En Venecia no crecen los girasoles, que necesitan de un clima menos húmedo para sobrevivir. Un cangrejo no puede cruzar la nieve en la Piazza San Marcos y sin embargo no solo atraviesa la ciudad, sino que observa el Canal Grande desde arriba del puente “y la nieve que cae y el silencio y duda y suda” y busca su muerte en Venecia, un síndrome de Stendhal en polisíndeton que le lleva a saltar hacia un suicidio imposible: un cangrejo no puede morir en el canal.
Absurdos, contradicciones, imágenes imposibles en los recovecos de la realidad, guiños culturalistas, giros narrativos y planos picados, escorzos lingüísticos, geografías culturales y el tono lúdico de quien se toma la vida, y la literatura, en serio, son las mil definiciones de la propuesta estética que presenta Jesús Serna Quijada (Albatera, Alicante) en Girasoles en Venecia, coeditada por el equipo de Círculo Rojo Editorial este agosto de 2013.
Nos encontramos con Jesús en la Universidad de Alicante, donde le conocí hace ya algunos años entre sus aulas y donde terminó la licenciatura de Filológica Hispánica después de pasar por la escuela de cine de Madrid y diplomarse en Dirección de Cine y Realización de TV. El marco de la exposición que el MUA propone este mes en torno al legado de Julio Cortázar y su obra nos viene que ni pintado para charlar sobre su obra y sus sensibilidades literarias, encima de las gafas y la pipa del argentino de París, bajo la atenta mirada de un Cortázar que a nuestro lado toca la trompeta sentado probablemente en el suelo de un apartamento del número 9 de la Place du Général Beuret.
La primera pregunta es obligada, pues la propuesta literaria de Girasoles en Venecia se articula a través de veintinueve microrrelatos en una prosa en la que servidor advierte la pulsión de un libro de poemas. Jesús no vacila mucho, y su timidez no le impide definir el género de la obra: “Víctor, lo que quiero es narrar historias”. Ya, pero hay versos medidos en muchas de tus historias. “Sí, hay ficciones que mantienen un ritmo, un ritmo que más bien está interiorizado, pero lo importante es el relato, quiero contar, por eso la prosa. Microrrelatos, microrrelatos”.
Una prosa que no se entiende sin la narratividad cinematográfica que tan bien conoce. Giros y quiebros temporales, juegos personales, travestismos: el predominio del yo lírico alterna con voces narrativas que interceden las historias hacia un tú, que es también nosotros: “Te amo, lo sabes. Yo sé que viajar supone asumir la nieve y la ausencia. Lo sé, sí. Pero cada palabra me pesa, cada geografía, cada mujer que abrazo y no eres tú. Valparaíso y sus perros curados, sus poetas. Necesito conocer Cuzco. Por favor, no me dejes solo”, en “Postal de Valparaíso”. “No te tiendes en lechos de sal para sanar tus heridas. Te descalzas, te desnudas. Cicatrizas, sin duelo, zarpazos y olvidos. Deslizas oasis en el diluvio. Y tallas tus ojos en la noche para disipar nieblas y azares. / Conseguir lupa. / Comprar polvos de talco, atún”, en “Viernes 26 de agosto”.
El mosaico de Girasoles en Venecia plantea un juego de geografías culturales que articulan las diferentes historias. Los espacios físicos viajan a la memoria cultural en “Lunes otra vez”, donde suena en la habitación la canción triste de Sui Generis y el sexo convoca la exuberancia de la alegría, junto a la guitarra de Leonard Cohen, un dragón y la voz de Edith Piaf, antes de que el dragón se marche y suene Silvio y “La maza”. Tokio, Faetón, Valparaíso o un bar del Barrio donde Benedetti se confunde con Kafka. Cortázar, Hojas de Hierba o “La balsa de la medusa”, completan la genealogía mítica de Girasoles en Venecia.
“La fuerza de Raúl Zurita. Asistir a sus clases en Santiago de Chile ha sido uno de los impulsos fundamentales para continuar este camino”. El torrente del poeta de Chile gime también en los versos de Jesús, en sus frases breves, en la seriedad de sus juegos, en sus escorzos lingüísticos, como en “Hárvol” o “Haller!, donde los juegos tipográficos encierran el mensaje.
“La reflexión personal apunta siempre a una historia social”: Girasoles en Venecia no es un camino de introspección poética, sino un retablo de historias en las que los clichés y las mitologías rebosan las calles de la infancia, habitaciones con dragones, cronologías de la historia social que vienen de los libros, del microfilm, de la pintura y van hacia la historia cotidiana del amor, de la infancia, la memoria y la nostalgia:
Martes 11 Septiembre
1945 El saludo fascista deja de ser obligatorio en España.
1973 Golpe de Estado militar en Chile contra el gobierno de Salvador Allende.
2001 El mundo contempla atónito cómo dos aviones suicidas destruyen las Torres Gemelas de Nueva York.
Sin suerte, sin tiempo. Zurces los surcos de la memoria, las letras. Para salvar palabras y orillar océanos. Atraviesas gotas de arena, huesos, azahares. Te dejas vencer al sueño. Sin rostro, sin sangre, sin luz. Mutilas salinas, abrasas auroras. Y abates sollozos, dilatas el sol, sus pupilas. Para no caer en la nostalgia. Otra vez.
Apesto a bata de hospital.
Necesito una ducha, ¡ya!
Hace un par de semanas que Girasoles en Venecia fue presentado en Fnac Alicante, continuando una gira que tendrá próximas paradas: el día 8 de noviembre en La libre de barrio (Leganés, Madrid), el sábado 16 de noviembre en el Café Zalacaín (Murcia) y el domingo 17 noviembre en TNT Blues (Cox, Alicante).
No sin desearle suerte en la carretera de esta opera prima vertiginosa y fulgurante, le pedimos nos recite alguno de sus relatos sobre la vitrina que guarda la pipa de Cortázar. Normalmente permitimos al autor que elija, esta vez le atracamos con una petición: “Táctica sin estrategia”.