Os doy la bienvenida, amigos lectores, a esta nueva edición de El Rincón Oscuro. Tal como prometí en el número anterior, analizaremos en esta ocasión la novela El hombre bizantino y para ello contaremos con la presencia de su autor, Aarón Reyes.
Hola Aarón, te saludo en nombre del equipo editorial de SALITRE y te lanzo el guante de esta poco ortodoxa entrevista durante la cual me tomaré el permiso de tutearte. ¿estás listo? Pues allá vamos.
Aarón es un joven historiador afincado en Sevilla con un gran gusto por las letras, las cuales forman parte de su vida ¿me equivoco?
En efecto Javier, soy historiador y profesor de Historia, que no siempre van de la mano, aunque deberían. Lo de gusto por las letras… generalmente sí, aunque muchas veces tengo la sensación, como decía Bukowski, de escribir y leer porque no te queda otra, porque la opción de no hacerlo te llena de angustia o ansiedad. Puede verse como gusto o puede verse como “letradicto” que necesita su dosis.
Un servidor ha tenido el gusto de leer dos novelas tuyas, M. Camino de Destrucción y El Hombre Bizantino, obras relacionadas entre sí por la presencia del mismo protagonista, un asesino profesional un tanto peculiar. Preséntanos a M.
M. es una casualidad. Quizá incluso una consecuencia. La evolución que va desde la primera novela en la que sale hasta la otra es una naturalización de una persona de nuestra época. Cree saber muchas cosas pero su conocimiento es fragmentado, por haberlo visto en Internet, en redes sociales, o por haber tenido conversaciones con algún amigo más formado. Es un tipo normal que quiere dedicarse a su pasión, sólo que su pasión, al tiempo que profesión, es matar. Es un tipo perfeccionista, algo atormentado y con un humor negro e irónico. Podrías tomarte unas cervezas con él, incluso divertirte, y en el fondo hasta ser un imbécil con él porque no mata porque sí, sino por un motivo que no tiene que ser moral. Su única moral es su profesión. Por eso no se plantea cuestiones sobre el bien o el mal desde una óptica “humana”, sino simplemente como encargos laborales.
La lectura de estas dos novelas no es fácil, y me refiero a que su intensidad es tal que en ocasiones es preciso estar más que atentos para no perderse ningún detalle de las múltiples digresiones irónicas implícitas en los diálogos. A mí me recuerdan tus diálogos a los de algún detective de novela americana pero con un sarcasmo hipertrofiado. ¿Cómo define a M. su autor?
M. es una persona frustrada. Le cuesta tener relaciones normales con la gente más allá de la superficialidad porque no se crió en un entorno normal. No tuvo unos padres violentos pero pasaron cosas absurdas que desembocaron en ciertos dramas y traumas. En el fondo, ese absurdo de la vida que muchas veces tenemos de telón de fondo es lo que mueve parte de su propia voluntad a la hora de matar o planear sus asesinatos. Es meticuloso porque entiende que la vida está sujeta a un enorme azar, y eso le lleva a ser obsesivo porque intenta comprender el mundo. Tiene problemas emocionales y eso hace que mucha información se le quede fuera y trate de asimilarla por cauces racionales, lo que le lleva a cierta desesperación. De hecho, en El Hombre Bizantino ya aparece como una persona hastiada y cansada al ver que su pasión se convierte en rutina, y no acaba de saber por qué.
¿De qué fuentes bebe Aarón Reyes?
Si me preguntas de forma general, tengo que reconocer que la literatura nacional no me vuelve loco precisamente, quitando algunos escritores concretos como Vila-Matas, sobre todo sus artículos, y Javier Marías, quien me parece un escritor descomunal, quizá el mejor de nuestro país actualmente. Sí existen muchos escritores que no están avalados por el establishment editorial de este país, o “casta” como ahora se ha puesto de moda llamar, que son muy buenos precisamente por la falta de complejos que demuestran.
Tú conoces bien cómo se mueven sellos más modestos como Jirones de Azul en Sevilla, que tienen en el fondo la suerte de poder contar con escritores que llevan a cabo su labor porque realmente aman lo que hacen y escriben con un ojo puesto en su novela y otro en comunicarla. En cambio, la mayor parte de los escritores que publican en las grandes editoriales tienen los ojos puestos en el mercado únicamente y eso acaba notándose en su literatura.
Es por eso que las fuentes principales de las que suelo beber están más en la literatura extranjera. Me parece que, hoy por hoy, la literatura norteamericana de la generación de Foster-Wallace, Franzen, Palanhiuk, y antes que ellos Don DeLillo, Pynchon, Roth, McCarthy, etc., está a años luz del resto. Son lo que antes fueron Vargas Llosa, García Márquez o sobre todo Bolaños. Ahí están sobre todo mis fuentes, en ese estilo que lo que busca es contar algo, como decía el propio Marías. “Lo importante es tener algo que contar”.
Para El Hombre Bizantino fíjate que las fuentes fueron muy dispares porque inicialmente iban a ser dos novelas. Empecé con M. pero me atasqué y comencé un borrador llamado Mujer de gris sobre fondo rojo inspirado por Delibes. Pero, en un momento dado, necesité para ese relato a un asesino y tiré de M. Al hacerlo acabé por entrecruzar ambas historias y creo que eso me permitió ganar en ritmo y matices. La posibilidad de entrecruzar escenarios, personajes, tramas, me vino viendo por enésima vez In the mood for love de Wong Kar-Wai.
Como ves, el cine juega un papel importante en mis fuentes, no solo porque me encante sino porque es algo que forma parte ya de nuestras vidas. No entiendo a estos escritores que parecen vivir en atalayas alejadas de la gente, como si ser escritor o artista, o “intelectual”, te diera una elevación. Se escribe sobre la vida aunque la recrees en una galaxia lejana, en otro tiempo o en otras culturas. Si uno lee la parte de la novela que transcurre en Sevilla podrá ver que El escritor, la película de Polansky, me sirvió también como inspiración, pero también Eyes Wide Shut o la música que aparece mencionada.
Al final las fuentes de las que bebes son la propia vida que llevas. Lo que lees porque te gusta, o el bourbon que tomas para divertirte. Y todo eso aparece en El Hombre Bizantino.
París forma parte de un velo que cae suavemente sobre tu narración. ¿Qué significa París para ti?
París para mí, parafraseando a Vila-Matas, es una ciudad que nunca se acaba. Yo llegué a esa ciudad echando pestes porque no quería ir. Y cuando me fui no quise irme jamás. Para mí, París no es una idea mítica por un tiempo pasado idealizado, porque he vuelto muchas veces con diferentes personas de diferente tipo y en diferentes situaciones. Sin embargo, París siempre ha sido igual, el lugar donde de verdad me he sentido como en casa. Una sensación que nunca tengo fuera de allí.
Hay violencia física y verbal en tu obra. ¿Influye la ira ante el mundo que nos rodea en el personalidad de tus personajes?¿son interlocutores válidos de tu visión del mundo?
Hay una cosa que, como escritor, estoy seguro que entenderás: yo no soy M. Quiero decir, nos pasa mucho que la gente, sobre todo la más cercana, tiende a buscar en las cosas que escribimos rastros de nuestra vida, casi chismorreos o incluso hacer valoraciones de cómo eres a partir de los personajes. Hay que entender que un personaje es eso, una persona en el sentido griego del término.
En este sentido, yo sí entiendo que la violencia existe, está en el mundo, la practican los gobiernos al reducir las ayudas sociales, los maltratadores e incluso las mujeres que se dejan maltratar, lo practica un alumno en clase y un terrorista en Iraq. La violencia nos rodea como algo biológico pero la encauzamos mediante la cultura. De ese equilibrio depende nuestra sociedad.
Ahora bien, es innegable que entregamos esa violencia a otros, sea el Estado u otros agentes, cuando sentimos que se han satisfecho esas necesidades de violencia verbal o física. Cuando no, estalla en forma de ira personal o social. Mis personajes, en este caso M., no siente esa ira precisamente porque es un agente de la estructura cultural que la aplica como profesional que es de la violencia y la muerte. Más que ira, de hecho, yo hablaría de frustración.
¿Qué es un hombre bizantino?
Ja, ja, ja, bueno, como te decía antes a veces los creadores parecen gente que está en atalayas de conocimiento inaccesible y la gente que ve sus obras interpreta cosas rarísimas. El título, o el calificativo, de hombre bizantino surgió una tarde que estaba con mi hermano jugando a un videojuego. Entremedias nos reíamos de los títulos de las películas o las novelas y me dijo “a tu siguiente novela deberías llamarla El Hombre Bizantino, que suena como rancio, como apolillado, ¡bizantino! ¿en qué piensas cuando oyes hablar del Imperio Bizantino? En gente con una alfombra puesta como capa”. Me hizo gracia y luego pensé que en algún momento de la novela debía mencionarlo. Así que inventé una escena donde a M. le dicen que es un hombre bizantino porque es como las imágenes del arte bizantino, estáticas, hieráticas, solemnes y un tanto absurdas.
Sé que eres una persona activa y polifacética; seguro que tienes más de un proyecto en cocina. ¿Puedes darnos alguna pista?
¡Uf! Tengo demasiados proyectos yo creo. Por un lado un ensayo sobre la “mafialización” del Estado desde mediados del XIX hasta nuestros días. Hay cosas muy interesantes que sacar a la luz y por suerte hay unos editores madrileños muy interesados en el proyecto. Por otro, hace un año acabé una nueva novela, La lluvia de dientes, que está ahora mismo en fase de revisión editorial por parte de estos mismos editores. Tiene también elementos de novela negra aunque esta vez me he moderado y no sale M., es algo mucho más personal.
Además de escribir novelas, formas parte del comité editorial de la revista digital DISTOPÍA. Preséntanos esta revista con tus palabras.
Distopía es un proyecto de muchas personas de varios sitios a los que nos mueve un interés por la cultura en un sentido amplio del término. En un mundo como el actual, todos los que la fundamos y las voces que hemos ido sumando en este año y poco que lleva funcionando, entendemos que es necesaria una voz más independiente y plural. Nos gusta mucho lo que hacemos en Distopía porque tenemos todos ideas dispares en muchas cosas, políticas, económicas, hasta deportivas o artísticas, pero ofrecemos siempre una visión personal y concienzuda de la cultura entendida como aquello que nos permite encauzar las pasiones que nos mueven a todos.
Y además es entretenida, una cosa no quita la otra.
Desde aquí animo a todos los que estén dispuestos a vivir intensas emociones con la lectura de una novela negra como las de antaño, a que adquieran un ejemplar de El hombre bizantino, que lo lean y que digan si mis juicios de valor son exagerados.
Un abrazo. Ya sabes que en SALITRE tienes tu casa. Esperamos que nos vayas informando de tus próximos trabajos.
Muchas gracias a ti y a Salitre por esta entrevista y espero igualmente que sigamos en contacto. Un saludo también a todos los lectores que son los que hacen hermosa la labor de contar cosas.