“San Francisco, 1930. Dorothea mira por la ventana de su estudio y observa en la calle las interminables colas de los desempleados. Esta fotógrafa de retratos familiares se da cuenta de que a diario ocurren cosas importantes que están pasando fuera de su espacio de confort y decide no quedarse indiferente. Sale a la calle con su pesado equipo fotográfico, una cámara de gran formato y su trípode, para capturar una realidad dura y conmovedora, pero también estimulante y necesitada de una “voz” que la trate con respeto.”
De acuerdo, es un relato novelado, pero estoy convencido de que no pudo ser muy distinto a como lo he contado.
Los hechos son que Dorothea Lange se muda desde Nueva York a San Francisco en 1918, donde establece su estudio fotográfico especializado en retratos. Ahí debió de acostumbrarse a mirar a los ojos a la gente y captar su esencia. Tras la caída de Wall Street en 1929, Estados Unidos sufrió una serie de extremas sequías y tormentas de arena que asoló grandes extensiones de tierras cultivables. Esta combinación dejó en la más absoluta pobreza a millones de personas. En algún momento a principios de los años 30 decide empezar a fotografiar las calles y su realidad. No lo sabe, pero está forjando los cimientos del fotoperiodismo. Tampoco es la única. Walker Evans será otro de los pilares fundamentales de este género; mientras, en Europa, una joven pareja formada por André Friedmann y Gerta Pohorylle se inventarán a un tal Robert Capa, del cuál ya hablaré en sucesivas entradas.
Con su trabajo de freelance, Dorothea pronto llamará la atención de personas que le acabarán posibilitando su contratación por parte de la administración Roosevelt. Con el “New Deal” también se concibió un plan propagandístico para fotografiar el estado del país y llamar a la concienciación colectiva. Será ahí donde Dorothea desarrolle su personalidad comprometida con los desfavorecidos.
«Migrant Mother» (1936) es probablemente su icono más reconocible:
Dorothea recordaba años más tarde ese momento. He aquí sus palabras: “Vi a la hambrienta y desesperada madre y me aproximé como atraída por un imán. No recuerdo cómo le expliqué mi presencia o la de mi cámara, pero sí que recuerdo que no me hizo ninguna pregunta. Hice cinco exposiciones, trabajando más y más cerca en la misma dirección. No le pregunté su nombre o su historia. Me dijo su edad, tenía 32 años. Dijo que había estado viviendo de la verdura congelada por la escarcha de los campos de alrededor y de los pájaros que sus hijos mataban. Acababa de vender los neumáticos del coche para comprar comida. Allí estaba sentada con sus hijos acurrucados a su alrededor, y parecía comprender que mis imágenes podrían ayudarla, así que ella me ayudó a mi. Había un tipo de igualdad en aquello.”
Aquí están las otras imágenes de la secuencia.
Miro cada día a esa madre a los ojos en una reproducción que cuelga de mi pared. Quiero pensar que todos poseemos ese tipo de heroicidad.
Aquí os dejo algunas imágenes más:
Vía | http://www.loc.gov/
Te recomiendo para completar las imágenes de Dorothea el reciente libro publicado por Capitán Swing «Algodoneros. Tres familias de arrendatarios» la historia de tres familias de Alabama en plena Gran Depresión. La obra es fruto del reportaje que hizo James Agee con fotografías de Walker Evans. Este trabajo realizado en 1936 para Fortune, que no fue publicado en su momento, ve ahora la luz como un referente documental excelente para explorar las consecuencias de la crisis, el azote de la pobreza en el campo americano.
Gracias, Beatriz! No conocía esa publicación. La investigaré. Para mi artículo, he tomado como referencia el libro «Dorothea Lange. The crucial years» publicado por La Fabrica, en caso de que estés interesada. Efectivamente, Walker Evans jugó un gran papel también, pero he elegido a Dorothea Lange por su intensidad y para destacar también el papel de la mujer en el siglo XX. Gracias por tu aportación.
Bienvenido Humberto a la categoria de Imagen 🙂