En este artículo nos vamos a centrar en los tráilers y los teasers, dos variedades de una misma estrategia comercial de las productoras cinematográficas con pequeñas diferencias entre sí, aunque a primera vista puedan parecer iguales.
El concepto de tráiler está arraigado en la cultura general desde hace muchos años. Cualquiera sabe que un tráiler es un breve montaje de escenas extraídas de una película, que se exhibe antes del estreno de la misma con un objetivo meramente comercial: atraer el mayor número de público a las salas. Así pues, las imágenes elegidas serán las más susceptibles de enganchar al espectador según el género: en el caso de una comedia se intentan incluir los mejores gags, en el de una película de acción los momentos más trepidantes, etc. Idealmente, el tráiler no debería desvelar ningún elemento clave del argumento del filme y menos aún su final.
Para acercarnos a la etimología del término, vamos a echar la vista atrás. El que se suele considerar primer tráiler de la historia se proyectó en 1913, después de una película que abría una serie cinematográfica por episodios, algo muy popular en la época. Al final del primer capítulo de The Adventures of Kathlyn (Francis J. Grandon), la protagonista caía en un foso de leones, y justo tras la película se incluyó un breve texto sin imagen: “¿Escapará Kathlyn del foso de los leones? ¡Véalo en la emocionante entrega de la semana que viene!”. Pronto esta idea evolucionó y las salas empezaron a mostrar al final de las películas pequeños fragmentos de estrenos inminentes. Aunque parezca difícil de creer hoy día, la estrategia no era solo promocional, sino una forma de vaciar la sala antes del próximo pase, pues en la primera década del s.XX el cine resultaba aún tan novedoso que no era extraño que los espectadores comprasen una entrada y se quedasen a ver la misma película varias veces. Estos pequeños descansos con la emisión de tráilers al parecer provocaban el desalojo parcial de la sala, dejando espacio para nuevos clientes, y por tanto aumentando los ingresos del exhibidor.
Como el lector habrá advertido, en todo momento hablamos de que los tráilers se comenzaron a proyectar después de las películas, no antes. Y de ahí su nombre. En inglés, el verbo to trail tiene dos usos, uno transitivo, “seguir (a algo o alguien)” y uno intransitivo, “rezagarse, quedarse atrás”. En declaraciones a Los Angeles Times el 25 de octubre de 1966 sobre el tema de los tráilers, el ejecutivo de la Paramount Lou Harris pareció sugerir que la palabra se refería menos a cuándo se emitía la secuencia dentro de la programación que a cómo se usaba la misma, es decir, “pegada” al final de la película, por tanto podríamos deducir que su significado estaría más relacionado con el uso transitivo del verbo. En cualquier caso, un tráiler sería un sustantivo derivado de to trail y significaría algo así como “lo que sigue (a la película)”.
En su entrada para trailer, el Oxford English Dictionary recoge citas que nos muestran que la palabra se usaba con el significado de “fragmento promocional de una película” en 1928. Fue justo al comienzo de los años 20 cuando los estudios, ya plenamente conscientes del valor comercial del tráiler, comenzaron a elaborarlos como piezas autónomas intencionadas. Pero solo se empezaron a exhibir antes del filme en los años 30, cuando al parecer lo obvio se hizo evidente: si pones el tráiler antes de la película por la que el espectador ha pagado, éste no tendrá otro remedio que verlo. A pesar del cambio de ubicación, para entonces el nombre ya estaba lo bastante asentado como para que “lo que seguía” pasara a ser “lo que precedía” sin mayores traumas lingüísticos. En España el término está castellanizado desde hace décadas como tráiler (con tilde) y está recogido por el DRAE.
Con los años, los tráilers se fueron convirtiendo en piezas más sofisticadas. Algunos incorporaban material que no aparecía en el corte final. Por ejemplo, en este tráiler de “Casablanca” (Michael Curtiz, 1942), antes de matar a Strasser, Rick Blaine dice: “OK, you asked for it!”, frase que luego no se incluyó en la película:
Otros eran pequeños cortos rodados ex profeso, como el de “Blancanieves y los siete enanitos” (David Hand, 1937), en el que se daban detalles sobre la creación de la película y el propio Walt Disney nos presentaba a los enanos:
O el de “Psicosis” (Alfred Hitchcock, 1960), en el que durante más de seis minutos el mismo director nos guía por el Motel Bates con una pequeña sorpresa final:
En cuanto al teaser, es una invención publicitaria más reciente. El sustantivo deriva de la quinta acepción del verbo to tease, según aparece en el diccionario de inglés americano Merriam-Webster: “tentar, especialmente provocando deseo o curiosidad”. Y ese precisamente es el cometido de un teaser. Normalmente se realizan para los filmes de alto presupuesto, son muy breves (poco más de un minuto), y más que presentar escenas de la película en sí muestran material que se ha rodado en exclusiva para ellos, o imágenes descartadas luego en el montaje definitivo. Su objetivo es crear una alta expectación sobre la película, y hoy día no solo se muestran en las salas sino también en Internet y las redes sociales, con mucha antelación con respecto a la fecha prevista para el estreno del filme, a menudo antes incluso de que se termine de rodar (por ejemplo, en los pases de “Buscando a Nemo” -Andrew Stanton y Lee Unkrich, 2003- se incluía un teaser de “Los increíbles” -Brad Bird, 2004-, que se estrenaba nada menos que 18 meses después).
Quizá uno de los teasers más famosos de la historia sea el de “Spider-man” (Sam Raimi, 2002), una brillante pieza narrativa de menos de minuto y medio que mostraba el robo de un banco y cómo los ladrones escapaban en un helicóptero, el cual quedaba atrapado en una enorme tela de araña. Cuando el plano se abría, se veía que esta se había tejido entre las Torres Gemelas. Tras los atentados del 11-S el teaser se retiró de inmediato: