Tras el resultado de las elecciones del 20D del pasado año, creímos ver la posibilidad de que una nueva puerta se abría en la escena pública española que permitiera profundizar aún más en la democracia y dar un nuevo sentido al insoportable tedio en que se había convertido la política en los últimos años y que la ha llevado a tal grado de desafección por gran parte de la ciudadanía.
Sólo la aparición del movimiento 15M fue capaz de despertar de su letargo a buena parte de ésta, especialmente a los jóvenes, tanto que a pesar de todo el ruido mediático en su contra al poner en entredicho y sacarle los colores al sistema supo conjugarse también en nuevas formaciones políticas que han acabado irrumpiendo con fuerza en España.
Por otro lado Ciudadanos, un partido con una década ya de experiencia en el ámbito político y con representación en la Asamblea de Cataluña, que si bien en un principio de orientación centro – izquierda se ha ido desplazando hacia posiciones mucho más conservadoras para captar el voto de los desarraigados del Partido Popular, ha venido también a añadir un nuevo plus a la vida parlamentaria.
Pero no ha podido ser. De un lado la soledad de Rajoy y su partido, apegado hasta las últimas consecuencias a su marchamo e inmerso a la vez en multitud de casos de corrupción y de otro el nuevo fiasco de un PSOE que vuelve a hacer un discurso progresista durante la campaña electoral para acabar renunciando después al mismo, no han sido capaces de dar luz a un pacto de gobierno con otras formaciones que hubiera representado un salto adelante en nuestra democracia.
Por lo que les toca, achacarle culpa alguna de la falta de entendimiento y la convocatoria de unas nuevas elecciones a Ciudadanos y Podemos y todas sus confluencias, más allá de una envenenada argucia electoral, falta al más más puro sentido común. Tratándose de nuevas formaciones que tras irrumpir con la fuerza que lo han hecho en la escena parlamentaria, resulta de lo más obvio que no iban a renunciar a sus principios más básicos a las primeras de cambio, defraudando a su electorado del mismo modo que han venido haciendo año tras año PP y PSOE.
Decía Margaret Tatcher, en una entrevista retirada ya de la política activa, que el mayor éxito de su carrera había sido: Tony Blair. Y no le faltaba razón a la legendaria Dama de Hierro. El, por aquel entonces, líder del partido laborista no dudó en abandonar los principios de la socialdemocracia clásica y promover una nueva versión de socio-liberalismo en lo que él entendía como una innovación de las ideas y, de paso, la posibilidad de atraer para sí a las capas más altas de la sociedad británica. Lo que acabó desplazando tan a la derecha el tablero político, estrechó tanto las distancias entre los diferentes participantes en el juego y contagió de tal modo al resto de los tradicionales partidos socialdemócratas europeos que ha acabado siendo difícil establecer claras diferencias, en la práctica y más allá de fundamentos teóricos, entre la agenda liberal y la de la nueva socialdemocracia del SXXI. Lo que del mismo modo ha traído como resultado una fuerte y generalizada caída en la confianza de los partidos socialistas del occidente europeo en las dos últimas décadas al producirse un airado rechazo a dichos pronunciamientos entre su electorado tradicional.
Éste ha sido también el principal motivo por el que el PSOE ha ido perdiendo credibilidad entre sus votantes y no ha sido capaz de recuperar el terreno perdido a pesar del desgaste del Partido Popular. Escorarse tanto hacia los postulados liberales en pos del ansiado voto conservador, le ha hecho quedar atrapado y cautivo de las grandes corporaciones industriales y financieras de nuestro tiempo, tal como le ocurriera en su día a los antiguos partidos liberales que perdieron su condición expedita para arrojarse en manos de ese mismo poder económico. Con la diferencia entre uno y otro caso que el electorado de este último por su condición conservadora castiga en menor manera a los suyos que el tradicional de izquierdas, mucho más crítico, hace con los propios.
En otro tiempo, tras el resultado del 20D, lo más obvio es que el PSOE hubiera propuesto un acuerdo de gobierno con aquellos partidos próximos a su línea ideológica y programática como Podemos, IU, Compromis, etc. Sin embargo el histórico partido socialista prefirió firmar su acuerdo con Ciudadanos, un partido reconvertido a la corriente neoliberal, lejos por tanto de lo que se presupone de un partido al que sus mismas siglas tachan de “Socialista” y “Obrero”.
A partir de ahí y vista la consabida soledad del PP ha sido imposible que el Parlamento pudiera refrendar un gobierno tras las pasadas elecciones. Ahora, nos enfrentamos a un nuevo escenario que como novedad importante nos trae una esperada y lógica coalición «Unidos Podemos», entre fuerzas con similares premisas ideológicas como son Podemos, Equo e IU. Como decíamos antes el carácter mucho más crítico de la izquierda en general, sobre todo en sistemas electorales como el español que prima las mayorías y fomenta el bipartidismo, ha traído como resultado que la disgregación del voto entre numerosas formaciones a ese lado del escenario político trajera negativas consecuencias a la hora del reparto de escaños. Es de suponer entonces, con todas las cautelas, que dicha coalición debería traer resultados más positivos para la misma que los cosechados en la pasada cita por cada parte, aunque no por ello dejen de mostrarle rencor algunos de sus antiguos simpatizantes, guardianes de viejas ilusiones y que no olvidan el menosprecio y zancadillas al paso de la otra parte.
En cuanto al desarrollo de la campaña, tal como estamos viendo, parece centrarse en un enfrentamiento entre PP y Unidos Podemos, relegando a un papel secundario al PSOE y a Ciudadanos. En el caso del PSOE por sus consabidos problemas, sus batallas internas por el control del mismo y su permanente debate entre las diferentes posiciones ideológicas que lo conforman. Cuestiones estas que de no remediar con urgencia pudieran pasarle una pesada factura. Y en el caso de Ciudadanos por las excesivas expectativas causadas el 20D que no se cumplieron y porque parece darse por descontada su alianza con el PP después de las elecciones.
Por lo que se refiere al Partido Popular habrá que ver la capacidad de resistencia de sus incondicionales a las interminables e inagotables tramas corruptas que le asolan y al deterioro generalizado de la economía a pie de calle e incluso ya en las grandes cifras como en el consabido aumento de los desequilibrios sociales, del déficit público, de la deuda pública o la peligrosa merma de las reservas de la Seguridad Social. Consciente de ello y teniendo en cuenta la debilidad del partido socialista, su tradicional adversario, los buenos resultados obtenidos en el mes de Diciembre por Podemos recuperando el espacio natural del propio PSOE en el marco político y las principales características de su votante natural, resulta obvio desde su punto de vista que haya centrado su campaña en el llamado “recurso del miedo”.
Aun a pesar del escaso efecto de este en el anterior proceso electoral, su endurecimiento en el actual con continuas alusiones al chavismo, la revolución bolivariana o la supuesta influencia del régimen iraní sobre Podemos sigue siendo el eje central de su campaña. No pueden sorprendernos tampoco ahora tras la incorporación de IU las apelaciones al régimen comunista de la extinta Unión Soviética y a las dictaduras totalitaristas más allá del antiguo Telón de Acero en la Europa de la Guerra Fría, colocando a los Garzón, Iglesias y compañía como adláteres de las mismas. E incluso el recurso a comparativas con el caso griego culpando a Syriza de la crisis de su país como si ésta fuera la causante de la misma. El motivo de todo esto no es restar evidentemente votos a la coalición de izquierdas si no a costa de la reiteración y la intimidación recuperar los que el propio Partido Popular ha ido dejando por el camino, más allá de los que pudieran haber optado por dar su confianza a Ciudadanos y que fueron a parar a la abstención en la anterior convocatoria. En especial a sus “votantes tipo”, que según todos los institutos demoscópicos les sitúan entre personas de edad avanzada a los que cualquier referencia al comunismo les devuelve antiguos prejuicios.
Por lo que respecta a Unidos Podemos, si quiere seguir ganándose la confianza de los ciudadanos tendrá que evitar determinadas formas que aun pudiendo ser entendibles con el clima existente y propio de la confrontación electoral, entran en el terreno de las descalificaciones y la verborrea excesiva habitual de los partidos tradicionales. A sabiendas de la virulencia de sus adversarios, de su larga experiencia, de la capacidad de la maquinaria mediática disponible por los mismos, de las inevitables secuelas de errores propios una vez alcanzadas responsabilidades de gobierno en numerosos ayuntamientos y comunidades autónomas así como del resultado de su pública visibilidad, Unidos Podemos, debe centrarse en la debida explicación de sus propuestas programáticas con coherencia y de la manera más clara posible, huyendo de confrontaciones absurdas y reconociendo dichos errores allá donde los haya. Además de evitar intromisiones en cuestiones menores o de épocas pasadas que desvíen la atención de los problemas que hoy verdaderamente importan en este país.
Aventurar por tanto un resultado para el próximo envite electoral resulta hoy por hoy del todo imposible. Por macerar algo que pudiera parecer seguro, o casi, que el Partido Popular volverá a ganar las elecciones aunque no conseguirá mayoría suficiente para gobernar. Y que, una vez más con «sorpasso» o sin él, el PSOE tendrá la llave del próximo gobierno o lo que es lo mismo en su mano estará mantener la iniciativa neoliberal al frente del gobierno de España a través de «la gran coalición», que demanda a voces el PP o reavivar la socialdemocracia llegando a un acuerdo con la izquierda que ha ocupado su espacio del tablero.
Buen análisis de la situación política actual de nuestro país, la solución??? nos tocara esperar a venir de las vacaciones y ver a que acuerdo han llegado y entre que partidos, en fin nunca pensé que llegaría a conocer esta situación, lo dicho, buen articulo.
Gracias por su comentario.
Lo veo chungo, por no decir negro, ya que aunque la «izquierda teórica» sume más votos, al final las alianzas imposibles no lo son tanto. Aquí estamos ante una batalla por el relevo político y el voto del ciudadano se tiene en consideración cuando conviene. Con esto y todo, me toca ir a la mesa electoral, pero ya estoy un poco quemado del asunto. No creo que el resultado de estas elecciones sea notablemente diferente al anterior y por tanto creo que nos están haciendo perder el tiempo; de nada sirve cantar sinfonías que luego el director de la orquesta no admite. Me refiero a Europa, a esa amalgama de naciones que sobrescribe la voluntad de los países individuales con intereses más bien afectos a la curia económica.
Aunque la OCDE acabe de reconocer que las políticas desarrolladas por la UE en los últimos años para hacer frente a la crisis han resultado fallidas, no es menos cierto que pueda parecer un nuevo brindis al sol dada la importancia del proceso electoral español en el seno de la misma. España no es Portugal ni Grecia y un cambio de rumbo en sus políticas o lo que es lo mismo un enfrentamiento con la ortodoxia alemana podría dar pie a otras democracias europeas a plantar cara a las nefastas políticas que han hecho que esta crisis tome un cariz crónico aumentando de manera pertinaz los desequilibrios sociales y lo que es peor no pareciendo tener visos de solución al respecto.
En cualquier caso, todas las quinielas apuntan que el PSOE que, en definitiva será el que tenga la llave para decir si España permanece aferrada a la doctrina neoliberal –Partido Popular-, o retoma la socialdemocracia clásica –Unidos Podemos-, acabará plegándose a los primeros.
Veremos.
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