¿Qué es esto del Tradicionalismo?
El sector más conservador de la Iglesia Católica no está constituido por el Opus Dei, kikos, Comunión y Liberación o focolares. Parecen de lo más moderados al lado de un tradicionalista. Los tradicionalistas son tan extremistas que se puede describir una continuidad entre los que permanecen en comunión con el Papa y los que se separaron de esta comunión.
El tradicionalismo nace durante el Concilio Vaticano II. Un grupo de dos centenares de padres conciliares crearon el Coetus Internationale Patrum que recogía a todos los que habían mantenido las posturas comúnmente aceptadas y que, de repente y sin previo aviso, se encontraban en minoría. Esto no quiere decir que estos dos centenares largos de padres conciliares devinieran posteriormente en tradicionalistas, ya que muchos se incorporaron a la corriente mayoritaria o sencillamente siguieron profesando posiciones ultramontanas pero con discreción.
De los cabecillas del Coetus quedó el obispo francés, monseñor Marcel Lefebvre, como líder de los que consideraban que las enseñanzas del Concilio Vaticano II eran contrarias a la tradición católica. En torno a él se organizó la forma más combativa y testaruda del tradicionalismo.
En 1970 el Papa Pablo VI publica el nuevo Misal Romano de acuerdo con las instrucciones emanadas de la Constitución Sacrosanctum Concilium del Vaticano II. Las líneas maestras del misal aprobado por Pablo VI son la reforma arquitectónica de las iglesias para tener altares exentos, simplificación de los ritos, la participación de todos en los ritos eucarísticos, eliminación de la mayor parte de las oraciones voce submissa y secretas, orientación del oficiante versus populum y la posibilidad de que la misa se celebre habitualmente en la lengua del lugar.
El escrito central de las posiciones tradicionalistas en lo relativo a la liturgia de 1970 es Breve examen crítico del Novus Ordo Missae que al haber sido refrendado por el cardenal Ottaviani adquirió una gran relevancia y donde se cuestionó la ortodoxia de algunas afirmaciones de la Instructio generalis Missalis Romani, que fueron revisadas.
Ya por entonces Marcel Lefebvre y sus seguidores habían comenzado a institucionalizar su movimiento a través de lo que en la Iglesia te da vida: un seminario. En torno al seminario nació la Fraternitas Sacerdotalis Sancti Pii X (FSSPX) que es la institución central de todo el tradicionalismo lefebvrista.
Para explicar sintéticamente el Tradicionalismo lo mejor es comenzar por sus planteamientos sociales. Rechazan la sociedad liberal donde el ser humano tiene dignidad y derechos, donde es un individuo libre que decide. Conciben a la persona solamente como miembro de grupos naturales y estos grupos se encuentran jerarquizados. Lógicamente rechazan cualquier conformación democrática de la sociedad. Hay un tinte antisemita que en algunos casos es abierto y expreso.
Además de las cuestiones litúrgicas que hemos mencionado y mencionaremos (no olvidemos que la Liturgia es una Teología en acción), los tradicionalistas no aceptan algunas de las doctrinas centrales del Vaticano II tales como son la colegialidad episcopal, la libertad religiosa, la apertura ecuménica y consideran que el sacerdocio y la vida religiosa son vías de perfección frente al laicado que sería una existencia cristiana menor. Se mantienen anclados en una Teolología neoescolástica de manual para seminario y en un fuerte integrismo bíblico y la ignorancia de la evolución histórica de las doctrinas religiosas (todo ello recogido en el Juramento antimodernista).
Ruptura y relaciones bajo Juan Pablo II
En tiempos postconciliares de severa crisis en todos los sentidos, recibieron seminaristas que buscaban refugio en la seguridad pretérita ante la situación cambiante. Pese a una inicial tolerancia por parte de Roma y a repetidos intentos de arreglo, el empecinamiento de Lefebvre en sus posiciones y sobre todo por pedir la abrogación del Concilio (lo que llamaba la conversión de la Roma modernista) hacía imposible cualquier reconciliación.
Lefrebvre no era un loco solitario y tenía muy buenos contactos en los Palacios Apostólicos. Su movimiento, netamente clerical, siempre ha sido tratado con finezza por los jerarcas católicos. Pero esta ventaja realmente jugó siempre en contra de Lefebvre, puesto que sobrevaloraba la fuerza de su protección.
Los intentos de acuerdos en tiempos de Juan Pablo II cayeron porque Lefebvre seguía empecinado en su idea de la conversión de la Roma modernista, así como en la obligación de Roma de autorizarle a ordenar un obispo de su elección que fuera la garantía de que los suyos contaban con quien ordenase a sus seminaristas y se asegurasen la sucesión apostólica.
Roma hizo grandes concesiones, pero ninguna de ellas en el terreno doctrinal, de modo que Marcel Lefebvre confirió, acompañado del brasileño Castro-Mayer, a cuatro sacerdotes la ordenación o consagración episcopal.
Estas ordenaciones o consagraciones en 1988 supusieron el punto de ruptura definitivo con Roma ya que al carecer de mandato apostólico conllevaban la excomunión latae sententiae. La Carta Apostólica Ecclesia Dei, de Juan Pablo II, así lo pone de manifiesto y hace, en el último punto, lo que será una estrategia de ahogamiento del Tradicionalismo desde sí mismo: constituye una Comisión, que actualmente se le llama Comissio Ecclesia Dei, para permitir a los tradicionalistas cismáticos su regreso a la comunión con Roma, respetando determinadas particularidades.
Esta decisión se toma en la inteligencia de que una parte no pequeña de sacerdotes y seminaristas abandonarían a Lefrevbre después de las ordenaciones episcopales. La Comissio Ecclesia Dei facilitó la creación de la Fraternitas Sacerdotalis Santi Petri (FSSP) y de otras organizaciones tradicionalistas a las que se les dejaba hacer y ser pero dentro de la obediencia al Papa. Se permitía el uso de las normas litúrgicas anteriores al Missale Romanum de 1970 y no se hacen demasiadas exigencias doctrinales.
La existencia de una alternativa católica dentro del Tradicionalismo debilitó a los cismáticos de la FSSPX, que vieron como su monopolio y su carácter icónico desaparecía dentro de una normalización por vía de la excepcionalidad. A pesar de que la organización lefebvrista intenta dar cobertura a una para-iglesia tradicionalista (con grupos dominicos, capuchinos, benedictinos y consagrados propios) su capacidad de expansión estaba y está limitada.
El intento de Benedicto XVI
Los teólogos alemanes han tenido una desproporcionada preocupación por las cuestiones tradicionalistas y por combatir sus argumentos. Por ello no debe extrañar que la elección de Benedicto XVI conllevó una nueva etapa en el tratamiento pontificio del mundo tradicionalista.
Benedicto XVI hizo tres concesiones a los tradicionalistas para ganarse su acercamiento: modificación de la traducción del pro multis de la consagración del cáliz, un régimen amplio para la liturgia tridentina y un esquema teológico para integrar tradicionalismo y Vaticano II.
Muchos de los escritores tradicionalistas habían rechazado las traducciones que de la fórmula de consagración del cáliz se hizo tras la promulgación del Misal de Pablo VI en 1970.
La fórmula dice en latín: «Accípite et bíbite ex eo omnes: hic est enim calix Sánguinis mei novi et aetérni testaménti, qui pro vobis et pro multis effundétur in remissiónem peccatórum».
Por ejemplo en castellano dice: «Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados».
Buena parte de los tradicionalistas ponen en duda que la traducción del pro multis sea correcta, de forma que se cuestiona, cuando no se niega, la eficacia de la fórmula. Es una cuestión compleja, ya que entran en juego la literalidad con el dogma de la universalidad de la Salvación. Benedicto XVI ordenó que en adelante las traducciones del Missale Romanum fuesen literales, lo cual no ha sido llevado a cabo con demasiado entusiasmo por parte de las Conferencias Episcopales y en especial por parte de los obispos de lengua alemana.
En segundo lugar el motu proprio Summorum Pontificum le dio un asiento legal a los ritos litúrgicos anteriores a las reformas emanadas tras el Vaticano II. Las formas tridentinas, gregorianas o tradicionales recibieron la denominación de «forma extraordinaria del rito romano», congelándola en la revisión del Misal de Juan XXIII. La forma extraordinaria podía ser libremente celebrada por cualquier sacerdote sin necesidad de permiso, los institutos bajo la Comissio Ecclesia Dei la tendrán como propia y se abría las puertas a la creación de parroquias personales, como la que se creó en Roma, dedicadas a esta forma.
Se rehabilitaron los ritos latinos en sus formas anteriores al Vaticano II (aunque el Ambrosiano ya lo había sido por el Cardenal Carlo Maria Martini en 1985), así como los ritos conventuales (la única repercusión ha sido la recuperación del rito dominicano para la Misa).
En tercer y último lugar Benedicto XVI sentó las bases para un acceso largo y lento al Vaticano II: lo que él llamo la hermenéutica de la continuidad, que ha sido interpretada como la acentuación de los elementos más tradicionalistas del Concilio sobre los elementos más rupturistas.
Estas tres significativas cesiones de Benedicto XVI descongelaron las relaciones entre los lefrevbristas y los católicos. El levantamiento de las excomuniones a los cuatro obispos ordenados en 1988 fue un gesto problemático, ya que levantó la problemática personalidad y opiniones antisemitas del obispo FSSPX Richard Williamson.
La posibilidad de un acuerdo entre la FSSPX y el Vaticano hizo que Williamson se enfrentase a la inmensa mayoría de la FSSPX y fuera expulsado. Un puñado de sacerdotes le siguieron, separándose del tronco principal del Lefrebvrismo (algo propio de los fundamentalistas) y están intentado crear una nueva organización que le dé cuerpo a un minúsculo movimiento que se autodenomina la resistencia católica y que ha dado un paso más en su radicalización al dudas de la validez de las ordenaciones según el ritual aprobado por Pablo VI. La ordenación de dos nuevos obispos enquista este cisma clerical y sin relevancia.
El Papa Francisco
Argentina es una de los centros de acción principales de la FSSPX, donde tiene uno de sus tres únicos seminarios. De modo que ya tenía una opinión más que formada por la experiencia cuando dijo que el problema que tenía la forma extraordinaria no era ni religioso ni litúrgico, sino el peligro de ideologización e instrumentalización. A pesar de ello facilitó que la FSSPX fuera considerada recientemente en Argentina parte de la Iglesia Católica, lo cual le otorgaba determinadas ventajas fiscales.
La primera intervención en este sentido fue intervenir una congregación, los Franciscanos de la Inmaculada, que no perteneciendo a la jurisdicción de Ecclesia Dei y contra el parecer del cuerpo de la congregación, había migrado a la forma extraordinaria.
Las negociaciones entre el Vaticano y la FSSPX continuaron con el Papa Francisco. Varios problemas jurídicos y sacramentales estaban en el aire tales como la validez de los matrimonios celebrados por miembros de la FSSPX, la validez de las confesiones sin licencia episcopal y sobre todo el futuro status jurídico dentro del Catolicismo. Los dos primeros problemas recibieron soluciones diversas y para el tercero se recurrió a la figura canónica de la Prelatura Personal, que permite tener clero y laicos, y que hasta ahora ha sido una categoría jurídica de caso único, puesto que la única Prelatura Personal existente es el Opus Dei.
El cardenal Müller, prefecto de Doctrina de la Fe y discípulo de Ratzinger, mantuvo la necesidad de que los lefrebvristas hicieran una declaración doctrinal aceptando el Concilio Vaticano II. La figura de Hans Küng emergió para recordar que eximirles del Vaticano II era tanto como aceptar una credo a la carta, algo enormemente grave.
Los lefrebvristas pensaban que en el Papado de Francisco no se les haría pasar por unos requisitos doctrinales, pero se confundieron. La respuesta de la FSSPX fue contundente, volviendo a la exigencia de la conversión de Roma.
Gracias por aportar conocimiento. Pero el problema con los extremistas es siempre el mismo, no les sirven las concesiones, antes o después siguen pidiendo más pues su objetivo es lograr el todo, no la convivencia. Los extremistas solo creen en imponer sus dogmas, antes o después, para ellos no existe la negociación que pone fin al enfrentamiento, esta es entendida como un paso intermedio para lograr el todo.
Muy buen artículo
Es cierto, un dogmático de verdad pone «su verdad» sobre todas las cosas y prefiere perecer que conceder un mínimo.
De todas formas creo que ese sector ya se fue de la FSSPX con la salida del antisemita Williamson y la veintena de seguidores.
Para el sector oficial de la FSSPX, como para el propio Lefrebvre, está en una situación cismática era contradictorio y, creo yo, que les hace sentir en ridículo. La solución de una isla de independencia creándoles la Prelatura Personal era la solución ideal, pero no contaban con el documento doctrinal del cardenal Müller.
Realmente es un tema muy pequeño, muy clerical, que se lleva muchos esfuerzos dentro del Vaticano. Próximamente contaré la relación que tiene con la degradación del cardenal Cañizares y con el ostracismo al que Francisco ha enviado al cardenal Burke.
Hola hermanos, no me gusta encasillar ni que me encasillen. Creo que aqui el problema de fondo y lo siento por ser tan directo y no elaborar magníficos discursos es que no se trata de «mi verdad» ni de «la verdad» de fulanito ni de menganito sino de la Verdad de Jesucristo, de su historia y de su incomprensible empeño por salvarnos de la condenación eterna. Y en esto, me ‘perdonen’ o no, lo mismo me da, soy intransigente, dogmático o como se me quiera llamar, porque la Verdad no se negocia , bastante se han encargado ya los secuaces de Satanás y más en esta triste época de la historia de manchar el buen nombre de mi Señor, que además juzgará a los vivos y a los muertos. Que Satanás se beba su propio veneno, porque todo lo malo se ha de volver contra él. Deo gratias