A propósito de: Germán Cano, Fuerzas de flaqueza. Nuevas gramáticas políticas: del 15M a Podemos. Madrid, Los Libros de la Catarata, 2015, 223 pp.
“Este libro trata de bloqueos y de la necesidad de reflexionar sobre posibles salidas exponiéndonos a ellos, explorándolos hasta su últimas consecuencias”. Así comienza el último trabajo de Germán Cano titulado Fuerzas de flaqueza. Nuevas gramáticas políticas: del 15M a Podemos, que con marcada profundidad filosófica nos pone al acecho de la erosión de las visiones políticas (de izquierda) heredadas y con lucidez nos invita a pensar una nueva cartografía para abordar nuestra situación presente. Bajo esta óptica, el mérito del 15M consistiría en haber abierto una fisura que ha reconfigurado el escenario político pero también el sentido común de época, posibilitando una nueva gramática para una articulación popular o plebeya del descontento social.
Desde un cierto punto de vista nietzscheano, Germán Cano reconoce el resentimiento como uno de los elementos constitutivos y específicos de nuestro tiempo histórico. Es más, desde el primer capítulo, nos alerta de los riesgos de que el fascismo consiga hegemonizar la negatividad social. Para ello, nos duda en retrotraernos a Weimar y a los análisis de Lukács, Horkheimer y Kracauer. Cano sabe bien que a falta de nuevas narrativas sociales el resentimiento puede introducir la ventana de oportunidad para reacciones comunitarias más trágicas.
Esta situación, según el autor, exige a la izquierda tradicional revisar algunos de sus presupuestos ontológicos y epistemológicos más maximalistas. Es más, Cano considera que determinados sectores de izquierdas no han comprendido el desplazamiento respecto a lo que entendemos por una potencia plebeya y no lo han entendido en la medida en que el potencial de cualquier identidad politizada se ha visto gravemente limitado a causa de su propia inversión del resentimiento. Dicho de otro modo, la izquierda clásica habría partido siempre de la impotencia de cuestionar el poder con argumentos morales en lugar de aspirar al poder por sí mismo. Frente a estas “pasiones tristes” que encierran a los individuos en sí mismos, nos propone una apuesta afirmativa que acepta la experiencia de la actualidad pero que no cae en fetiches heroicos ni tensiones idealistas. Este sería el momento propio de la irrupción plebeya, que extrae del malestar social, corporal y espacial nuevas gramáticas que aspiran a desplegar una experiencia inusitada de solidaridad. Con estas premisas, se lanzó, a su modo de ver, la hipótesis Podemos.
Para Cano, el 15M fue un gran acontecimiento, en términos de Badiou, que hizo tambalearse los cimientos más radicales del régimen del 78. Dice el autor: “El carácter espectral del 15M sirvió como un catalizador catártico capaz de desnudar y llevar a la superficie las opciones legitimatorias que permanecían latentes” (122). De este modo, la Acampada Sol evidenció no solo las fisuras de la democracia española sino también el choque de fuerzas que se estaba dando dentro de la forma particular en que España vive la avanzadilla neoliberal europea: “de aguda precarización social, sobre todo juvenil”. Una lucha que se trocó en combate incluso por la propia definición del acontecimiento. Por ello, en un primer momento, se quiso adrede ver la indignación como una forma reactiva reducida con Hessel a una respuesta puramente emocional o, como mucho, un efluvio ético. Frente a esta lectura, Cano interpreta el 15M como un ejercicio de empoderamiento colectivo y popular que ampliaba el campo de batalla establecido.
El éxito de Podemos se debería a que supo interpretar de manera adecuada cómo desbloquear políticamente una situación de vana indignación y desafección institucional. Propició, en términos de su grupo dirigente, una irrupción plebeya. Y la favoreció, según Cano, en la medida que hizo algo que la izquierda tradicional española no se había atrevido a hacer: politizó el malestar. Aquí es precisamente el espacio en que Laclau-Mouffe planearían sobre el corpus teórico de Podemos y sobre su estrategia política y mediática. Es más, Cano que conoce perfectamente que cuanto más triunfe el neoliberalismo como régimen social más probabilidades tiene de triunfar el resentimiento, describe a Podemos como un cortafuegos contra el otro populismo: el de derechas. Frente al riesgo de la antipolítica fascista, Podemos representaría un “anhelo popular auténtico”, de acuerdo con Zizek, en tanto en cuanto habría levantado puentes con las demandas y estructuras populares y democráticas emergidas a raíz del 15M. En palabras del propio autor: “El «podemos» de Podemos sur(ge) más bien del encadenamiento colectivo de muchos dolores que hasta ahora por diversas razones no encontraban salida o gramática políticas”(201). Aquí resuena una vez más Laclau y, por tanto, el riesgo de que la incorporación de demandas continua no produzca respuestas particularizadas.
En definitiva, se debe agradecer a la obra de Germán Cano el esfuerzo filosófico sincero por iluminar las gramáticas que articulan las nuevas demandas populares a raíz de 15M, la crisis de régimen española y el surgimiento de Podemos. Con rigor, el profesor de Filosofía de la Universidad de Alcalá de Henares al mismo tiempo que nos advierte de los riesgos del resentimiento y su gramática política de lucha del último contra el penúltimo, nos invita a replantear de manera valiente la figura del intelectual orgánico en la fase actual del neoliberalismo.
Otro de los grandes aciertos del trabajo de Cano consiste en que ha puesto de relieve de manera clara, por un lado, el agotamiento de la llamada “Cultura de la Transición” y por otro, la evidencia gramsciana de que toda lucha política conlleva una lucha cultural. Así el 15M ha dado lugar a una reflexión profunda que ha reconfigurado las lógicas y las gramáticas de esta esfera de acción prioritaria para la política. Una mirada de reojo al proyecto cultural de Podemos y a su Instituto 25M nos da buena cuenta de ello. De hecho, como manifiesta el texto de Cano, una estrategia orientada a la conquista de la hegemonía pasa ineludiblemente por un trabajo cultural de trincheras y, en consecuencia, una politización plebeya de la cultura (183).
No obstante, como ha remarcado el propio Laclau (La Razón populista, 2005: 238), habría aquí que recordar que las lógicas articulatorias de demandas cuando tenemos sociedades altamente institucionalizadas tienen menos posibilidades de operar. “En este caso, sí –dice Laclau–, el populismo se vuelve casi sinónimo de demagogia trivial”. Y esto es así, porque cuando existe un armazón institucional estable capaz de dar respuesta a las distintas demandas sociales, la sociedad se siente relativamente satisfecha. En el contexto español, la alta institucionalidad –todavía y precariamente existente– habría frenado una crisis orgánica y por lo tanto, en última instancia, impedido una irrupción plebeya plena.
En cierta manera, esta hipótesis es asumida también por el núcleo dirigente de Podemos. Recientemente, Íñigo Errejón en un texto titulado “¿Por qué Podemos? Algunas razones de la remontada” (El Diario, 27 de noviembre de 2015), ha subrayado que en España la hipótesis nacional-popular se despliega con dos especificidades que demandan de una traducción y complejización del relato nacional-popular. La primera es que España es un estado plurinacional. La segunda, que aquí nos atañe en mayor grado, tiene que ver, como señala Errejón, con el hecho de que dichos procesos de institucionalización han generado una sociedad en la que la relación con lo público se establece muy pocas veces en términos “comunidad” – lo popular – sino en tanto “ciudadanos”. En este caso, al no haberse concretado la crisis orgánica pero al haberse limitado las expectativas sociales y personales de vida, la reacción ciudadana ha sido de decepción con las élites y las instituciones. Más si cabe en un régimen de corrupción generalizada. Por todo ello, a mi modo de ver, Podemos no se ha concretado como una pura irrupción plebeya o al menos esta se ha visto limitada. Sus gramáticas han hablado para la ciudadanía y no solo para la plebe. La incorporación de autoridades profesionales como el teniente general y exJemad Julio Rodríguez, los jueces Victoria Rosell y Juan Pedro Yllanes, etc. a las listas de Podemos iba en esta línea. Bajo este enfoque, Fuerzas de Flaqueza. Nuevas gramáticas políticas de Germán Cano se presenta como un productivo camino para pensar el presente español y para agrietar el muro del sentido común heredado en los tiempos que están por venir.
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