El pasado 9 de junio Montserrat Gudiol (Barcelona, 1933) habría cumplido 85 años, pero el día de Navidad del 2015 falleció a los 82, dejando un legado inmenso pero que, desgraciadamente, si estás leyendo esto y habías escuchado antes hablar de esta artista, eres una de las pocas personas que hemos tenido el privilegio de saber de la existencia de esta extraordinaria mujer.
Hizo su primera exposición individual en 1950, solamente con 17 años; desde entonces expuso incesantemente, casi cada año. Ya con sólo 21 años tuvo una individual en el Museo de Miami, en Florida, y expuso repetidas veces en Johanesburgo, San Francisco, Tokio, Praga, Taiwan, Moscú, Colonia, Nueva York, Los Ángeles, Canadá… Sus obras se encuentran en el Museo Reina Sofía, en el MACBA, en museos de Johanesburgo, San Diago, Miami…, y un largo etcétera.
Fue la primera mujer académica de número por la Real Academia de Bellas Artes en 1980 y también fue miembro del Real Círculo Artístico de Barcelona.
Es curioso pensar que hace 30 años participó en una colectiva compuesta por 13 artistas. Entre esos nombres figuraban Antoni Tàpies, Miquel Barceló, Antoni Clavé, Josep Guinovart, Joan Hernández Pijuan.., y así hasta 12 reconocidísimos nombres de hombre, y Montserrat Gudiol entre todos ellos, única mujer de la exposición. O que en la exposición de los 25 artistas plásticos que expusieron en la Expo 92 –exposición que además fue recogida en un libro-, entre los que se encuentran los antes citados con los que coincidió en otra colectiva y a los que se suman grandes nombres muy reconocidos como Ràfols-Casamada, Amat, Arranz-Bravo, Bartolozzi, Cuixart, Tharrats.., y así hasta 24 hombres, ella también fue en esta ocasión la única mujer. Estudié Historia del Arte, y jamás escuché su nombre en toda la carrera. Los de ellos sí, y la obra de Gudiol estaba a la altura para estar en los manuales de Historia del Arte, pero le faltaba algo: no era un hombre. Si Montserrat Gudiol hubiera sido un hombre, todos la conocerían. Es exageradamente triste que ese dato pueda influir tan intrínsecamente en la importancia que puede tener una persona para la sociedad.
Durante su vida le hicieron infinidad de entrevistas y escribieron innumerables artículos sobre ella. Pero lo retrógrado es –como sigue ocurriendo incluso en la actualidad- la diferencia que había cuando se trataba de un hombre el que escribía el artículo y cuando se trataba de una mujer. En los dos ejemplos que acompaño, ambos del periódico La Vanguardia, Olga Spiegel se interesa por la artista y por su obra, sin embargo, a Sempronio sólo le importa su físico, el vestido que llevaba, el ¿riesgo? que supone ser la única mujer académica frente al resto de compañeros masculinos, y sin embargo, cuando habla del padre de Gudiol, se refiere a él como su ilustre progenitor. Cómo no, si se nombra a un hombre, tiene que ser ilustre, en cambio a ella se refiere como «la guapa».
Es una tristeza sin camino de retorno que Gudiol falleciera sin que su nombre aparezca cuando se estudia la belleza de la fragilidad. Contaba que desde niña, en su casa, entre sus amigas, en su ambiente, escuchaba los mismos consejos a los hombres: «trabaja, has de formar una familia, has de tener un porvenir» e incluso a algunas mujeres: «tienes que casarte, llevar una casa, hacer feliz a un hombre»…, y ella, con una madre que soñaba ser concertista y que se sacrificó por su hogar, se sintió siempre dolida por ser señalada como una niña rebelde, «esa chica que pinta»; la mujer que ha querido realizarse lo ha hecho a fuerza de sacrificios, de frustraciones… Le solían decir represivas frases del tipo «eso sólo lo hacen los chicos». Ella educó a sus seis hijos, tres chicos y tres chicas, exactamente igual: para que lucharan, para que fueran libres, para que forjaran por sí mismos el futuro, para que no dependieran de nadie, para no que no interiorizaran miedos que luego acabaran estallando.
Amaba pasear, y contaba que predominaban las personas que caminaban sin alegría, con cansancio, casi arrastrando los pies. Se encontraba mucha gente que caminaba por la calle hablando sola. Seres solitarios sin nadie, tal vez a quien hacer partícipe de sus confidencias. Caminar por el bosque le resultaba más creativo que caminar por la ciudad; por la ciudad buscaba una liberación de tensiones y por el bosque el estallido de la creatividad, que no como pintora, sino como ser humano. Inventar, componer, explicarte a ti misma el porqué de muchas cosas, el sentir un poco más de esperanza y un poco menos de miedo ante el futuro… todo eso se le evocaba al caminar por el bosque, como si la mente se pusiera en marcha al ritmo de su cuerpo. También sostenía que cambiaba mucho dependiendo de la estación del año. El invierno produce una sensación de desolación, una profunda belleza en la tristeza del inverno. La primavera es el olor, el día que se hace largo, el atardecer mágico que en Mallorca denominan «s’hora baixa». El verano es una prolongación de la primavera, pero con más calor y por tanto menos invitación a las largas caminatas. El otoño es la estación en la que al caminante por los bosques se le descubren los colores que están muriendo de las formas más sorprendentes: hojas verdes que mueren de color rojo, o amarillo, o gris perla… La belleza que se va, pero se va siendo bella. Siempre buscamos la belleza en la juventud y no miramos nunca la belleza de la vejez. Las hojas del otoño, las hojas que mueren, son bellas como lo es un hermoso cabello blanco o unas arrugas llenas de cansancio.
En una entrevista contaba: «En mi adolescencia empecé a dibujar monstruos. No sabía lo que quería expresar con aquellos dibujos. Hoy, después de tantos años, creo que puedo interpretarlos. Está, por ejemplo, uno del años 1952, el dibujo de una mujer arrodillada, llena de tristeza, con una mano sobre la cabeza y una puerta sobre su vientre hinchado. Una serpiente amenazadora levanta su cabeza junto a la puerta-vientre, esperando al que ha de nacer. Al fondo, aparece un niño llorando. Me parece que con ese dibujo quise expresar que la vida no tiene sentido. Mi adolescencia fue también la época de una gran causticidad. Me reía de las cosas para no dramatizarlas. Lo destruía todo, apenas se salvaba nada. Todo lo veía con sarcasmo y ese sarcasmo se reflejaba en mi cuaderno de dibujo, equivalente a mi diario. Recuerdo que un día, al regresar a casa tras uno de los clásicos bailes merienda que según la costumbre de la época se hacían en casa de los amigos, dibujé en mi diario una especie de escarabajos bailando. Allí, con el caparazón del escarabajo, estaban los rostros de mis amigos y amigas, el mío también. ¿Quiere saber qué título le puse al dibujo? «Asquerosos bichos bailando al ritmo de sus asquerosos bufidos». El sarcasmo era una forma de huir de lo que me daba miedo: los recuerdos de la guerra, del hambre, de la soledad. ¿Sabe una cosa? Siempre me han producido terror los asilos y también los ancianos solitarios. Siempre he pensado que tiene que ser terrible que tu vida la acabes en soledad. Esa ha sido otra obsesión en mi pintura».
Los ojos de sus personajes, en diferentes épocas, muestran, junto a temor, cierta renuncia o rechazo de lo que ven. Interiorización absoluta será la de sus personajes ciegos y, en general, todos aquellos que aparecen con los ojos cerrados. Manifiestan una suerte de callada propuesta por falta de poder. Jugando con las distintas versiones que del psicoanálisis hacen Adler y Jung, esta ceguera expresa la falta de poder abstracto en sí, el poder metafísico, es decir se refiere «a la intensidad de ser y perdurar, al anhelo de eternidad». El hecho de que sus párpados aparezcan cerrados los sitúa en una clara posición de aislamiento con respecto a todo aquello que les circunda.
En sus obras podemos comprobar que el máximo de expresión se consigue con el mínimo de línea. Suprimió rayas, perdió su obsesión por lo lineal, buscaba más los volúmenes y el juego del claroscuro, la dualidad de la vida. Enamorada de las gentes cansadas, pensativas, vacías, que pintaba recogiéndolas en su momento de reflexión o de crisis porque –según Gudiol-, «la felicidad relaja, la felicidad te deja tan llena que no sientes necesidad de pensar». De adolescente coleccionaba sólo minerales porque eran objetos perennes, inmutables y, a ella, que siempre había tenido tantos miedos a los que llamaba timidez, le aterrorizaban las cosas que mueren: los árboles, las flores, los ancianos que se van marchitando, una pareja que un día se amó y a otro dejaron de quererse…
Cuando falleció, su esquela decía lo siguiente: Montserrat Gudiol y Corominas. Pintora. Cruz de Sant Jordi. Académica de la Real Academia de Bellas artes de Sant Jordi. Vivió la vida con pasión y entrega por el arte, sus hijos y su familia. Brillante, humana, creativa y generosa. Ha muerto en Barcelona, a la edad de 82 años. Sus pinturas intimistas, reconocidas internacionalmente, quedan como recuerdo de su enorme talento y de su gran fervor por el arte, sólo comparable al inmenso amor que sentía por sus hijos, nietos y hermanos, los cuales os ruegan que tengáis un entrañable y cariñoso recuerdo por su persona. Barcelona, 27 de diciembre del 2015.
Se podría analizar tantísimo la obra de Gudiol… en su esquela se habla del inmenso amor que sentía por sus hijos y así lo manifestó ella en vida, pero a través de sus obras, tal y como representa la maternidad, se podría hacer una investigación solamente sobre ese tema. Siempre pensé al ver sus obras que debió sufrir un aborto o alguna mala experiencia relacionada con la maternidad. Quizás en este tema no contaba su propia vida y contaba la ajena, pero la tristeza que asoma en cada obra que versa sobre la maternidad, encontramos una tristeza tan inmensurable, que cuesta creer que no llegara a vivir nada traumático en ese sentido, porque sólo se es capaz de plasmar algo tan crudo cuando lo has vivido.
En enero del 2016, apenas un mes después de su muerte, robaron 443 obras de su propiedad, no sólo obras suyas, si no obras pertenecientes a su colección personal. Al no poder venderlas en el mercado negro, los delincuentes extorsionaron a la familia de Gudiol pidiéndoles una cantidad de 600.000 euros a cambio de recuperar las obras. Este agosto ha hecho dos años que afortunadamente los Mossos d’Esquadra, tras un trabajo ejemplar, pudieron recuperar todas las obras y detuvieron a los cuatro autores del robo.
Una de sus litografías, la primera obra que compré en una subasta, preside mi zona de despacho. Fui la única persona que pujó por la obra y, a pesar de que esto sólo me beneficiaba, me invadió una tristeza al ver que en la actualidad, apenas se sabe de ella. También en casa, sobre el cabecero de mi cama, se encuentra un cartel con una obra suya, de la XXII fira del libre d’ocasió antic y modern de Barcelona. Como anécdota os contaré lo que ocurrió en una tienda de carteles antiguos de Barcelona cuando entré a comprar este cartel que había visto en internet: el dueño, asombrado de que conociera la obra de Gudiol y que estuviera tan interesada en adquirir ese afiche, no quiso cobrarme al haber encontrado a alguien que tuviera una pasión tan grande por esta artista e insistió en regalármelo.
Podría hablar muchísimo sobre esta excelente artista, aunque espero que con este pequeño acercamiento te hayan invadido las ganas de buscar más obras suyas. Si no conocías a Montserrat Gudiol, ansío que te haya atrapado tanto como me enamoró a mí.
Cierto, en nuestro país tuvo poca repercusión y es lamentable. Su obra es estremecedora, hermosísima; enhorabuena por el magnífico artículo y por esas adquisiciones suyas, el dibujo es una maravilla.
Muchas gracias por este artículo, es muy interesante y voy a leer más sobre Montserrat Gudiol y buscar sus obras… Son emocionantes y preciosas…