Son muchos los estudiosos interesados por las características que en, la actualidad, presenta el sistema capitalista, los que indican la necesidad de un nuevo paradigma económico, una economía más justa, más humana, sustentable y sostenible, para a continuación, señalar que ese paradigma, ese cambio revolucionario, ya se ha iniciado y está conviviendo con el vigente sistema capitalista. Es un cambio protagonizado por la sociedad civil, gracias al poder creativo del ser humano.
Desde la prehistoria el ser humano siempre ha estado buscando ideas nuevas que han servido para mejorar la calidad de vida de las personas. El ser humano es creativo simplemente por el mero hecho de que no se queda parado sin hacer nada, mirando cómo funciona el mundo que hay a su alrededor. Si el ser humano no fuera creativo seguiríamos viviendo en las cavernas. Ser creativo no implica partir de cero sobre una idea; se puede coger una idea existente y mejorarla.
Una importante característica del pensamiento creativo es que siempre conduce a un resultado y se traduce en alguna forma de acción, ya sea interna o externa. Todos los seres humanos nacemos con esa habilidad, cosa distinta es si hacemos o podemos hacer uso de esa habilidad. El vigente sistema económico-social está haciendo lo posible para que el ser humano corriente no piense y no haga uso de su poder creativo.
Cuando en 2008 se desató la crisis financiera, estudiosos de distintas ramas del saber indicaron que la crisis financiera no era la única que nos debía preocupar; señalaban la existencia, más o menos ocultas, de una crisis ecológica y una crisis de derechos humanos o crisis moral. Tres crisis que se refuerzan mutuamente y que suponen un cambio de mentalidad. Alain Touraine, sociólogo y director del Instituto de Estudios Superiores de París, en un artículo periodístico titulado «Las tres crisis» (El País, 6 de enero de 2010) señalaba que se trataba de tres crisis mundiales, no locales y que solo podrían resolver hombres y mujeres que vislumbrarían las enormes posibilidades que poseen por el hecho de pertenecer a la especie humana y que, por ello, se sentirán en la obligación de transformar el sistema económico, transformando su modo de vivir.
Se atribuye a Albert Einstein la idea de que es en la crisis donde «nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias». Según él, «la creatividad nace de la angustia como el día de la noche. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a las personas y a los países porque la crisis trae progresos».
En efecto, ante el precipicio, medioambiental y social, al que nos está conduciendo el vigente sistema, las personas han empezado a hacer uso de su poder creativo para crear un mundo mejor.
Edward De Bono, psicólogo por la Universidad de Oxford y reconocido experto mundial de pensamiento creativo e innovador, en una entrevista concedida, aprovechando un viaje a Barcelona donde participó en una reunión de antiguos alumnos de EADA (Escuela de Alta Dirección y Administración) indicó: «Ahora mismo, el gran reto que exige el mundo es que la humanidad cambie de paradigma, es decir, cambie nuestra manera de ver y de interactuar con la realidad, aprendiendo a diseñar el futuro en consonancia con nuestros valores y necesidades humanas. No podemos seguir funcionando desde nuestro egoísmo y egocentrismo. Es hora de funcionar desde el nosotros, desde la cooperación y el altruismo, a partir de lo que podemos crear, verdadero sentido a nuestra existencia». (El País, suplemento Negocios, 8 de abril de 2004).
Gracias a ese pensamiento creativo e innovador, ha nacido el consumo colaborativo, las nuevas monedas sociales, los bancos de tiempo y los sistemas de microfinanciación (crowdfunding), han aparecido nuevos modelos de negocio carentes de las características de los principios de la economía capitalista. En la actualidad es fácil encontrar expresiones distintas para designar realidades muy próximas desarrolladas por el tercer y cuarto sector social, es decir, son propias de la sociedad civil reaccionando contra un sistema sin ética ni empatía, inhumano, que nos está llevando al precipicio. No es de extrañar que unas veces sea difícil distinguir entre economía colaborativa, economía social y economía solidaria. Lo importante es qué tienen en común: son producto del poder creativo del ser humano, en su diseño no han participado ni los mercados ni los gobiernos, solo los ciudadanos.
Mientras que las empresas en la economía capitalista únicamente piensan en los beneficios económicos y no tiene en cuenta los límites del planeta Tierra en que vivimos –para algunos, nave espacial-, las empresas creadas por el tercer y cuarto sector social –organizaciones no gubernamentales- se centran en abordar necesidades sociales y medioambientales no satisfechas ni por los mercados ni por los gobiernos.
Dentro de las organizaciones no gubernamentales se distinguen dos tipos: por un lado, las que tradicionalmente conocemos como ONG y, por otro, las empresas sociales o responsables. ¿Cuál es la diferencia entre una y otra? La diferencia reside en la sustentabilidad económica. Una de las debilidades más importantes de las ONG es su dependencia de fondos externos, con lo cual puede suceder que un programa quede sin terminar por la falta de dinero. En cambio, las empresas sociales buscan generar sus propios ingresos para alcanzar los fines que se proponen. La motivación del empresario social es «hacer el bien» en lugar de «ir bien».
En prácticamente todos los países existen redes integradoras u organizaciones de apoyo a las personas que desean crear una empresa social. Ashoka es una asociación internacional de emprendedores sociales, que brinda capacitación, seguimiento y todo tipo de colaboración a empresas sociales de todo el mundo. El empresariado social se ha convertido en uno de los temas más populares en muchas universidades del mundo. En España, la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) imparte un curso diseñado para fomentar la creación de empresas sociales y su posible financiación a través de la banca ética y el micromecenazgo.
El sector textil es, en la actualidad, un ejemplo de coexistencia de empresas de mercado y organizaciones no gubernamentales, ONG y empresas sociales o responsables.
Un material muy apreciado en el sector textil es la viscosa. La viscosa es una fibra de origen vegetal muy utilizada como sustituta del algodón o de productos sintético. Se obtuvo a principios del siglo XX a partir de la corteza de los árboles, mediante un tratamiento, primero con hidróxido de sodio, después son disulfuro de carbono y, continuación, con más hidróxido de sodio.
A menudo, la viscosa se presenta al consumidor como una opción sostenible. Y de hecho podría ser así. Sin embargo, la viscosa que los grandes gigantes de la moda utilizan es de todo menos sostenible, pues sin adecuados controles, el proceso de obtención crea graves problemas debidos a los efectos contaminantes del disulfuro de carbono y de otros subproductos del proceso.
Para ahorrarse gastos las empresas del sector textil, trasladan el proceso de fabricación de la viscosa a países del Tercer Mundo que carecen de una legislación adecuada -deslocalización de la actividad productiva-. De esta forma, perjudican gravemente la salud de las comunidades y el medio ambiente donde están instaladas. Según he leído en la prensa, los trabajadores de estas empresas y la población del lugar, contaron a los investigadores historias de amigos y familiares enfermos, agua no potable y recursos pesqueros devastados.
Este ejemplo no es único. Todas las empresas capitalistas obran de la misma forma. Klaus Werner y Hans Weis, periodista independiente y, además de periodista, autor de ensayo y de ficción, respectivamente, son autores de un libro El libro negro de las marcas. El lado oscuro de las empresas globales (2004, Ramdom House Mondadori), en cuyo prólogo indica que a través de esa obra las lectoras y lectores «pudieron descubrir que muchas de sus marcas preferidas basan sus beneficios en la explotación, el trabajo infantil, la cooperación con dictaduras militares, la financiación de guerras, la destrucción del medio ambiente y el maltrato animal». Y añaden, «Muchos de los hechos descritos en este libro apenas merecen la atención de los medios de comunicación, porque una gran parte de los crímenes de las multinacionales se producen en rincones olvidados del mundo».
Ecologistas en Acción, en colaboración con Changing Markts Foundation, Ethical Consumer y Walhi Jawa Barat ha preparado un informe titulado Moda Sucia. En este informe se denuncian todas las prácticas empleadas por las fábricas de la moda y se las insta a modificar su forma de abastecerse de viscosa.
Con el apoyo de las indicadas organizaciones europeas, Ecologistas en Acción organizó, en Madrid en septiembre de 20017, un desfile de moda alternativa para llamar la atención sobre esta problemática social y medioambiental.
No son las únicas ONG que están trabajando para hacer frente a esta situación. WeMove.EU, ha empezado a coger firmas para pedir que las empresas de moda abandonen esta forma de actuar. Gracias a estas acciones y otras análogas llevadas a cabo por numerosas organizaciones europeas, recientemente, alguna de ellas se han mostrado abiertas a revisar su fabricación de viscosa mientras que otras no han respondido a la indignación social. Para que estas promesas se hagan realidad es necesario seguir con las protestas y amenazar con dejar de comprar en las tiendas que venden ropa fabricada con viscosa procedente de países del Tercer Mundo.
Se puede pensar que la deslocalización de cualquier actividad puede beneficiar a las comunidades pobres, pero nada más lejos de la realidad. La deslocalización de cualquier actividad productiva, tal como la conciben las grandes empresas, contrariamente a lo que podría desearse, no supone una ayuda a los países pobres, sino una explotación, al mismo tiempo que una pérdida de puestos de trabajo en los países industrializados. Es una falta de consideración hacia los trabajadores como seres humanos.
En cuanto a la existencia de alguna empresa social en el sector textil puedo mencionar una descrita en el suplemento Negocios de El País del 16 de diciembre de 2018. Según Javier Domínguez, autor del artículo, «Tras 15 años curtida en el sector, ideó (Carmen Hijosa, afincada en Londres, desde donde dirige la empresa) un material procedente del filamento de las hojas de piña para lanzar un producto ecológico e innovador». La empresa, Ananas Anam, ha desarrollado Piñatex, a través del cual «ha impulsado la economía local de diversas comunidades empobrecidas de Filipinas, el tercer productor de piña del mundo».
Carmen Hijosa dice que es necesario «apostar por modelos sostenibles para las personas y contra la destrucción del medio ambiente por parte de la industria textil». Piñatex es un material suave y flexible, pero muy duradero y que se aplica al calzado, ropa, accesorios de moda, mobiliario de interiores y tapicería para automóviles. La compañía, creada en 2013, se encarga de la extracción y tratamiento de la fibra de la hoja de la piña en Filipinas y de su traslado hasta Barcelona, donde se lleva a cabo el proceso de acabado. Muy importante es el hecho de que el material no solo es un subproducto de la cosecha de piña (hojas de piña normalmente cosechadas que se pudren en el suelo), sino que además, el subproducto del proceso de fabricación de Piñatex es una biomasa que se puede convertir en fertilizante, que proporciona ingresos adicionales a los agricultores de la piña. «Tenemos la capacidad de ayudar a la gente en todos los escalafones, empezando por el agricultor y finalizado en el consumidor». La industria textil ya no es ajena a las preguntas sobre trazabilidad. Se quiere conocer de dónde viene el producto, «la gente paga más si cree en él», apunta. Según Edwin Land, científico e inventor estadounidense, «un aspecto esencial en la creatividad es no tener miedo a fracasar».
Según Rebeca Grynspan, responsable de la Secretaria General Iberoamericana, un gran número de jóvenes aceptaría un salario más bajo a cambio de trabajar por una buena causa. «Es cierto que tienen (los jóvenes) la mirada fija en la pantalla del móvil y dedican varias horas del día a las redes sociales. Pero también quieren frenar el cambio climático, mitigar la creciente desigualdad y vivir de acuerdo con una ética que no esté reñida con las ganancias». Además Grynspan indica que las empresas sociales nos ayudarán a solucionar los principales problemas de nuestra era, permitiéndonos cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que todos los países del mundo se han comprometido a alcanzar para el año 2030. «Nuestra juventud lo demanda y sobre todo lo merece». (El País, suplemento Negocios, 12 de septiembre de 2017).
Por el bien de todos y el futuro de las generaciones venideras tenemos la obligación de hacer uso de nuestro poder creativo.