Según una noticia, publicada en El País de fecha 21 de abril de 2918, el entonces, director del periódico señaló: «Los periódicos tenemos que redoblar la llamada de atención sobre una realidad que reconocemos y sabemos que es alarmante, pero cuesta interiorizar y asumir como el desafío inminente que es». De acuerdo con esta declaración, en la noticia indicada, se señalaba que El País se había asociado con la FAO (la agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura) para presentar la colección de libros El Estado del planeta.
Esta colección de 11 libros trata de «acercar a los lectores problemas tan complejos –y muchas veces marginados de la actualidad informativa- como el hambre (y las crecientes cifras de obesidad y otros tipos de malnutrición), el deterioro de océanos y bosque, las migraciones y la superpoblación, la pérdida de biodiversidad o, por supuesto, el cambio climático».
En el libro número 10, La nueva revolución agrícola, siguiendo las nuevas informaciones de los mayores expertos de la FAO y otras agencias de las Naciones Unidas, se «propone medidas distintas y dibuja el camino a seguir para lograr una producción agrícola sostenible que garantice la salud del medioambiente y la equidad social».
Cada uno de estos libros dedica dos páginas a indicar la conexión del tema tratado con la Agenda 2030, Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). De los 17 objetivos, hay varios relacionados con la agricultura. El principal es el Objetivo 2 que dice así «poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible». La aspiración de este objetivo es «garantizar que las personas puedan tener acceso a suficientes alimentos nutritivos, manteniendo los recursos naturales, salvaguardando la biodiversidad y transformando los sistemas de producción de alimentos y el sector rural».
No es admisible que, en España, el campo esté vendiendo productos a pérdida, porque es ilegal y distorsiona las reglas de cualquier mercado. Según datos proporcionados por Antonio Aguilera, agricultor de 62 años y publicados en El País el16 de febrero de 2020, hay un precio de salida muy bajo que en el supermercado puede crecer hasta el 500%, como en el caso de las naranjas. La crisis del campo se ha convertido en una de las mayores preocupaciones políticas del Gobierno. «Intentamos que los agricultores y ganaderos sean rentables y sostenibles económicamente. Para que tengan presente y futuro» aseguró el ministro de Agricultura, Luis Planas, en el Congreso de los Diputados.
Cambio de rumbo
En el libro de la FAO indicado «establece un cambio de rumbo hacia un mundo sostenible». El cambio de rumbo hacia un mundo sostenible exige un sistema agrícola diferente del que, en su mayoría, practican nuestros agricultores. No es sostenible una agricultura que utiliza fertilizantes sintéticos y pesticidas; una agricultura que, entre otras cosas, conduce a una pérdida de materia orgánica del suelo, es decir, a una gradual pérdida de fertilidad, un gradual camino a la desertificación del suelo. En otras palabras, una agricultura que no garantiza la seguridad del suministro de recursos esenciales (alimentos), además de no luchar contra el cambio climático y conducir a importantes impactos medioambientales.
Por otra parte, ¿tiene sentido que los españoles consuman bananas ecuatorianas en lugar de plátanos de Canarias? Y, ¿cómo es posible que, pese a los gastos de transporte y todas las molestias, las bananas procedentes de Ecuador, sean más baratas que los plátanos de Canarias? Su transporte lleva asociada una huella ecológica elevada. En relación con ese tema recuerdo las comunidades de transición, creadas para hacer frente a una vida sin petróleo. «Alimentos a pie de casa, no a millas».
El alimento de temporada
Otra cosa habitual en el consumidor occidental es comer los alimentos que le apetecen en cada momento, en lugar de los que debería haber disponibles en función de la época del año. En general, ello exige procesos que fuerzan los procesos naturales.
En el libro Estado del planeta indicado, la FAO explica por qué esta apuesta por los alimentos de proximidad y de temporada no debería significar, a priori, un rechazo al progreso o una renuncia a incluir la ciencia moderna en la agricultura.
A los alimentos de proximidad hay que unir, obviamente, no recurrir a pesticidas ni fertilizantes sintéticos. El control de plagas no necesita siempre pesticidas químicos: existen soluciones -menos traumáticas- que ofrece la propia naturaleza. En cuanto a los fertilizantes sintéticos, una alternativa es el compostaje, un proceso que permite obtener un excelente abono a partir elementos como hojas, estiércol, resto de comida –basuras orgánicas- y otros residuos. Un abono que sirve para nutrir a los cultivos, no consume recursos extraordinarios y da utilidad a los residuos. Algunos autores introducen este proceso en lo que se denomina «economía circular» o hablan de «agricultura ecológica». La FAO habla de «agroecología».
Alguien se puede preguntar, ¿acaso los pesticidas y fertilizantes sintéticos no han ayudado a incrementar la producción de comida y a sacar del hambre a millones de personas? ¿por qué es necesario un cambio tan radical en la manera de producir? Un defensor de la agricultura ecológica podría responder, «es crucial incluir una conciencia medioambiental en la agricultura o pronto no tendremos recursos naturales para cultivar».
Los precios
Otro de los argumentos en contra de loa productos cultivados de manera sostenible es su precio, a menudo elevado, ya que el modelo actual de producción, comercio y transporte internacional abarata mucho los precios. De hecho, hay muchas personas que si no fuera por los tomates importados, quizá no podrían pagarse el tomate ecológico de la huerta. La contra-argumentación es que ese tomate se vende a un precio menor porque utilizan un recurso que es de todos sin ningún coste. Nadie está pagando por utilizar los suelos sin preocupación o contaminar el agua, la tierra o los bosques que son de todo el mundo. Y explotarlo sin reparos es mucho más barato que hacerlo con cuidado. Sin embargo, el uso de pesticidas y fertilizantes sintéticos es origen, entre otros, de importantes problemas de contaminación del agua, nuestro principal recurso natural. En la actualidad nos enfrentamos a un importante reto: la contaminación de nuestras fuentes de agua más importantes, como son los ríos, los océanos, los canales, los lagos y los embalses. Es una de las grandes preocupaciones de nuestra época, pues sin agua de buena calidad es imposible garantizar el bienestar del medioambiente, de la especie humana, de los animales y de las plantas. (Fuente. Intermon Oxfam)
La FAO da mucha importancia a los huertos urbanos. ¿Cómo alimentar a las personas que habitan en las grandes ciudades? La gran mayoría de producción de alimentos se lleva a cabo en las zonas rurales, con los gastos (y costes ambientales) de transporte, envasado, almacenamiento y distribución que esto significa. Por otra parte, según la FAO, «los huertos urbanos pueden ser hasta quince veces más productivos que las fincas rurales». La FAO estima que un espacio de apenas un metro cuadrado puede proporcionar 20 kilos de comida al año, que además se puede vender directamente en puestos de comida en la calle y en el mercado. Así se obtienen más ingresos directos en vez de ir a parar a los intermediarios, lo que lo convierte en una opción especialmente interesante en las grandes ciudades de los países en desarrollo. En Madrid ha jugado un papel muy importante la iniciativa «Madrid composta».
Según el libro La nueva revolución agrícola, citado, «la agricultura también está muy relacionada son el ODS 6 («garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible, y el saneamiento para todos»), el ODS 8 («promover el crecimiento económico inclusivo y sostenido, el pleno empleo productivo y el trabajo decente para todos»), el ODS 12 («garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles») y el ODS 13 («adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos»).