Experimentos realizados en 1996 han puesto de manifiesto la existencia en nuestro cerebro -y en el de otros animales- de lo que se han dado a llamar neuronas espejo. Cuando uno percibe el dolor de los otros, se movilizan automáticamente los mismos circuitos neuronales afectivos que cuando se siente el propio dolor. Es lo que se entiende por empatía. El destacado neurocientífico Marco Jacoboni indica que los estudios relacionados con las neuronas espejo revelan, junto con experiencias sobre desarrollo infantil, que los seres humanos somos empáticos.
Steven Pinker, psicolingüista de la Universidad de Harvard, en un artículo sobre la ciencia de la moralidad (2008) sentenció: «El hombre llegará a ser mejor si se le muestra como es».
En 2008, Gary Olson, profesor de Ciencias Políticas, publicó un artículo titulado «De las neuronas espejo a la neuropolítica moral». En ese artículo, Gary Olson intenta explicar cómo, sabiendo que somos empáticos por naturaleza, sucede lo que está sucediendo. Indica que ello se debe a que la maquinaria capitalista intenta mantener a la gente a raya con el fantasma de una identidad construida sobre los valores de mercado. En palabras de Jeremy Rifkin, «el ser humano es agresivo, materialista, utilitarista e interesado por naturaleza».
Luis Rojas Marcos, profesor de Psiquiatría en la New York University, es autor de un libro que mereció el Premio Espasa Ensayo 1995, titulado Las semillas de la violencia, en el que afirma: «Todos nacemos con la capacidad para la compasión, la generosidad, la abnegación y la empatía». A lo largo del libro, como indica su título, va explicando cuales son las «semillas de la violencia».
En la Introducción de su libro La civilización empática. La carrera hacia una conciencia global en un mundo en crisis (Paidòs, 2010), Jeremy Rifkin, uno de los pensadores sociales más celebres de nuestra época, indica: «La conciencia creciente de que somos una especie esencialmente empática tiene consecuencias trascendentales para la sociedad». Desde mi punto de vista, una de esas consecuencias está relacionada con la forma cómo, en la actualidad, se está abordando el tema de las vacunas contra el covid-19.
Según Rifkin, esa, nuestra naturaleza empática, hace que cuando se nos da la oportunidad tendemos a «colaborar con los demás (con frecuencia, libremente) por el puro placer de contribuir al bien común». «La colaboración se impone a la competición». «Quizás la cuestión más importante a la que se enfrenta la humanidad es si podemos lograr la empatía global a tiempo para salvar la Tierra y evitar el derrumbe de la civilización».
En ese libro, Rifkin recuerda que, en 1959, en el curso de una investigación realizada en el Hospital Universitario de Londres, «se observó que cuando los estudiantes de medicina trabajaban de forma participativa en grupos pequeños para diagnosticar a sus pacientes, eran capaces de evaluar más rápidamente y con mayor grado de certeza que cuando realizaban los diagnósticos en solitario. El contexto de colaboración daba a los estudiantes la oportunidad de retar las asunciones de los demás, tomar las ideas y reflexiones ajenas como punto de partida y llegar a un consenso negociado relativo a la situación del paciente».
El problema de las patentes
En estos momentos, nos encontramos con un problema mundial: necesitamos una vacuna contra el covid-19 que está azotando a toda la humanidad. Sin embargo el capitalismo, al incluir el concepto de patente en la Organización Mundial de Comercio (OMC), ha convertido en mercancía el conocimiento, un bien común de la humanidad. Puesto que no ha tenido éxito la propuesta de la India y Sudáfrica de «eximir las inmunizaciones contra el covid-19 de los derechos de propiedad intelectual mientras dure la pandemia», toda la investigación y desarrollo de vacunas está a cargo de grandes farmacéuticas privadas, que buscan obtener una patente y el dinero asociado a su venta. Nada de colaboración, nada de trabajo colectivo y participativo, solo competición. El contexto de colaboración es incompatible con el concepto de patentes en el que prima el dinero sobre el bien común.
Rebeca Grynspain, Secretaria General Iberoamericana (SEGIB), junto con Mariana Mazzucato, catedrática de Innovación y Valor Público y directora del Institute for Innovation and Public Purpose (IIPP1) del University College de Londres, ha publicado un artículo, en Newsweek, en el que afirma que «tenemos que impulsar una acción global para que la necesidad y la urgencia tengan prioridad por encima de los intereses comerciales y nacionales».
Por otra parte, Rebeca Grynspain, en su artículo, «Vacunas, un bien público global», publicado en El País (21 de febrero de 2021, sección Negocios) indica: «Si no actuamos con premura, superando los nacionalismos y el afán de lucro per se, no solo se amplificará el problema sanitario que enfrentamos hoy, sino también su impacto socioeconómico. La vacuna de acceso universal es apenas el comienzo de un trabajo de recuperación que será largo y complejo. Sin ella nos enfrentamos a graves consecuencias y a un gran sufrimiento humano».
Richard Smith, médico británico que desde 1991 hasta 2004 dirigió British Medical Journal (BMJ), una de las mejores revista médicas del mundo y ahora, según una noticia aparecida en El País del 17 de mayo de 2005, primer ejecutivo de United Health Europe, una empresa consultora que trabaja para la sanidad pública británica y ofrece sus servicios a otros sistemas de salud europeos, señala que lo que se publica en las revistas médicas es «una extensión del departamento de marketing de las compañías farmacéuticas. Los ensayos clínicos no mienten, según él, pero muchas veces tampoco dicen toda la verdad». Confiesa que le «costó un cuarto de siglo editando artículos para el BMJ hasta que se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo».
Smith cree necesarios más ensayos financiados por el sector público, trabajando juntos, intercambiando resultados y puntos de vista, como hacen los investigadores de las universidades y los centros públicos de investigación (en España, el CSIC, Consejo Superior de Investigaciones Científicas).
De una manera más o menos encubierta, la Organización Mundial de la Salud (OMS), junto con otros especialistas, ha indicado que únicamente podremos vencer al covid-19, si nos comportamos como verdaderos seres humanos, seres empáticos.