Una noche de invierno en Toronto se representa en el Elgin Theatre El rey Lear, de William Shakespeare. Casi nada más iniciarse la representación, el actor principal cae al suelo víctima de un ataque al corazón y tan solo un espectador, Jeevan, es consciente de lo que está pasando. Trata de socorrerle, pero no logra salvarle. Poco después de salir del teatro recibirá la llamada de su mejor amigo, Hua, que le avisa de que un grave virus acaba de entrar en la ciudad. Los pasajeros de un vuelo con origen Moscú han introducido en el país la Gripe de Georgia. En un solo día han ingresado más de doscientos pacientes y la velocidad con la que el virus se propaga y con la que la enfermedad evoluciona es inquietante. Por ello le pide que se haga con todas las provisiones posibles y que huya de la ciudad.
Jeevan decidirá hacerle caso en el tema de las provisiones pero no en el de la huída. Su hermano está atrapado hace años en una silla de ruedas y no piensa dejarle solo. Algo que comienza como un aprovisionamiento preventivo se convertirá en un encierro en toda regla debido a una pandemia muy real.
De este modo nos encontraremos pocas páginas después del arranque de la novela con que la población mundial se ha reducido un 99,9% y que la civilización como la conocemos ha desaparecido. En pocos días deja de haber electricidad, agua corriente y cualquier viso de tecnología que hubiésemos conocido. La gente comienza a salir de sus refugios y se asentarán muchos de ellos en pequeños poblados. Otros muchos, preferirán una vida nómada y solitaria.
Dentro de estos nómadas surgirá un pequeño grupo de artistas que difundirán su arte allá por donde vayan. Un grupo de músicos y de actores que lucharán por perpetuar la belleza en el mundo, tratando de demostrar que el ser humano necesita del arte para poder subsistir, de algo que haga sus existencias más atractivas.
Pero no siempre serán bien recibidos. Como es de esperar, el miedo y el fanatismo hará que algunos grupos sean más racionales y abiertos que otros. Como si de un regreso a los inicios se tratase, surgirán las supersticiones religiosas destacando el personaje de El Profeta, alguien que considera que tiene todas las respuestas y que es conocedor de la verdad universal.
En todo este contexto surgirán muchas preguntas acerca de lo que pasó y de las conexiones de los personajes que aparecerán en la novela. Cada uno de ellos está ahí por algún motivo y existe una conexión entre todos ellos, haciendo palpable la creencia de que entre todos los seres humanos hay tan solo una separación de seis grados, de seis personas. Incluso cuando la mayoría de la población ha desaparecido del mapa.
A través de diversos flashbacks conoceremos lo que ocurre tras la pandemia y lo que ocurre previamente. Resulta aterrador observar cómo evoluciona la enfermedad, cómo informan en las noticias, como poco a poco se van apagando los canales de televisión, como las calles cada vez se hallan más desiertas… Quizá es uno de los puntos más fascinantes del libro, ya que suele ser habitual encontrarnos en la literatura con un mundo ya destruido y con las consecuencias del desastre. Aquí podremos vivirlo casi en primera persona gracias a sus protagonistas.
Estación Once ha sido galardonada con el prestigioso «Premio Arthur C. Clarke» en 2015 y fue finalista del «National Book Award» y del «PEN / Faulkner Award». Su autora, Emily St. John Mandel, es autora de cuatro novelas ya. En 2014 con The Singer’s Gun se alzó con el «Prix Mystere» de la crítica en Francia. Sus relatos y ensayos han sido incluidos en numerosas antologías, como la Best American Mystery Stories 2013.
Título: Estación Once |
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