSOE y Podemos por parte de los partidos independentistas catalanes, tumba la escueta mayoría parlamentaria que había hecho posible la moción de censura y obliga a Pedro Sánchez a convocar elecciones generales para Abril del presente año. Las que gana ampliamente aunque en minoría y… hasta ahora.
En el momento de escribir estas líneas resulta imposible adivinar qué va a suceder en las próximas semanas o meses acerca de la formación de gobierno, con qué apoyos contará Sánchez, si será un gobierno de coalición o un acuerdo programático de legislatura con Podemos, si se terminarán convocando nuevas elecciones o sí incluso PSOE y Cs –su única opción posible para conseguir mayoría absoluta-, vuelven a estrechar lazos. Lo único seguro o casi seguro es que caso de convocarse nuevas elecciones la abstención aumentaría fruto de la decepción de la ciudadanía ante la incapacidad de la clase política para llegar acuerdos, lo que beneficia al bipartidismo y en especial a los conservadores.
A primera vista y a expensas de los últimos movimientos del PSOE y la siempre intrigante trama mediática, se diría que este es favorable a un acercamiento a Ciudadanos para a través de su abstención lograr la investidura. O lo que es lo mismo, una vuelta de tuerca más a su zigzagueante carrera que le acercaría nuevamente a la derecha del tablero político.
Por otra parte es razonable la actitud de Podemos de pretender su entrada en el gobierno junto a los socialistas –en la proporción debida tal y como se da en otros casos en Europa, aunque no tenga por qué ser absolutamente necesaria-, dada la conocida experiencia del PSOE en España acostumbrado a decir una cosa cuando está en la oposición o en campaña y hacer justo la contraria cuando está en tareas de gobierno. Podemos asume además con ello el riesgo, tanto la gesta salga bien como si sale mal, que una coalición de gobierno con el PSOE podría significar su fin como formación política. En el primer caso porque podría quedar absorbida por el partido socialista y en el segundo por su fracaso como partido de gobierno.
No obstante el PSOE parece haberse tomado muy en serio el axioma de no querer a Podemos en su gobierno. Es fácil adivinar que para tener más manga ancha y evitar de este modo que alguien le esté recordando constantemente en el cogote el significado de sus siglas.
Llegados a este punto cabría recordar que los gobiernos con mayoría absoluta son desde hace décadas la excepción en Europa por lo que ha llegado la hora para España de su debida emancipación democrática y de manera más crucial la hora de hacer política de verdad. Tarea nada fácil cuando se carece de experiencia en ello como es el caso. Máxime cuando la crisis ha traído como una de sus consecuencias la irrupción de nuevos partidos políticos en todo el escenario europeo, lo que hace aún más necesaria la proliferación de acuerdos de gobierno de un modo u otro. Pero no es menos cierto que ello engrandece más la democracia y la política misma dotándola de mayor sensibilidad y cubriendo un espectro más amplio del sentir de los ciudadanos. Y prueba de ello que los avances en materia social y en general en cuanto a desarrollo desde el fin de la 2ª. Guerra Mundial han resultado más fructíferos en países donde las mayorías absolutas han sido la excepción y no la regla.
Lo que nos viene a decir en definitiva que no es estrictamente necesaria la tan manida mayoría absoluta para gobernar. Al PSOE con Pedro Sánchez a la cabeza –si quiere abrirse paso a la socialdemocracia y pretende emular a la vecina Portugal como ha referido en tantas ocasiones de lo que personalmente quien suscribe tiene serias dudas-, le basta con llegar a un acuerdo con Unidas Podemos en la forma que sea para constituir una mayoría estable a solo 18 escaños de su ansiada mayoría absoluta. Superar aunque sea con la abstención de unos u otros la investidura e ir suscribiendo acuerdos puntuales con el resto de fuerzas minoritarias cuando así sea necesario con la total seguridad de contar con una oposición feroz y despiadada. Todo un riesgo pero a su vez un reto para fortalecer la tan denostada política española, hasta ahora bastante alejada de los estándares europeos de democracias en muchos casos centenarias.
Lo hemos expresado en numerosas ocasiones, tanto España como Europa en general necesitan un profundo cambio de rumbo ante la hecatombe provocada por la ortodoxia capitalista neoliberal y su deriva hacia un futuro más que incierto en todos los ámbitos si sigue campando a sus anchas sin menoscabo alguno. Ya hemos asumido esa parte de la historia que nos ha tocado vivir pero la socialdemocracia puede y debe ser el referente para evitar que un capitalismo desmedido acabe dando al traste con la humanidad. Pedro Sánchez tiene la oportunidad de dar el primer paso para ello pero… ¿Cuál de entre tantos Pedro Sánchez será el que nos toque las próximas semanas?
Atentos