«De cualquier forma, puesto que debemos elegir un camino entre los muchos que llevan al mismo sitio, ojalá sea el que haya tomado un unicornio». Las palabras del mago Schmendrick hacia el final de El último unicornio (1968) de Peter S. Beagle otorgan cierta esperanza a tanta melancolía. Además, cierran el círculo simbolista que acompaña toda la historia. Y a pesar de que la unicornio es la protagonista, Schmendrick es el personaje que hace de este cuento de hadas un auténtico ejercicio metaliterario.
A diferencia de El día de los trífidos considerada como una novela de ciencia-ficción, El último unicornio pertenece al género fantástico. Este género se caracteriza por sus referencias a lugares, personajes y situaciones imaginarias. Mientras que la causa de estos fenómenos son sobrenaturales, en la ciencia-ficción la causa es la desmesura de la ciencia y del progreso. Los novelistas de ciencia-ficción están interesados en temas contemporáneos. Así, Wyndham se posiciona frente a las mutaciones biológicas y frente a la política de bloques. De ahí que se afirme a menudo que la ciencia-ficción es un género conservador, ya que lo que pretende es denunciar los peligros del progreso, el peligro de desobedecer a las leyes de Dios.
Metaliteratura
En su novela, Beagle narra la historia de una unicornio que un día decide ir en busca de los demás unicornios del mundo. En su viaje es capturada por la bruja Mamá Fortuna y salvada por el mago Schmendrick, conoce a Molly Grue y llega hasta el castillo de Haggard, donde enamora al príncipe Lír. Y por supuesto, sufre una transformación: se convierte en una preciosa joven. En cada paso que da la unicornio, conoce un personaje fantástico que, no sólo le da información de dónde se hallan los demás unicornios, sino información sobre el género fantástico. De ahí lo del ejercicio metaliterario.
El primer personaje que conoce es una mariposa a quién le pregunta si sabe quién es. La mariposa le recita diferentes poemas y cuentos, y finalmente la define: «Unicornio. En francés antiguo, unicorne. En latín, unicornis. Literalmente, con un solo cuerno; unus, uno y cornu, un cuerno». Es ella quien le habla del Toro Rojo y del rey Haggard.
De Mamá Fortuna sabemos que es un bruja con poderes de apariencia: un león que aparenta una mantícora, una boa que simula la Serpiente de la Tierra Media, etc. Uno de sus acompañantes, el mago Schmendrick, le dice que aquellos a los que estafa están deseosos de creer en fantasías. «La creencia es lo que marca la diferencia con las magias del tipo Mamá Fortuna. Bueno, si esa pandilla de botarates dejara de lado su credulidad no quedarían de sus triquiñuelas más que el sonido de una araña tejiendo». Esta reflexión de Schmendrick es una constante en él. Hacia el final, el mago confiesa a Molly Grue «No le ha ido tan mal. Los grandes héroes necesitan penas y amarguras, de lo contrario la mitad de su grandeza pasaría desapercibida. Todo es parte del cuento de hadas».
Es precisamente eso, un cuento de hadas lo que es El último unicornio, aunque también es algo más. Si tenemos en cuenta la definición de Tzvetan Todorov sobre lo fantástico en Introducción a la literatura fantástica, la novela se situaría en el género fantástico maravilloso puesto que al final no hay una explicación sobre los sucesos. A pesar de ello, el final es desconcertante: una princesa viene hacia Molly y Schmendrick pidiendo ayuda y éste la guía hacia los pasos del príncipe Lír. Este guiño a la literatura fantástica, ¿le sitúa en lo extraño? ¿Trata Schmendrick de explicarnos estos hechos sobrenaturales a través de las leyes de la literatura fantástica? Por supuesto, la teoría de Todorov es mucho más compleja que esto, pues añade más categorías a sus subdivisiones como lo insólito, lo extraño-puro, etc. Y además de compleja, también es una teoría que ha recibido numerosas críticas por englobar en esta definición de fantástico a géneros como el de la ciencia-ficción o las novelas policíacas en los que los sucesos son extraños.
Sin duda, lo que más interesa de una novela como El último unicornio es la aparición de esos mundos secundarios de los que habló Rosemary Jackson: los mundos de frontera, paralelos y alternativos. En este caso, desde el principio la unicornio expresa su deseo que salir de su bosque en búsqueda de los demás unicornios, por lo que su aventura comienza justo cuando cruza esa línea. También hay que destacar la presencia de mundos paralelos a lo largo de la novela. El primero se da cuando la unicornio presencia esos trucos de apariencia de Mamá Fortuna; el segundo cuando atraviesan el reloj del castillo para ir en busca del Toro Rojo.
En las tres formas de exploración de estos mundos que Jackson destaca, El último unicornio es circular, a pesar de todo. Y éste a pesar se debe a que, si bien cada personaje vuelve a su lugar de origen, la unicornio confiesa «He sido mortal y una parte de mí es todavía mortal. Estoy llena de lágrimas, de anhelos y de temor a la muerte, a pesar de que no puedo llorar, no deseo nada y no puedo morir. Ahora no soy igual que los otros, porque no ha nacido ningún unicornio que pueda tener remordimientos, y yo los tengo. Yo los tengo».
Que la novela sea un ejercicio metaliterario queda claro, no sólo por las palabras de Schmendrick, sino por las de otros personajes como Cully: «Robin Hood es un mito —dijo nerviosamente el capitán Cully—, un clásico ejemplo de los héroes populares legendarios, engendrados por la necesidad»; y por el mismo príncipe Lír: «Los héroes —replicó tristemente el príncipe Lír—. Los héroes lo saben todo sobre el orden, sobre los finales felices… Los héroes saben que algunas cosas son mejores que otras».
Simbolismo
Decíamos al principio que El último unicornio se nos presenta también como un ejercicio simbolista. El simbolismo no fue un estilo en el sentido estricto, sino una postura intelectual y enigmática, un acercamiento a la espiritualidad, la imaginación y los sueños que se dio en Europa a finales del XIX. Para los simbolistas, el símbolo no se puede entender a través de la reflexión inteligente, sino que simplemente se impone y lo conocemos por analogía. De ahí que no se permite la definición. ¿Acaso no es eso lo que hace la mariposa? Ni tan siquiera cuando define en términos etimológicos unicornio, parece estar definiendo desde la razón.
Percibimos también ese simbolismo en los pensamientos de la misma unicornio, cuando ve las sombras de los sueños de Schmendrick y Molly Grue rondar por sus caras mientras duermen. Y por supuesto, nada más simbolista que el mismo final del Toro Rojo huyendo mar adentro, mientras una ola de unicornios se avalanzan sobre la orilla. Claro que no hay nada más simbolista que la misma existencia de los unicornios. Si no que se lo digan al personaje de Bill Hurtz en A Unicorn in the Garden (1953).
[A mi compañero]
Me ha encantado tu análisis. En una obra tan corta cabe mucho simbolismo. También he encontrado alegorías interesantes, como la ceguera del Toro Rojo, lo que interpreto como que el capricho es ciego, ya que este ser era el encargado de hacer la voluntad del rey Haggard. El capricho, al contrario que lo que amamos, no nace de un deseo profundo o de una sabiduría espiritual en todo caso. No se detiene en análisis, simplemente toma el objeto de su capricho sin más y, al igual que le pasó al monarca, no conoce la satisfacción. Molly Grue lo dice muy bien, no lo recuerdo textualmente pero da a entender que mucha ha de ser la codicia que llene el mar (y aquí hay una referencia inconsciente a los unicornios, pues aún no sabían que se encontraban allí) cuando habla de la maldición que pesa sobre el castillo.