Desde que tengo memoria, siempre he sido una devoradora de libros. Me recuerdo leyendo bajo las sábanas y con una linterna, para que mi madre pensara que ya tenía la luz apagada y estaba dormida. Los libros siempre me han acompañado, tanto para ahuyentar miedos como para soñar con otros mundos. Cuando me quería quedar embarazada necesitaba las dos cosas –quizás van siempre unidas–. Así que me puse a buscarlos.
El primero que recuerdo es Quién quiere ser madre, de Silvia Nanclares, que me hablaba directo al estómago de mi deseo. ¿De dónde surgía? ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? ¿Qué estaría dispuesta a hacer para cumplirlo? Un mes después estaba embarazada y las preguntas comenzaron a ser otras. Me parecía estar viviendo la experiencia más emocionante del mundo y, como no tenía mucha compañía con el mismo interés y no quería ser pesada, los libros se convirtieron en una necesidad. Pero ¿dónde estaban los relatos de las experiencias maternas? Apenas había. Diario de unas células madre y otros textos publicados en La tribu, eran una excepción. Carmen G. de la Cueva escribió en esa época Nueve libros que tienes que leer cuando vas a tener un hijo, pero, para mi desesperación, algunos eran muy difíciles de encontrar.
Leí o releí algunos ensayos y disfruté también de varias novelas, pero lo que verdaderamente buscaba eran diarios, relatos de no ficción. Algunas amigas me decían que por qué no contaba mi propia experiencia, pero, para mi sorpresa, durante mi embarazo no tenía ningunas ganas de sentarme a escribir. Si no recuerdo mal, tuve que esperar a tener ya en brazos a mi hijo para encontrarme con el primer libro que me hizo pensar «esto es precisamente lo que buscaba».
Se trata de Nadie me dijo. Criar y crear, de la poeta inglesa Hollie McNisch, bellamente editado por La señora Dalloway y que, tristemente, ya está también agotado. Un libro que nos cuenta las cosas de tal manera, que engancha a incluso quienes parecen no estar muy interesadas en la maternidad, como confesaba en una reseña mi querida Laura Casielles. Leedla y no dejéis de escuchar a la propia Hollie. Su poesía, su musicalidad, aunque no sepas inglés, se te queda en el cuerpo. Recuerdo que una noche, cenando con mi pareja y una amiga, les leí en voz alta unos poemas que hablan sobre las tetas, sobre el deseo de la criatura hacia ellas y el deseo del amante: «Tengo dos vidas cada noche/y ambas tienen ganas de mí». Hay dos versiones, porque un día sientes una cosa y, otro día, otra. La ambivalencia, ya sabéis. Leí en voz alta para compartir lo que me estaba gustando el libro. De repente, me eché a llorar. Seguí leyendo. Me estaba contando a mí misma. Necesitaba hacerlo. No lo sabía hasta entonces.
«(…) estoy cansada, estoy agotada, solo necesito un poco de tiempo/y a veces parece que mi cuerpo no es mío/porque durante más de un año ha sido de alguien más/y no lo reconozco/y no tengo derecho sobre él (…) y bromea sobre mis tetas que solían ser suyas/y ahora son para ella/y no creo que eso sea justo/porque son mías (…) Solamente desearía que nadie me necesitara/y no quiero sentirme culpable y cansada, solo espero/que algún día este cuerpo sea mío entero».
Por si acaso, preguntad en vuestras librerías de referencia, que puede que algún ejemplar circule aún por ahí.
Linea nigra, de Jazmina Barrera (Pepitas de Calabaza, 2020), lo leí hace poco, cuando mi hijo ya había cumplido los dos años. Lo que pensé esta vez fue que era el libro que me hubiera gustado escribir. «Todo lo que escriba en estos meses, todo lo que haga, pero principalmente todo lo que escriba, lo escribimos los dos juntos. Tan juntos como se puede estar: uno en el centro de la otra».
Me encanta la escritura fragmentada que se asemeja al pensamiento -o, al menos, a mi pensamiento— que, si viene y va de forma habitual, deteniéndose en los mismos temas una y otra vez, desde diferentes ángulos, enriqueciéndose con otras voces y otras referencias, lo hace mucho más desde que mi cuerpo vivió la experiencia de ser dos y la medida del tiempo saltó por los aires. «No hay tiempo», dice Jazmina, «con un bebé hay poco tiempo y con un bebé el tiempo se anula».
La maternidad es interrupción, la maternidad es una suma de fragmentos. El embarazo, el cuerpo, la espera, la genealogía familiar, la escritura, lecturas, citas, sueños, miedos, representaciones artísticas de la maternidad, experiencias cotidianas, pensamientos, datos científicos, mitos, el parto, otras madres, las madres de las madres, el bebé, la lactancia, la historia de Luz Jiménez, un terremoto, la enfermedad de su madre. Unos meses en la vida de una escritora. Unos meses en la vida de una escritora que vive el embarazo, el parto y la lactancia.
«Que las mujeres deben tener bebés en vez de escribir libros es la opinión generalizada de la civilización occidental. Que las mujeres deben escribir libros en vez de tener hijos es otra variante de lo mismo, dice Alicia Ostriker».
La autora se propone acabar el libro con el destete. Se me queda muy corto. Pero nos deja un regalo, los libros que leyó mientras amamantaba. Aún sigo dando la teta, pienso. Cuando acabe, haré mi lista.
[…] De libros y maternidades […]