En el periódico El País del 12 de octubre de 2020 he leído una entrevista a la politóloga Arentxa Mendiharat (Bayona, Francia, 1972) que acaba de publicar La democracia es posible. Sorteo cívico y deliberación para rescatar el poder de la ciudadanía (Consonni).
¿Qué es el sorteo cívico? Según el trabajo periodístico que acabo de indicar, «el sorteo cívico consiste en reunir a un grupo de personas al azar sin tener en cuenta sus conocimientos para que lleguen a decisiones comunes en asuntos de gran relevancia para todos». Se trata de un modelo de la Grecia antigua que se está recuperando cada vez más. Y es la fórmula empleada en Francia y el Reino Unido para buscar cómo afrontar el desafío de la crisis climática. Como explica Arentxa Mendiharat en el libro antes indicado, en cuestiones tan a largo plazo como el cambio climático hacen falta alternativas al sistema de partidos para avanzar en las medidas radicales que se requieren.
En la entrevista, esa politóloga afirma estar de acuerdo con la importancia de los expertos y del conocimiento científico, pero indica que aunque «los expertos son fundamentales, la cuestión es quien tiene acceso a ellos». Sin embargo, en un sorteo puede ser elegida cualquier persona que «tenga luego acceso directo a estos expertos». Y añade: «Cuando hablamos de expertos no nos referimos solo a los académicos como se entiende desde la élites, sino también a expertos de la sociedad civil, pues hay mucho conocimiento en la calle». Además, «grupos de personas diversas en su manera de ver el mundo, toman mejores decisiones que grupos homogéneos de expertos y expertas. Personas elegidas por sorteo que tienen acceso a conocimiento por un tiempo determinado y a técnicas de deliberación».
«Todas las personas somos capaces de tomar decisiones de políticas públicas mientras estemos informadas y tengamos tiempo y recursos para deliberar».
¿Por qué este sistema de sorteo cívico resulta interesante para abordar la crisis climática?, pregunta el periodista.
«El sorteo cívico es un buen sistema para afrontar tres tipos de cuestiones: las relacionadas con las propias reglas del sistema democrático, que no tienen que ver con el cambio climático, y luego las donde hay controversia de la sociedad y las que son a largo plazo, donde entra de lleno el cambio climático. El sistema de partidos tiene sus periodos electorales que hacen muy difícil afrontar decisiones de muy largo plazo o cuestiones que supongan replantear de manera tan radical nuestra manera de vivir, de producir, de consumir… porque los partidos necesitan ser reelegidos».
«La asamblea ciudadana es un mecanismo esencial para abordar la crisis climática. Se ha visto muy bien en Francia, donde la Convención Ciudadana por el Clima ha generado un gran debate en la sociedad. Necesitamos estar todos en este barco y pensar colectivamente».
La sabiduría de multitudes
¿A quién se le ha ocurrido la idea de organizar asambleas ciudadanas para buscar soluciones al cambio climático?
A alguien que conoce lo que se denomina «sabiduría de las multitudes», de la que ya se hablaba, como decía Arantxa, en la Grecia antigua y de la que habla Jeremy Rifkin en su libro La civilización empática. La carrera global hacia una conciencia global en mundo en crisis.
Indica Rifkin que el primer científico en darse cuenta de esta sabiduría colectiva fue Francis Galton, primo de Darwin en 1906. Galton publicó sus conclusiones en la revista británica Nature. Y nada más.
Comenta Rifkin que «una de las primeras compañías en aprovechar la potencia de la sabiduría colectiva y del aprendizaje colectivo fue una pequeña empresa minera dedicada a la extracción de oro: Goldcorp, con sede en Toronto (Canadá). Enfrentada a unos costes de producción cada vez más elevados, a una deuda que no dejaba de acumularse, al descontento de los trabajadores y a las escasas perspectivas de encontrar nuevos depósitos auríferos, la compañía se encontraba al borde de la insolvencia cuando su director ejecutivo, Robert McEwen, tuvo la idea de matricularse en un seminario en el Instituto Tecnológico de Massachusetts. El debate se centró en el uso de Linux, una red de código abierto en la que miles de programadores ofrecen su tiempo libre para ayudar a corregir los problemas del código software. A McEwen se le ocurrió la radical idea de subir a la web todos los datos geológicos de su compañía desde 1948 obtenidos en su propiedad de Red Lake y preguntar a usuarios del mundo entero donde era probable encontrar oro. Para hacer atractivo, la compañía ofreció 575.000 dólares de premio a los mejores métodos de prospección y a las estimaciones más acertadas sobre la ubicación de los depósitos. Más de mil buscadores cibernéticos comenzaron a analizar los datos. En la tarea participaron geólogos, pero también matemáticos, personal militar y estudiantes de doctorado procedentes de disciplinas diversas.
Según McEwen, lo interesante fue la amplitud de conocimientos de disciplinas tan diferentes entre sí que terminaron colaborando en la búsqueda, incluida la física avanzada, las matemáticas aplicadas y los sistemas inteligentes. [—] Los resultados fueron sorprendentes. […] Los concursantes habían identificado ciento diez ubicaciones dentro de la propiedad de la compañía en Red Lake, la mitad de los cuales no habían sido identificados con anterioridad por los geólogos de Goldcorp. Sorprendentemente, más del 80% de los nuevas objetivos señalados produjeron grandes cantidades de oro».
Señala Rifkin que en algunas de las compañías más importantes se ha rediseñado sus modelos de I+D, suplementando el trabajo de sus investigadores contratados con colaboraciones externas.
La colaboración masiva de personas con una amplia gama de habilidades y sensibilidades puede ser de gran utilidad para las empresas y los gobiernos y, por tanto, para los ciudadanos. Sin duda, la sabiduría de las multitudes es un concepto muy interesante. «Los muchos son más inteligentes que los pocos». A pesar de todo, no fue publicado un libro sobre este tema hasta 2004. Su autor fue James Surowiecki, periodista americano, y su título Cien mejor que uno. La sabiduría de la multitud o por qué la mayoría es más inteligente que la minoría.
Surowiecki sugiere que en lugar de ir buscando un experto como aquel que es más inteligente y tiene la solución para un determinado problema, quizás fuera mejor, simplemente, preguntar a la multitud. Sin embargo, avisa que para que una multitud sea inteligente, es preciso que se cumplan cuatro condiciones.
1.- Diversidad de opiniones dentro del grupo
Cada uno mantiene su opinión particular, por muy disparatada que, en un principio, pueda parecer. Cada uno manifiesta lo que realmente piensa, En este sentido, es necesario que, por un lado, los grupos no sean pequeños u homogéneos, y, por otro, que la información producida por cualquier miembro esté a disposición de cualquiera en igualdad de condiciones.
2.- Independencia
La independencia permite que la opinión de cualquiera no esté determinada por la opinión de los demás miembros del grupo. Es más probable que una persona independiente aporte datos nuevos, en vez de facilitar información conocida por todos¸ y, por otra parte, un error individual no perjudica la toma de decisiones, salvo que todos apunten en la misma dirección. Una de las claves para el éxito de las decisiones colectivas es conseguir que los participantes no presten atención a lo que «todo el mundo dice».
Para que un grupo tome decisiones inteligentes, cada uno de los miembros debe pensar individualmente con la información disponible y, después, compartir su opinión con el resto de los miembros para enriquecerse mutuamente; cada persona conserva su identidad y sus propias ideas, que toman forma y se ven influidas por las aportaciones de los otros.
3.- Subgrupos especiales dentro del grupo
Es necesario un cierto grado de descentralización que permita la existencia de subgrupos especiales dentro del colectivo. Muchas decisiones importantes son tomadas por los individuos basándose en un conocimiento local y específico.
4.- No hay jefe
Las redes sociales hacen posible la conexión entre las personas sin necesidad que nadie sea el jefe. Cuando se agrupa una multitud de sujetos independientes, preocupados por el mismo problema, no dirigidos por un superior, se obtienen soluciones mejores que en cualquier otro tipo de organización.
Esa, como ya he dicho, es la fórmula empleada en Francia y el Reino Unido para buscar cómo afrontar el desafío de la crisis climática. Porque, como dice Surowiecke, «estamos programados para ser colectivamente inteligentes».
Por otra parte, no cabe duda de que una buena gestión de la sabiduría de las multitudes puede permitir la creación de una democracia participativa que sustituya a la actual democracia representativa, que tantos problemas está creando.
Referencias
- El País, 12 de octubre de 2020
- Jeremy Rifkin, La civilización empática. La carrera hacia una conciencia global en un mundo en crisis, 2010, ed. Paidós.
- James Surowiecki, título Cien mejor que uno. La sabiduría de la multitud o por qué la mayoría es más inteligente que la minoría, 2005, ed.URANO