«La historia es el almacén de las máscaras y las apariencias que, lejos de violentar la “autentica” esencia de la individualidad, la constituye y es su única riqueza.» (Vattimo, G. «Nietzsche y la hermenéutica contemporánea»)
«La historia, ya sea de las vidas de las personas, como la historia de las ciudades, se convierte día a día en un “almacén de máscaras”, lleno de posibilidades de juego y estrategias. Podemos atravesar historias a lo largo de nuestras vidas, una tras otra, así como podemos cruzar diferentes momentos históricos y diversos mundos.
Un día podemos estar en el espacio-tiempo de Luis XVI y nos comportamos como tal; luego, quizás, pasado mañana, estamos en la Grecia de Pericles y después formamos parte del desfile del partido Nazi en Núremberg. Vivimos-simulamos la pasión religiosa de un monje medieval y luego bebemos absenta en un viejo burdel parisino… La historia se convierte en marcos de juego y el hombre transita por ella buscando la felicidad, es decir, la utopía.»
http://www.youtube.com/watch?v=yc8VRFL_fyU
La película «Holy Motors» trata un día en la vida de un hombre con múltiples caras: asesino, mendigo, ejecutivo, monstruo, padre de familia… El protagonista tiene una identidad completamente distinta en cada una de estas vidas. Encarna personajes como si se tratase de una película dentro de una película. ¿Pero qué busca realmente el protagonista?
Para poneros en situación:
Un hombre abre una puerta escondida en una pared. Al final del pasillo hay una sala de cine llena de gente con la mirada perdida. Vemos a Oscar, el protagonista, saliendo de una mansión de lujo. Saluda a su asistente Céline y entra en una limusina. Una vez dentro del vehículo, y a partir de unas breves notas escritas en cuadernos, Oscar se maquilla y sale a las calles de París interpretando todo tipo de personajes: un mendigo, un tarado, un asesino, un padre de familia… Por el camino se encuentra con personajes de lo más extraños, incluso consigo mismo. ¿Pero qué mueve a Oscar a dedicarse a un oficio tan curioso? ¿Quién le paga? ¿Para conseguir qué objetivo? ¿Dónde están las cámaras? ¿Quién es en realidad Oscar? 24 horas después, la limusina aparca en un garaje cuya entrada está presidida por un letrero de luces de neón verdes donde se lee ‘Holy Motors’. Y todo vuelve a empezar. O todo termina…
Holy Motors es una película tan extraña, que resulta difícil hablar de ella; y resulta aún más difícil no atribuirle una explicación diferente a la que le dan los críticos de cine. Es de esas películas que pueden tener mil explicaciones diferentes, y es ahí donde está su encanto.
Viéndola como un collage de imágenes abstractas, la película se disfruta desde dos puntos de vista diferentes. El primero, la atracción por las imágenes, y el segundo, la interpretación. ¿Qué es o qué puede ser o qué quiere ser, o qué intenta ser Holy Motors? Mi opinión particular es que en esta película el protagonista se mueve guiado por la felicidad, pero no la suya propia, sino la de los demás. Actúa, se crea innumerables personalidades diferentes al cabo del día para producir la «felicidad» de los demás (a veces un tanto macabra, extraña o surrealista), les estudia y les crea el mundo que quieren, la ciudad que necesitan para hacerles felices. Ese es su trabajo.
Partiendo de este «peculiar» trabajo que busca crear la «felicidad» de los ciudadano (algo que entenderéis los que veáis la película), es inevitable pensar en Arcadia, el origen de muchas ciudades utópicas a lo largo de la historia.
Arcadia era una región de la antigua Grecia. Con el tiempo, se ha convertido en el nombre de un país imaginario, creado y descrito por diversos poetas y artistas, sobre todo del Renacimiento y el Romanticismo. En este lugar imaginario reina la felicidad, la sencillez y la paz en un ambiente idílico habitado por una población de pastores que convive con la naturaleza. En este sentido posee casi las mismas connotaciones que el concepto de utopía.
Esta ciudad es protagonista de numerosos mitos de la Grecia antigua y era mencionada en los cuentos populares y en los discursos de algunos sabios como ejemplo de vida.
El mito de la “Arcadia Feliz” no es otra cosa que la evocación de una realidad que nunca existió. Una especie de paraíso perdido en la antigüedad griega, en la que el hombre sencillo era capaz de vivir en perfecta sintonía con la naturaleza. Abundancia, paz,y felicidad enmarcadas en una primavera eterna, protagonizada por pastores, hombres y mujeres desbordantes de alegría por vivir, componían el sueño histórico de la armonía social perfecta.
Quizá la Arcadia Feliz y Perfecta nunca existió mas allá de los poetas griegos y renacentistas, pero la esencia de su ser, motivó la idea de que un mundo más feliz era posible. Una idea que sin duda ha sido el motor de progreso socioeconómico de las últimas décadas. Una idea en la que muchos creemos y a la que no estamos dispuestos a renunciar.
Peter Cook hizo su particular reinterpretación de esta Arcadia, diseñando su Ciudad Utópica en el siglo XX, Arcadia City, un modelo de ciudad para una burguesía (motor de la cultura) olvidada por la revolución de 1968. Cook define sus Arcadias como:
“…una tentativa retórica de creación. Un retorno a la invención, suscitado por el encanto de ciertas situaciones vitales, junto a la idea de superponer situaciones diversas, típicas, específicas”.
Toda la ciudad está plagada de lugares “naturales” y representativos desde su situación en un valle inglés con un río y la idílica cifra de 40000 habitantes, hasta la incursión de la vida natural salvaje en estructuras regulares y tabuladas, suponiendo un trabajo de pintoresquismo absoluto a la manera del jardín inglés que él tanto venera.
Es muy interesante el trabajo de Cook a la hora de generar experiencias escénicas que el resume de la siguiente manera:
“Cuando aparcamos el coche y caminamos hacia la puerta de nuestra casa, podemos ser un auriga que se adentra en la muralla de la ciudad o un simple dato estadístico de la normativa antiincendios…”.
http://arqueologiadelfuturo.blogspot.com.es/2011/02/perversiones-naturales-ii-197778.html
La felicidad, en definitiva, será siempre aquello que busquemos, arquitectos y no arquitectos, enmascarando, disfrazando la realidad si hace falta, creando nuestra atmósfera particular y negando aquello que no quedamos ver.
Martha Rosler no lo podría haber expresado mejor en su proyecto Bringing The War Home donde, a través de una colección de collages, muestra un mundo doméstico interior de lujos y felicidad frente a un mundo exterior en guerra.
[Martha Rosler es uno de los iconos del arte feminista desde los años setenta, aunque su obra aborda otros temas, como las guerras de su país. Su trabajo ha recorrido el video, la instalación, la performance, el collage y el fotomontaje].
¡SED FELICES!
[…] con una crisis que lo aproximó a la muerte física. Y lo mismo responde Leos Carax cuando luego de HOLY MOTORS (2012), su vívido canto al cine, se le pregunta por qué sigue haciendo películas: “(…) […]