Han venido a sorprender, o quizá no tanto, los resultados de la encuesta encargada a la empresa demoscópica Craft por la cadena británica Chnanel 4. El más importante es que más de la mitad de los encuestados, de entre 13 y 27 años, afirma que «el Reino Unido sería un lugar mejor si estuviera al mando un líder fuerte que no tuviera que molestarse con el Parlamento y las elecciones», mientras que más de un tercio propone igualmente que dicha dictadura, estuviera encabezada por los militares.
Entre otras perlas, la encuesta realizada con miras al programa Gen Z: trends, truth and trust’ (Generación Z: tendencias, verdad y confianza), revela que el 45 % de los encuestados considera «que se ha ido demasiado lejos», en promover la igualdad de género o lo que es lo mismo se consideran discriminados por tal motivo al considerar que han perdido por ello sus privilegios.
Lo que sorprende mucho más tratándose de personas jóvenes que, presuntamente, no han hecho uso y abuso del patriarcado.
«La directora ejecutiva de Channel 4, Alex Mahon, asegura que la Generación Z es la más liberal y, al mismo tiempo, la más autoritaria. «Son conocedores de los medios, están conectados y son inteligentes, pero desde que nacieron han estado expuestos a toda la fuerza de la polarización, la confusión y, a veces, el engaño intencionado de las redes sociales», ha asegurado al diario ‘The Times’. «Hay pruebas claras de la falta de compromiso con la democracia -alimentada por los flautistas de Hamelin que subvierten voluntariamente las verdades- y una creciente brecha de género que debería preocuparnos a todos», añade» (Lucas Font, El Periódico, 28/01/25)
En cualquier caso no resulta difícil imaginar el grado de desafección a la política y al entorno socio económico e incluso cultural provocado entre los jóvenes, especialmente tras las crisis de primeros de siglo cuando ven de forma sistemática como sus condiciones de vida han empeorado de manera sensible con respecto a sus antecesores.
Aun resultando evidente el fracaso del modelo capitalista sustentado en la causa neoliberal desde los años 80 del siglo pasado, su implosión a partir del crack de 2007 y el extraordinario aumento de la desigualdad y los desequilibrios, no puede dejar de sorprendernos que tal grado de desafección haya dado lugar a que una mayoría de jóvenes o, al menos en número suficiente, se haya dejado persuadir por modelos de carácter iliberal cuando no abogan, como es el caso, por un caudillismo militarista.
La historia vapuleada
Qué duda cabe que el desconocimiento en tiempos contemporáneos y en primera persona de las tragedias infligidas por regímenes autocráticos y su blanqueamiento a través de las redes sociales mediante enormes campañas propagandísticas, como está ocurriendo con la mediación de multimillonarios como Elon Musk, está haciendo caer, tal como ocurriera en las primeras décadas del s. XX, a millones de personas presas de las nuevas garras del fascismo.
Buena parte de la responsabilidad de esta aversión por las democracias liberales habría que focalizarla en los tradicionales partidos conservadores, liberales y socialdemócratas que, ensimismados por los cantos de sirena de la ortodoxia capitalista, se han abandonado a los intereses de las clases más altas y los caprichos de los dioses del mercado, abandonando a su suerte a las clases medias y a los más desfavorecidos.
Por ende el capitalismo ha acabado devorándose a sí mismo y resulta prácticamente inevitable que de no mediar una respuesta decidida al respecto nuestro modelo de sociedad dado tras la II Guerra Mundial, basado en la democracia y el estado del bienestar está tocando a su fin.
Es la hora de la política con mayúsculas para evitarlo pero para ello sería necesario el concurso de todas las fuerzas democráticas que, como antaño en la posguerra, se conjuraron para sacar adelante un modelo social que reportara mejores servicios para todos.
Pero la tarea se hace cada vez más hercúlea vista la negligente actitud de la clase política actual. Mientras la izquierda democrática se encuentra cada vez más desaparecida, perdida en sus interminables cuitas, los conservadores y liberales, quizá los únicos capaces de frenar en seco a sus animosos competidores que se multiplican por su derecha, van aproximándose cada vez más a los mismos en sus propuestas.
No le vendría mal a estos últimos un repaso a la historia del III Reich, cuando los nazis alcanzaron el gobierno del Reichstag gracias a su apoyo para después condenarlos al ostracismo cuando no a la muerte en pavorosos campos de concentración que acabaron convirtiéndose también de exterminio.
Con semejante tesitura de por medio se antoja difícil prever una solución capaz de detener tanta estulticia lo que nos queda inevitablemente sumidos en un manifiesto pesimismo ante los extraordinarios retos que el futuro próximo nos depara.