Los castillos eran la fuente de poder en la Alta Edad Media europea: enormes y robustas fortificaciones de piedra, con hondos fosos y arqueros en las torres, con administrativos que lo hacían funcionar y caballeros que lo defendían, con un campesinado que vivía a sus expensas y con un sistema de recaudación de impuestos. Los castillos constituían por antonomasia el lugar de residencia de la poderosa nobleza y la monarquía, para defenderse de los enemigos externos. En esa época, el poder estaba dividido, disperso, degradado, y numerosas familias se disputaban los territorios. El clero cristiano dominaba la vida pública y las guerras conformaban la cotidianeidad del continente. Quien poseía los caballeros más entrenados y el castillo más grande era el más poderoso.
Posteriormente, a partir del siglo XVI, varios fenómenos como el capitalismo comercial y la consolidación de la burguesía, y luego la Revolución Industrial, la aparición del movimiento obrero y el surgimiento del Estado nación moderno como forma de organización social, entre otros, cuestionaron los principios de la monarquía y sustituyeron paulatinamente el sistema feudal por el sistema capitalista. Todo ello tuvo consecuencias en la distribución del poder, que se concentró profundamente. El Estado nación moderno se convirtió en una vasta y poderosa organización respaldada por una nueva clase social: la burguesía. Según C. Tilly, la transición que da inicio al Estado nación moderno surge de la guerra (del crimen organizado) y de la necesidad expansionista del capitalismo. El castillo fue superado por el Estado.
La realidad ha cambiado drásticamente desde la época feudal hasta el actual capitalismo globalizado. En Relaciones Internacionales, Sistema Internacional hace referencia al conjunto de interacciones que se producen entre múltiples actores a escala planetaria. Entre esos actores, el Estado nación constituye el más importante e influyente. Pero el poder de los Estados nación está cada vez más erosionado. Otros actores como las empresas transnacionales -también llamadas multinacionales- son cada vez más poderosos. En la actualidad, el mayor ejército no siempre es el más poderoso. El poder no es simplemente militar. No sale únicamente de la boca del fusil, tal y como pronunció Mao. Hay otros poderes no basados en la fuerza.
Para estudiar el poder es útil el concepto de soft power desarrollado por J. Nye, que nos sirve para explicar cómo la persuasión ejerce la influencia y incide en el comportamiento de otros actores. Por ejemplo, el poder de Estados Unidos no es sustentado únicamente por su poderoso ejército, sino por otras acciones como la promoción del consumismo en el american way of life o por poseer las mejores universidades del mundo. También Shaun Riordan, en Adiós a la diplomacia, explica que la diplomacia clásica entre estados ha ido desapareciendo debido a la globalización y la interdependencia, y en consecuencia ha proliferado la diplomacia pública o cultural, en la que otros actores como las empresas transnacionales y las ONG ejercen las políticas exteriores; el clásico diplomático de maletín y traje está siendo desplazado por el experto en medio ambiente o el técnico financiero.
El castillo es el poder y las leyes son la política
Como bien indica el subtítulo del libro, Las leyes del castillo es, ante todo, un ensayo sobre el poder. Casajuana afirma que no existen manuales para ejercer la política. Se trata de un análisis irónico, audaz e ingenioso de un diplomático que ha vivido los entramados de la alta política de primera mano. Los ejemplos que ofrece el autor para extrapolar la realidad son de lo más acertados; el humor, las fábulas y las metáforas son una representación de nuestra vida diaria, incluso la de un importante político. Además, Casajuana no deja indiferente a nadie en lo que respecta a sus múltiples fuentes bibliográficas y sus dotes intelectuales respecto a la teoría política. A lo largo del libro encontramos constantes citas a clásicos autores de las ciencias sociales como Aristóteles, F. Nietzsche, Maquiavelo, Weber, Montaigne y Hobbes, a intelectuales más contemporáneos como Cooper, Gibbon, Carr, Ortega y Gasset y Kenneth, y a importantes políticos como Tarradellas, Churchill, Azaña, Mao y Rodríguez Zapatero. El conjunto de constantes ejemplos para ilustrar la realidad y una teoría política consolidada nos permiten disfrutar y aprender de un libro ameno y fácil de leer.
Pero volvamos al kit de la cuestión. El autor nos plantea una serie de debates actuales sobre la política y el poder: la erosión del Estado nación, la emergencia de micropoderes, las contradicciones entre la vida política y la Administración, las tensiones entre la diplomacia clásica y la contemporánea y los efectos de la globalización y las transformaciones de poder en la carrera diplomática, entre otros. Las leyes del castillo, explica Casajuana, no son tan diferentes de la vida de los ciudadanos medios: tendemos a creer que las élites políticas viven en un mundo paralelo, cuando al fin y al cabo son, en muchos casos, ciudadanos corrientes que han llegado allí por múltiples factores inconexos. El arte de la política —o la administración del poder— está llena de sentimientos y actitudes contradictorias que sacan lo mejor —y lo peor— de las personas. El poder nos transforma y nos amolda. Pero, realmente, ¿el poder corrompe?, ¿todo el mundo desea el poder?, ¿o es la propia naturaleza del sistema la que nos convierte en seres ambiciosos de poder? Los clásicos debates de las ciencias sociales entre agente y estructura ilustran bien el sistema poder: ¿el sistema de poder nos mueve a nosotros o nosotros hacemos mover el sistema de poder?
El poder, en proceso de cambio
Maquiavelo afirmó en el siglo XVI que «la política es la lucha por la conquista del poder». Según Casajuana, la ambición, la competitividad, la inseguridad, el miedo, la fatiga, la responsabilidad y la vanidad constituyen efectos secundarios de la lucha por el poder. La toma de decisiones siempre pone en riesgos tus principios y los de los que están a tu alrededor. La nominación, el amiguismo, la corrupción, el enchufismo y el capitalismo de amiguetes también forman parte del arte de la política. Moisés Naím explica en El fin del poder que el poder ha cambiado radicalmente. La tensión entre los macropoderes clásicos y los micropoderes emergentes va en aumento: el Papa de Roma pierde poder frente a nuevas organizaciones religiosas, los grandes sindicatos se van debilitando y aparecen grupos de presión con intereses más sectoriales, el monopolio de la fuerza de los estados se degrada mientras aparecen grupos terroristas, los hedge funds superan económicamente a los bancos centrales, etc.
«El poder está mitificado», comenta Casajuana en la primera frase del libro. Comúnmente, creemos que ciertos actores poderosos del sistema son capaces de ejercer el poder a sus anchas, sin apenas restricciones. Sin embargo, Las leyes del castillo lo niega rotundamente. Quizás el día de hoy eres una persona poderosa, pero mañana nadie se acordará de ti y quedarás en el olvido. O quizás eres un revolucionario, pero mañana estarás adaptado al sistema y aceptando sus normas. Zygmunt Bauman explica en su teoría de la modernidad líquida que, en la época actual (globalización, neoliberalismo y auge de las tecnologías de la información), los seres humanos dejamos de lado nuestra identidad (sea de clase, etnia, nación, etc) y adoptamos una nueva forma de convivencia social, el consumismo, que constituye una identidad volátil, líquida. Un ejemplo ilustrativo es el caso del niño Aylan muerto a orillas del mar Egeo. Tras las dramáticas fotos publicadas en los medios de comunicación, los gobiernos europeos -encabezados por Merkel- emprendieron una supuesta campaña de solidaridad que cautivó a la opinión pública. Pocos días después ya nadie se acordaba de Aylan, y unos meses más tarde comenzaron las deportaciones por parte de varios gobiernos europeos. El mismo Donald Tusk pronunció el 3 de marzo: «No vengan a Europa».
Nos aproximamos a una nueva edad feudal
Casajuana y los demás autores mencionados (Riordan, Naím y Bauman), aun partiendo de supuestos y principios muy diferentes, coinciden, a mi parecer, en una cuestión principal: el poder está sufriendo grandes transformaciones. Se vuelve más endeble, se distribuye, se degrada, se vuelve humo, líquido. El castillo existe y se sigue defendiendo de los enemigos externos. Los políticos y los grandes empresarios son los nobles y los reyes, pero su poder es cada vez menor. La represión (sea en materia de abusos policiales, privatizaciones, multas, etc) desempeña el papel de los arqueros y los caballeros medievales que defendían al castillo. La Inquisición es el «imperio de la vigilancia» actual que nos controla la mente mediante Google, Amazon, la CIA y Facebook. Las cruzadas contra el Islam están volviendo. El oro de los reyes y los nobles se almacena en los paraísos fiscales y en las empresas off shore. La nueva edad feudal está en camino. Una nueva época en la que el poder es cada vez más difícil de percibir, pero a la vez nos controla más. El castillo es el poder y las leyes son la política. La política es la administración del poder. Y el castillo, difícil de percibir y analizar, está completamente asediado.
Título: Las leyes del castillo, notas sobre el poder |
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