Lejos de las lecturas rígidas de la historiografía dominante¹, que al hablar de los inicios del feminismo lo han encasillado en la lucha por los derechos civiles y políticos de las mujeres (lo que podemos entender como la conquista del sufragio universal), si en algo precisamente se caracterizan los inicios de la lucha por la emancipación de la mujer en el Estado español es por su fuerte componente de movimiento social y obrero. Tenemos que remontarnos a principios del siglo XIX para encontrar los primeros referentes femeninos que, ya en 1828 se organizaron para reivindicar mejores condiciones laborales y salariales. Hablamos de las cigarreras, las cuales protagonizaron «revueltas de gran impacto entre 1830 y 1842 para lograr mejoras laborales y una mínima remuneración salarial fija, y, como llevaban a sus hijos pequeños al trabajo […] no pararán hasta conseguir las primeras salas de lactancia, guarderías escuela dentro de las fábricas», según palabras de Ana Muiña². Eran mujeres independientes, ya que tenían sus propios ingresos, lo que provocó que fueran criticadas y admiradas por diferentes sectores sociales; además fueron pioneras en el movimiento obrero. Pensad que no fue hasta 1862 y 1864 cuando se empezaron a crear los primeros sindicatos en Barcelona, Bilbao y Madrid, y que el primer panfleto de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) en el Estado no circuló hasta 1869³.
Y es que volviendo a Ana Muiña⁴: «algunas de las primeras grandes manifestaciones de protesta colectiva en España [fueron] femeninas». Todo lo llevaron a cabo desde la colectividad, ocupando el espacio público para hacer visible las problemáticas, utilizando como armas el apoyo mutuo, la autogestión, la solidaridad… En 1884, se crea la Sección Varia de Trabajadoras Anarco Colectivista de Sabadell, la primera sección sindical dirigida exclusivamente por mujeres, siendo Teresa Claramunt una de las que la creó, junto con Gertrudis Frau y Federación López Montenegro⁵. Ya en 1889, Teresa, junto con Ángeles López de Ayala y Amalia Domingo Soler, impulsó el primer grupo feminista y anarquista que se conoce, la Sociedad Autónoma de las Mujeres, que en 1980 sirvió de experiencia para los movimientos autónomos⁶. ¡A trabajo igual, salario igual! Proclamaban en Andalucía las jornaleras en 1898. En 1896 escribe Soledad Gustavo (pseudónimo de Teresa Mañé) a propósito del debate sobre el vocablo feminismo que se empieza a introducir en los discursos del momento: «Hay muchas patrocinadoras de la emancipación de la mujer, pretendiendo que en ella derechos y deberes han de ser exactamente igual al hombre, […] pero debemos confesar que hay pocos que se cuiden de llevar a efecto lo mismo que quieren, esto es, hacer que realmente sea un hecho esa emancipación tan cacareado por tirios y troyanos». Teresa Mañé, entre otras mujeres anarquistas, será crucial como referente para la organización que en 1936 se creó con el nombre de Mujeres Libres. Lucía Sánchez Saornil, Mercedes Comaposada, Amparo Poch y Gascón, son algunas de las mujeres que formaron esta organización puntera de principios del siglo pasado, la cual pretendía acabar con la tripe esclavitud de la mujer: la ignorancia que el sistema patriarcal tenía con ellas, la de su condición de clase y la explotación que la acompañaba, y por último el yugo de su género que las relegaba al ámbito privado. Mujeres Libres tuvo más de 20.000 militantes y sede en bastantes puntos del Estado. Son solo algunas experiencias y mujeres las que cito porque los ejemplos son numerosos.
Decía Emma Goldman⁷ que «cada esfuerzo de progreso para elevar el nivel de vida, la ciencia, la religión, la política, la libertad económica, emanó siempre de las minorías, no de las mayorías». Y es que cuánto no le debemos a las «huelgas que han sostenido obreros y obreras en todos los puntos de España contra la intransigente burguesía, cuánto no le debemos a las hermosas gestas del proletariado»8. Cuánto no le debemos al ¡Boicot, Huelga y Sabotaje!
¿Pero por qué volver al pasado y escribir sobre algo que ya sucedió? Creo que esta pregunta tiene diversas respuestas.
Por un lado, por la importancia de conocer nuestra historia fuera del androcentrismo imperante y fuera del liberalismo que escribe los discursos que al final más se reproducen; el feminismo es un caleidoscopio de diferentes perspectivas y en la mayoría de discursos actuales se reproduce más una parte de ese caleidoscopio que otra. Quiero un feminismo para principiantes que no excluya experiencias tan ricas en el feminismo como la lucha obrera, que hable de experiencias como Mujeres Libres, que fueron precursoras de un mundo nuevo.
Por otra parte, hoy leía un artículo, en la web de CNT-Federación Comarcal Sur, de Alfonsi Asperilla titulado “La historia de una camarera de piso en un hotel cualquiera”, que me ha hecho analizar estrategias que nuestras antecesoras ya llevaron a cabo y que quizá debemos de volver a rescatar para conseguir más dignidad en los centros de trabajo, un eje que nos atraviesa de raíz en este sistema capitalista y patriarcal. (Recordad los 4 ejes de la Huelga Feminista del 8M pasado: laboral, cuidados, estudiantil y consumo). Dice Asperilla:
Contrato de obra y servicio (en fraude de ley), jornada de 8 horas (en realidad eran 14), sin derecho a vacaciones (si querías unos días de vacaciones te tenías que ir al paro, acordando con la empresa tu vuelta para que te volvieran a contratar), 17 habitaciones de ratio, zonas comunes y salones, reposición de mini bares, papelería, carga de los carros de limpieza, subida de ropa limpia y vaciado de jaulas de lavandería, recogida y bajada de ropa sucia, lavado de cortinas, fundas de sillas y manteles para eventos y un largo etcétera de tareas.
Alfonsi, junto con 7 compañeras de trabajo más, fue despedida el pasado mes de junio por parte de la subcontrata EXEO del hotel EXE Getafe (de la cadena HOTUSA) por haber reclamado unas condiciones dignas de trabajo. Tras informarse en la Asociación Kellys, de las que algunas forman parte, decidieron dar un paso más y crear una sección sindical de CNT para luchar desde ahí. Dice Araceli, otra de ellas, en un reportaje de Público en el que os podéis acercar más a todo el conflicto: «Ojalá nos uniéramos todas las camareras de piso para hacer una huelga general bien coordinada, porque los hoteles no pueden salir adelante sin nosotras».
¡Boicot, huelga y sabotaje!
Y yo me pregunto… ¿Qué condiciones tienen que darse en la actualidad para utilizar las herramientas que tenemos la clase trabajadora y que han sido útiles en siglos pasados? ¿Estamos viendo los pasos previos a la realización de huelgas generales en sectores específicos feminizados que están organizados? ¿Podemos articular desde el movimiento feminista un discurso de sororidad real con las condiciones interseccionales de clase que atraviesan nuestras compañeras? ¿Podemos pasar de una manifestación multitudinaria los días claves en el calendario a un vaciado en los centros de trabajo que colapse el funcionamiento del sistema capitalista?
Sé que estas cuestiones no se van a resolver en este espacio, sé que se han de seguir trabajando desde nuestras respectivas militancias: colectivos feministas, sindicatos, asambleas abiertas…, espacios donde nos tenemos que pringar para conseguir la transformación real de la sociedad.
Referencias bibliográficas:
- Nash, Mary. El aprendizaje del feminismo histórico en España. Revista de Historia Social, 1994
- Muiña, Ana. Rebeldes Periféricas del siglo XIX. La linterna Sorda, 2008.
- Ibídem.
- Ibídem.
- Ibídem.
- Ibídem.
- Goldman, Emma. Minorías versus mayorías. Ediciones Inestables, 2017.
- Parafraseando a mi biseabuelo Fausto Palomares Fernández, que allá por 1932 hacía esta intervención en la asamblea de su Sindicato de Oficios Varios Nuevo Rumbo, Rus, Jaén.