Me encanta entrar a cualquier red social y ver como desde distintos perfiles, muchos de ellos hechos con ese propósito concreto, se van añadiendo nombres, historias y trabajos de mujeres que a lo largo del tiempo han sido sistemáticamente ocultados, ignorados o simplemente suplantados (por hombres): pintoras, científicas, escritoras, antropólogas, deportistas, fotógrafas, cineastas, filósofas, … así hasta el infinito; podría nombrar todos los oficios conocidos.
Con más frecuencia de la que nos gustaría tenemos que escuchar cosas como que si alguien vale será reconocidx, que no es una cuestión sexista, sino de reconocer el trabajo de lxs mejores, y tras esta argumentación se esgrimen los tres o cuatro nombres que se conocen (Curie, Frida Kalho, Rosalía de Castro y poco más). Es el famoso mantra: si ellas llegaron es porque cualquiera podría haberlo hecho y si no lo habéis hecho es porque no sois capaces (es el momento: “claro que sí, guapi; por eso será»)
Se suele decir que la Historia la escriben los vencedores, esto es una forma de decir que la escribe quien tiene el poder de hacerlo. Así se crea el canon, el de cualquier disciplina, y ese es el que llega a nuestros libros de texto durante nuestra etapa escolar o a las especialidades que cursamos después. En este canon las mujeres empiezan a existir ahora; aparecen, tímidamente, de la mano de aquellas personas que han tomado conciencia del androcentrismo presente en todas las ramas de nuestro ámbito sociocultural. El objetivo es visibilizar, visibilizar y visibilizar, para crear referentes, para cambiar la Historia.
La Historia no solo es registro, sino también interpretación, es decir, es también el lugar donde nos situamos, desde donde hablamos para contar la propia Historia. El androcentrismo es el lugar donde el discurso histórico (el científico, el antropológico, el filosófico…) se ha situado. El androcentrismo es juez y parte. Como escribió Poulain de la Barre “Todo cuanto han escrito los hombres sobre las mujeres debe ser sospechoso pues son a un tiempo juez y parte”.
Cuando hablamos de androcentrismo estamos hablando de que se valora cualquier hecho sociocultural en base a la visión que tienen los varones. Esto conlleva una construcción de roles específicos y también conlleva unas jerarquías donde los valores de lo que se considera masculino están por encima de aquellas cuestiones que se asocian con las mujeres.
El androcentrismo tiene el poder de fijar un canon donde las mujeres son una excepción porque el pensamiento patriarcal lo avala como la única perspectiva válida. Celia Amorós afirma que el pensamiento patriarcal es el “no pensamiento” sobre las mujeres. Está claro que “referirse a” no es “pensar sobre”. Prácticamente todos los pensadores y filósofos se han referido a “la mujer” y han escrito sobre este tema infinidad de páginas. La cuestión es que en este “referirse a” las mujeres (como grupo indiscernible, por eso suelen hablar de “la mujer”, porque somos las idénticas, no las iguales) quedamos situadas fuera del razonamiento, fuera de las fuentes, fuera de lo que es relevante, de aquello que da o produce información útil. Las mujeres se convierten en un objeto referencial externo que forma parte de lo que realmente sí tiene valor: la sociedad construida por los varones.
Los prejuicios androcéntricos, que toman como supuesto el discurso no reflexivo heredado, se integran activamente a los sistemas de pensamiento, de esta manera se vuelve indiscernible el prejuicio del pensamiento; así todas estas referencias pasan a formar parte de un corpus (como el de Rousseau, Schopenhauer, Hobbes, Locke) cuyo peso y autoridad puede dar base a cualquier otra referencia posterior.
El famoso canon de cualquier disciplina ha estado mediatizado históricamente por esta perspectiva androcéntrica. Cuando desde el feminismo se habla de “perspectiva de género” lo que hace es situarnos en otro lugar desde el que hablar, un lugar inclusivo desde el que contar la Historia. No nos estamos inventando el mundo, sino que estamos reconceptualizándolo.
La labor del movimiento feminista nos permite esta reconceptualización del mundo, puesto que el pensamiento crítico y la perspectiva de género están posibilitado una redefinición de la realidad, y como parte de esta redefinición es necesario seguir buscando, sacando a la luz y poniendo en valor las figuras de mujeres desaparecidas de los registros oficiales de la cultura.
Si entras a las redes sociales verás que se ha convertido en algo imparable, ahí están, nombres, historias y trabajos de mujeres que a lo largo del tiempo han sido sistemáticamente ocultados, ignorados o simplemente suplantados (por hombres).