Cuando se abrió el plazo para escoger fecha de publicación en este espacio digital elegí este día intencionalmente. No sabía muy bien qué iba a escribir, pero había una idea rondándome la cabeza en torno a la productividad y la escritura.
Producir-escribir-.-Consumir-olvidar
La reflexión sobre la escritura como producción, en el más estricto sentido de engendrar, se fraguó tras un sentimiento de enfado hacia fuera, hacia la mala organización con los plazos de entrega, las claves y demás logísticas que surgen de la participación colectiva. Pero el enfado también se dirigía hacia dentro, hacia mí misma, hacia la producción sin más, hacia el escupir cuatro ideas mal desarrolladas en la tensión de la misma producción mecánica.
La fecha del 22 me pareció una buena analogía entre la idea de producción y consumo de cosas, objetos, encuentros familiares y de amistades donde se re-producen los mismos roles de siempre, y el sinsentido del escribir como un mero rayar con tinta un papel, un aporrear teclas para dejar unas huellas digitales legibles sin más.
Desde que participo en publicaciones feministas no dejo de preguntarme ¿para qué sirve todo esto? ¿Cuál es el grado de incidencia de las palabras? ¿Quiénes son esas personas que nos leen, son ya feministas, los convencemos para que lo sean? ¿Qué opinan? Escribo desde la duda, desde el cuestionamiento constante, desde un malestar, desde una pérdida de sentido. Y me doy cuenta de que ese interrogar se dirige desde dentro hacia afuera, desde una necesidad propia hacia una práctica colectiva.
¿Para qué sirve mi/nuestra escritura?
Respuesta: un eco de palabras distorsionado por el choque
Reflexionar sobre cómo escribo me lleva a pensar ¿mi escritura filosófica sirve para producir, precisamente, esas palabras que chocan y se escuchan en eco, como una repetición de las mismas una y otra vez, sin aportar nada nuevo? Otra vez las dudas. Entonces, ¿el escribir como reproducir es una filosofía del eco? ¿Es la filosofía la principal productora de este escribir que me desagrada? ¿Escribir y filosofar, ahora, son actividades vacías? No, no. No puede ser, me digo, porque el feminismo es el fenómeno que pone en relación ambas actividades y es transformador.
Les otres como proceso clarificador
En medio de todas estas brumas, de este malestar en la escritura, me llega el último libro de Paul B. Preciado, al que veo en Murcia en el II Congreso Identidad (es) en la red. Tras leer Un apartamento en Urano. Crónicas del cruce vuelvo a conectar con tres ideas tranquilizadoras; una, la filosofía se sigue caracterizando por su sentido crítico; dos, la escritura es una actividad de producción que puesta al servicio de la filosofía, en este sentido crítico, identifica distintos paradigmas epistemológicos; y tres, el feminismo debe usar, desechar y generar paradigmas epistemológicos de forma transformadora y revolucionara.
Escucharlo es un plus que se añade a su lectura, no solo porque es carismático y divertido, sino porque es pasional. Cuando habla de su último libro cuenta que necesitaba una tribuna desde la que hablar, un espacio que le permitiera escribir (decir), todo aquello que se intenta invisibilizar, cuestiones sociales que muestran un desquebrajarse del mundo en medio de un cruce personal. No voy a entrar ahora a analizar la cuestión del privilegio que supone tener esa tribuna, sino el uso de la misma como lugar de reivindicación, como espacio de creación consciente de discursos públicos diversos.
La tribuna, voz de otrxs posibles
La tribuna se puede usar como proceso de destilación de compuestos altamente volátiles, para descomponer ese afuera violentamente institucional que parece indestructible, inabarcable, contra el que nada se puede hacer y decantar, a su vez, otrxs modos de existir y de nombrarlxs.
Y me doy cuenta de que el malestar en la escritura me sobreviene al pensar que el lugar de privilegio desde el que hablo o escribo invalida la fuerza o la claridad que puede tener el propio discurso. Este sistema neoliberal, capitalista y patriarcal me roe la conciencia, pues me sé mujer blanca, de clase media, con formación. Le dejo que me haga creer que no tiene sentido que reivindique nada pues soy una privilegiada, explota el sentimiento de culpa con el que carga históricamente la mujer si se sale de su papel. La tarea de nuestro tiempo es decir ¡Basta de hacerle la cama a este sistema de mierda!
Desde esta tribuna Paul B. Preciado expone su recorrido, un mecanismo de des-identificación de ficciones políticas o subjetividades naturalizadas, establecidas por los sistemas necropolíticos para legitimar a ciertos sujetos y las relaciones entre ellos, negando la existencia a lxs otrxs que se salen de la norma.
Visibilizar el dolor
En un cierto momento, Paul B. Preciado resalta la necesidad imperiosa de dejar atrás el concepto de sujeto político en los términos del feminismo de la segunda ola, pone en evidencia no solo las desigualdades que esto conlleva, ya que este sujeto mujer venía a ser el sucedáneo del universal ilustrado hombre, sino de la violencia del mismo concepto, del dolor y sufrimiento que esta categoría ejerce en todo cuerpo vivo que no se identifique con ese binarismo.
Aquí muestra su cruce personal, aquí se emociona al hablar de los padres que le fueron negados en el pasado y que hoy asisten por primera vez a una charla suya. Aquí muestra la vulnerabilidad de su propia experiencia como fenómeno des-identitario. Este es el momento en el que todo me encaja. La tribuna puede ser un privilegio, pero su uso consciente me parece necesario.
Pero porque os amo, mis iguales valientes, os deseo que vosotros también perdáis la valentía. Os deseo que os falte la fuerza de repetir la norma, que no tengáis la energía de seguir fabricando la identidad, que perdáis la determinación de seguir creyendo que vuestros papeles dicen la verdad sobre vosotros. Y cuando hayáis perdido toda la valentía, locos de cobardía os deseo que inventéis nuevos y frágiles usos para vuestros cuerpos vulnerables. Porque os amo, os deseo débiles y no valientes. Porque la revolución actúa a través de la debilidad.
Un apartamento en Urano, Crónicas del cruce. Paul B. Preciado.
Escribir para mostrar(se)
Llego a la conclusión de que escribir-producir es fundamentalmente mostrar(-se). Paul Beatriz Preciado es un hombre trans que se presenta a sí mismo como no mujer, como no hombre, como un uranista. Y sí, puede que su encarnación de la ciudadanía evoque el imaginario de un hombre heteronormativo, pero no deja de ser un cuerpo vivo que experimenta injusticias, que muestra deseos, conciencia y libertad, un cuerpo afectado por el sistema. Es en este momento en el que me digo que escribir, hacer filosofía y ser feminista es necesario para hacer saltar el malestar de nuestro tiempo, sirve a un propósito en esta época de quiasmo, de cruce y ruptura, que no es otro que el de nombrar las cosas que han silenciado, dar existencia pública a otros modos de ser, relacionarnos y hacer mundo.
Mostrar, del latín monstrare, es poner algo a la vista, visibilizar. Monstrum, palabra de la que deriva monstrare, significa monstruo, suceso o ser sobrenatural. Por tanto, mo(n)struifiquemo-nos fuera de ese binarismo naturalizado hombre/mujer.
La tarea de nuestro tiempo es mostrar ese malestar en la escritura, visibilizar la violencia y el sufrimiento que nos supone este sistema neoliberal, capitalista y patriarcal actual. Escribir-producir para hacer saltar esos paradigmas epistemológicos de las identidades fijas, yermas, de las exclusiones, de la legalidad medico-jurídica frente a la legitimidad de todo cuerpo vivo, un modelo que pretende despojarnos de una dimensión que va más allá de la mera representación o reducción, esto es, la libertad-de-ser a partir del deseo, del afecto, de la conciencia.