Estar en el margen es ser parte del todo,
pero fuera del cuerpo principal.
¿Quién convoca? , dices, mientras clavas en mi pupila tu pupila azul, ¡Quién convoca!
Después solo ruido,
El éxito de convocatoria, ese monstruo mitológico del activismo, lo ha devorado todo.
La vara de medir empieza a carcomer ánimos…
La arena se escapa entre las manos y el gesto se tensa …
¡Quién osa organizar sin ser ente!
El margen es margen, el centro es centro.
¿No lo sabes ya? ¿Acaso no te lo han explicado? ¿Quién agita el centro desde el margen?
Mantra oficial, respuesta oficial.
La lucha titánica de logos entra en juego…
Es muy sencillo: si lxs mixs no me llaman no voy y si lxs mixs me llaman voy.
Pero ojo con perderse algo,
a ver si esto va en serio y no salgo en la foto…
La j****a foto…
Al final, un diagnóstico: femi-escéptica (con reservas).
Mil y una ideas en la cabeza y el incierto consuelo de que esto pasa en casa de todas. Decía Audre Lorde que las feministas teníamos que habitar orgullosas la casa de la diferencia. Y me encantaría poder charlar con ella para que me explicara cómo se consigue ¿cómo empezamos a construir la casa de la diferencia de los feminismos? Para que ser activista feminista no sea equivalente a partir siempre de cero y a estar a la intemperie. Cada unx llegamos con nuestra historia personal a los feminismos, antes o después y desde innumerables lugares. Pero estoy convencida de que dependiendo de la edad, la experiencia y herramientas personales de las que dispongamos, situaciones de conflicto dentro del propio activismo te pueden desactivar durante demasiado tiempo. Puede que incluso para siempre. ¿A cuántxs compañerxs hemos echado de la casa de la diferencia? ¿cuántas diferencias caben en esta casa? ¿Qué diferencias se visibilizan en esta casa? ¿Sabemos las feministas blancas de esta casa trabajar la interseccionalidad? ¿Queremos hacerlo? ¿Queremos revisar nuestros privilegios?
Me gustaría pensar que los movimientos del margen del movimiento feminista no son seguidos con lupa entre nosotrxs, ni juzgados en función del impacto que tengan en los medios. Se me escapa esa lógica, no comprendo cómo el activismo feminista puede ser categorizado en términos de éxito y fracaso. Qué tramposo es este planteamiento y qué injusto sabiendo que somos lxs que somos. ¿Tenemos que dejar de organizar saraos feministas por el miedo a que seamos pocxs? ¿Por qué, en demasiadas ocasiones, se prioriza representación a respuesta?
Tal vez no entendimos que esto no va de protagonismos, sino más bien de acciones de respuestas, de planteamientos que denuncien el orden patriarcal heteronormativo establecido, de plantarle cara a un sistema que nos mata, humilla, invisibiliza y hace de nuestras vidas una carrera de obstáculos. Tejer redes no es un ejercicio rápido, se da en espacios pequeños y entiende más de caras y afectos que de planteamientos políticos.
La respuesta feminista es un movimiento que está por encima de nosotrxs. Nos supera porque no es solo la suma de todxs nosotrxs. Es un grito sin foto, una lucha bio-lenta y una corriente que no se puede canalizar, ni cabe en un puño.
Tal vez esto solo pase en las ciudades pequeñas, pero estoy cansada de la queja fácil, de mirar siempre a las ciudades grandes para pensarnos, del “no nos organizamos”, “no tenemos capacidad de respuesta” o del directamente “lo hacemos fatal”. A veces creo que hemos aprendido del patriarcado a ser tan exigentes con nosotrxs mismxs que también proyectamos eso en nuestro activismo.
¿Es tan complicado comprender que los tiempos del activismo y los tiempo de respuesta de otros tipos de organizaciones no son los mismos? ¿Es imposible entender que el activismo feminista no le pertenece a nadie?
¿Quién convoca? , dices, mientras clavas en mi pupila tu pupila azul, ¡Quién convoca!
Convocas… tú, guapi.