Pocos dudarán de que la Atlántida es uno de los mitos antiguos más conocidos por el público y, quizás también por ello, más manipulados. Sea como fuere, muchos hemos sucumbido en alguna ocasión a su encanto con la lectura de algún libro o el visionado de aquel documental más o menos científico. Que existiera la Atlántida platónica ha sido una hipótesis sostenida por muchos, claro que con diversas interpretaciones.
La archiconocida explicación de Ignatius Donnelly (1831-1901) inaguró la pseudociencia de la «Atlantología», y por extensión bautizaba a sus estudiosos como «atlantólogos». Para el abogado, escritor y político americano, porque todo eso fue el Sr. Donnelly, en el pasado existió una gran continente entre la actual Europa y América que, como consecuencia de un cataclismo tal y como describe Platón, quedó sumergido para siempre. Esta línea ha sido posteriormente enriquecida a la par que otras han reinterpretado el mito a su modo. Para algunos la Atlántida debiera ubicarse en el altiplano boliviano, o bien pudo ser el propio continente americano. Los hay que opinan que la geografía correcta rondaba el sur de la Península Ibérica. Otros han identificado el país atlante con la Creta del segundo milenio antes de nuestra era, con la Cultura Minoica. No faltan los que señalan al Egeo, Israel… Tampoco son pocos los que identifican Atlántida con Tartessos (cultura establecida alrededor de la desembocadura del Guadalquivir entre el 1.200 y el 500 a.c.). Conviene subrayar que los historiadores (en líneas generales) ni por asomo contemplan ningún fundamento real para la Atlántida.
Ahora bien, la cuestión atlante no ha de simplificarse con la mera localización. Dar con la ubicación probable es en realidad decir muy poco. Lo verdaderamente relevante es, en caso de que efectivamente hubiera existido, su contextualización histórica: ¿quiénes fueron los atlantes?, ¿en qué época debiera adscribirse?, ¿dónde?, ¿qué nivel de desarrollo alcanzaron?, ¿cuál fue su relación con los pueblos de su entorno?, ¿y con los del otro lado del Mediterráneo?, ¿por qué desapareció todo rastro de su cultura?, ¿existen vestigios materiales?. Para dar con las respuestas es obvio que no basta la mera especulación, si pretendemos armarnos con un mínimo de rigor debiéramos aportar pruebas o, en su defecto, indicios y estudios científicos que soporten la hipótesis defendida.
Según el estado de la ciencia actual, o al menos tal y como se interpreta la Historia del Mediterráneo, la leyenda carece de toda base, por más que asumamos que el texto pudo exagerar e inventar sobre una cultura histórica más allá de las Columnas de Hércules. Y he aquí la clave para aproximarnos a la cuestión atlante: la prehistoria del Mediterraneo fue en realidad un tanto diferente. Tan diferente que esa supuesta cultura histórica estaría contextualizada: La conexión entre ambas orillas del mar, me refiero a la vía marítima, habría sido muy anterior a los fenicios a partir del 1.200 a.c. Incluso anterior al abstracto proceso de protoorientalización iniciado a partir del 2.000 a.c. Existen motivos más que suficientes para deducir que, desde la arribada del Neolítico a la Península Ibérica (digamos que el 5.500 a.c.) asistiríamos a una interrelación transmediterránea creciente que culminará con las colonias fenicias. Tanto fue así que alrededor del 3.000 a.c. la ávida búsqueda de metales en oriente (cobre, oro, plata y estaño) impulsaría numerosas expediciones hacia la Península Ibérica, particularmente al sur de la misma, donde se encuentra la Faja Piríta Ibérica, formación geológica especialmente rica en minerales metálicos. Así es como se explicaría el hasta ahora considerado independiente foco calcolítico occidental, tan lejano a las potencias culturales de entonces al otro lado del Mediterráneo. Y es justamente este escenario el que nos permite admitir el recuerdo de una antiquísima cultura afincada en el extremo oeste del mundo conocido. Por tanto, la hipóstesis de una Atlántida histórica cobra renovado vigor. Para más información pueden consultar el artículo «Sumerios en Andalucía: una revisión a la Prehistoria del Mediterráneo, de Mario Mas Fenollar» publicado en esta misma revista el 3 de diciembre del 2013.
Este quien les escribe espera ansioso la publicación de un nuevo trabajo que llevará por título «El descubrimiento de la Atlántida histórica: aclaraciones al Bronce Antiguo en el suroeste de la Península Ibérica». Con la nueva perspectiva, es coherente admitir la existencia de una avanzada sociedad durante la Edad del Cobre precisamente en la región que tan bien nos delimita Platón. Llaman la atención las coincidencias del mítico país atlante con el Valle del Guadalquivir y la costa suroeste desde Cádiz a Lisboa. Y especialmente el entorno de las actuales marismas del Bajo Guadalquivir durante el III m.a.c., entonces todavía delta-estuario del Guadalquivir. Aquí los estudios científicos constatan dos eventos erosivos rápidos (en términos geológicos) que habrían tenido como consecuencia la elevación del nivel del mar en el delta-estuario de 2 metros y, añado yo, habrían arrastrado a una floreciente cultura calcolítica asentada prácticamente a nivel del mar en los alrededores. Las fechas no pueden ser más sugerentes: el primero de ellos alrededor del 2.250 a.c. (el final de la Atlántida histórica) y el segundo alrededor del 500 a.c. (el final de Tartessos). Es obvio que, según eso, la Atlántida histórica no debiera confundirse con Tartessos, por más que compartieran localización, base económica e incluso el modo de desaparecer.
Si cruzamos nuestras conclusiones con lo que saben los arqueólogos de la Edad de los Metales en el SO peninsular, efectivamente tampoco se explican cómo un conjunto cultural calcolítico tan rico y floreciente pudo desaparecer sin transición hacia la subsiguiente Edad del Bronce. Y en todo caso, el tímido Bronce Antiguo de la región mostrará influencias externas, ¡ni rastro de la cultura preexistente!… Huelga añadir que la transición entre el Cobre y el Bronce en la Península Ibérica se fecha entre finales del III m.a.c y principios del II m.ac. Y digo yo, ¿no estaremos hablando de la misma sociedad que inspiró el fantástico relato de Platón?.
En resumen, bajo la Atlántida platónica subyace una Atlántida histórica que se corresponde con el complejo cultural calcolítico del suroeste peninsular, entre unas fechas próximas al 3.000 a.c. y el 2.250 a.c. Este complejo cultural se articularía alrededor del antiguo delta-estuario del Guadalquivir, hoy convertido en marismas.
En fin, va siendo hora de despedirse. Adiós y gracias.
Interesante propuesta.
Creo que va bien encaminado el autor de este libro, que es muy pequeño, casi como un manual, y sin bibliografía ni notas al pie de página, por tanto, muy fácil de leer. Decía que va bien encaminado, porque lo que plantea el autor es casi lo mismo que ha venido defendiendo y demostrando con muchas pruebas indiciarias y no pocas evidencias, el reconocido experto en atlantología histórico-científica, Georgeos Díaz-Montexano, quien de paso sea dicho también, ha sido elegido por James Cameron y un equipo de expertos de varias universidades de EE.UU, Israel, Noruega y Canadá, entre otras instituciones de gran prestigio internacional, como el único experto asesor en la misma especialidad para la parte de Iberia y el Atlántico en una serie de documentales sobre la Atlántida para National Geographic.
El segundo de la misma serie sobre la Atlántida, según he leído en recientes noticias de prensa, saldrá para finales de este año, y el mismo Díaz-Montexano aparecerá en esta ocasión mostrando y explicando algunos emblemáticos sitios en tiera y bajo el mar, donde la mayoría son, precisamente, del período Calcolítico, porque esa es la tesis que ha defendido durante más de veinte años, y que en este libro el autor se resume bastante bien.
Hasta lo de «Atlántida Histórica» es un término implantado por el mismo Díaz-Montexano, como puede verse desde su más antiguas publicaciones y en los títulos de varios de sus más de treinta libros publicados sobre la materia. Creo que el Sr. Más Fenollar es miembro de la Scientific Atlantology International Society (SAIS), o amigo personal de Georgeos Díaz-Montexano, porque al leer su libro me ha parecido en todo momento estar leyendo un sencillo resumen (adaptado al público general no especializado) de las investigaciones e hipótesis de Díaz-Montexano, que en su libros, son más difíciles de comprender, al ser obras más bien dirigidas a un público académico universitario de alto nivel, con abundantes notas al pie de página y una ingente bibliografía
Más información: http://www.europasur.es/article/andalucia/2326015/atlantida/james/cameron/busca/las/evidencias/donana.html