Llevo casi diez años impartiendo talleres de prevención de violencias machistas y otros tantos años haciendo educación sexual consciente en las aulas, con alumnado, profesorado y con las familias. Y he de decir, que algo está pasando estos últimos años, algo bueno, positivo, cambiante y empoderante.
Se tiende a generalizar mucho, sí en esta sociedad somos expertos/as en eso, y se tiende a generalizar mucho desde lo negativo y lo destructivo. Por ejemplo con “los y las jóvenes de hoy en día”, que si “ya no son cómo antes”, “que si vamos para atrás como los cangrejos”, que si “pasan de todo”, que “las crias están ahora peor”, “están todas muy sueltas”… etc etc etc.
Y el caso es que hace veinte y tantos años, cuando yo era una adolescente, esas frases iban dirigidas a mí y a mi colectivo, y hace 50 años, igual, hace 200 años también, incluso en la época griega, ya se decían estas cosas de los jóvenes de entonces. Te haces mayor, te olvidas de tu etapa juvenil e incorporas esa frase que tan poco te gustaba a tu vocabulario. Esas frases no me valen de nada, son expresiones que limitan y estigmatizan.
Como dice Irene Bepop en su artículo de la semana pasada, “si en lugar de entender la vida como compartimentos estancos asumiésemos una visión no tan etapista de nuestro transitar por el mundo, tal vez podríamos aprender más de lxs demás”.
Y aunque tenga claro que no podemos generalizar y que cada persona tiene una realidad y una vida, nunca dejo de sorprenderme, para bien, con este maravilloso colectivo como es la infancia y adolescencia.
¿Por qué? Porque desde hace un par de años, observo que tanto en primaria como en secundaria, se generan en las aulas unas sinergias y un intercambio de conocimiento bestial.
Palabras como pansexualidad, transexualidad, patriarcado, asexualidad, género, feminismos, gafas violetas, autoestima, queer, consentimiento, mansplaining, aliados, etc son de lo más habitual en mis talleres, y no porque yo lo proponga, o lo diga, no, sino porque el grupo habla, se expresa y se queja de esta socialización diferenciada y de sus desiguales consecuencias.
En los coles, por ejemplo, trabajamos las relaciones de buentrato y hablamos de la importancia de la igualdad entre las personas. Cuentan situaciones injustas que viven, por ser niños o por ser niñas. Hablan de que porqué a una niña se le dice “Marimacho” porque le guste jugar al fútbol. Niñas cuentan, lo mal que lo pasan cuando en el patio intentan jugar al futbol con sus compañeros pero ninguno le pasa el balón. Niños que no entienden porque se les dice mariquitas porque les guste el baile clásico, ir vestido con brillantes o jugar con las muñecas. Niñas que por qué en su casa ella tiene que levantarse a recoger la mesa con su madre, y por qué su hermano, que comió lo mismo que ella, se tira al sillón a ver la tele con su padre. Niñas que son subestimadas por los compañeros porque juegan super bien a la play. Niños que han seguido jugando a la pelota porque su familia le decía que si juegas con las muñecas parecerás una nena.
Y en la secundaria, las vivencias y situaciones avanzan, y las injusticias, la impotencia y la incomprensión de eso, aflora. Por ejemplo, a una chavala que en casa le ponen hora de llegada por la noche y a su hermano, que es un año menor, le dejan recogerse más tarde y no pasa nada porque nadie le acompañe. Chicos homosexuales, que le han preguntado toda la vida si tenían novia, y no saben cómo comunicar que no tienen novia porque les gustan las chicos. Chicas lesbianas que luchan en su propia casa por la aceptación de su orientación sexual. Adolescentes que creen que la única práctica sexual es el coito. Chicas indignadas por ser criticadas, señaladas e insultadas, por hacer lo mismo que hacen sus compañeros, pero a ella le han dicho guarra, o ligera o tía fácil y a ellos, que han hecho lo mismo, son reconocidos y vistos como guay, admirados, campeones, machotes y con golpecico en la espalda incluido. Chicos que repiten la frase que tanto escuchan en casa como “el que tenga burra que la amarre”. Chicas cansadas de tantas injusticias que sufren por el hecho de ser mujer. Jóvenes sensibilizados autodenominándose feministas. Debates interesantes en torno a la medida de la falda de las chicas. Críticas e indignaciones a porque a ellas le dicen ten cuidado y a ellos no le dicen nada. Mensajes diferenciados en función de los genitales. Heteronormatividad. Celos como señal de amor. Media naranja o naranja entera. Compartir contraseña como indicador de confianza. Mejor sin condón. O mejor con dos, más seguro.
Nadie nos enseña a hablar de afectos, de emociones, de vínculos y de sexualidad. Es tan importante darles voz, propiciar un espacio de reflexión, intercambio de opiniones, debates… Poner nombre a sus sentimientos, a las vivencias que les están sucediendo ahora, a los cambios físicos y emocionales, a reconocerlos, aceptarlos e incorporarlos.
A no olvidar que tú, que yo, también estuvimos en esa etapa, nos construimos y también nos sentimos el ombligo del mundo, o nos sentimos incomprendidxs, o enfadxs con el mundo. Debes reconocer que esa etapa que ahora ves tan lejos, te hizo crecer, expandirte, experimentar, dudar e ir cogiendo cada vez una perspectiva más amplia de ti, de tus relaciones, de tus vivencias y del mundo donde vivimos.
Facilito desde la sexología feminista, partiendo y teniendo en cuenta la sociedad patriarcal en la que vivimos, con sus sucesos, injusticias, desigualdades y violencias. Tomando fuerza al mirar atrás y ver los avances, porque un aula, de un cole o de un instituto, aunque visualmente sea la misma de hace cuarenta años (a excepción de la pizarra digital), está compuesta por personas diversas, nativas digitales, conectadas a una pantalla, con una visión del mundo más global y aceptando la diversidad como algo inherente a la persona.
Muchxs personas diréis que proyecto una imagen muy positiva de la infancia y de las personas jóvenes. Quizá así lo sea, porque así lo siento, pero es curioso que nos extrañemos cuando se destaque el valor personal, las capacidades y las oportunidades de este colectivo, y no se discuta e incluso se apoye, cuando el discurso sea el contrario.
El feminismo no sólo ha de ser un eje transversal en la educación de los centros educativos, debería de serlo en las casas, en nuestros hogares. Cuanto más incorporemos el feminismo a nuestra forma de relacionarnos, y desde la más tierna a infancia, mejor estaremos construyendo las relaciones, porque serán más justas, más igualitarias, menos machistas y más respetuosas con las diversidades de las personas.
Porque debemos revisar nuestros pensamientos y comportamientos. Porque somos modelos de enseñanza de los niños y las niñas. Y porque cuando en un aula, en el recreo o en un espacio lúdico, ocurre algún conflicto entre ellxs, eso es un reflejo de nosotrxs, de las personas adultas, aquellas a las que ellxs imitan, sus modelos de enseñanza aprendizaje.
Tenemos una responsabilidad, rompamos con la educación diferenciada y no hay mejor prevención que la educación sexual.
Isabel Guerrero Campoy
Sexóloga feminista y educadora social
sexualidadybuentrato@gmail.com
Blog: https://isabelguerrerocampoy.blogspot.com.es/
Con pensamiento crítico, critico y propongo, reflexiono y cuestiono. El mundo está lleno de colores, de mezclas y de olores. La diversidad es una rica macedonia de frutas. Soy de las que dice que la tortilla siempre da la vuelta.