Desde hace muchos siglos la humanidad viene sufriendo el azote de enfermedades infecciosas. Hoy, en pleno siglo XXI, un minúsculo virus puede colapsar el planeta entero: no solo afecta a la salud de las personas, sino también, al transporte, la economía y la política mundial.
El coronavirus de Whuan nos recuerda que desde hace tiempo se viene avisando de la llegada de un virus pandémico con consecuencias globales. Aunque personalmente, no he tenido ocasión de leerlo o escucharlo, creo que puede interesar consultar el libro de José Antonio López, Virus: ni vivos un muertos.
La pérdida de la diversidad
Interesante es recordar que una importante consecuencia del cambio climático es la pérdida de diversidad biológica o biodiversidad. Pues bien, «los virólogos han demostrado que cuando disminuye la biodiversidad de un entorno, algunos tipos de virus no solo se adaptan a las nuevas condiciones, sino que son aupados a una especie de posición dominante. Y si estos virus dominantes se encuentran cerca de una aldea o un campo de cultivo, salta al ser humano con facilidad».
En palabras de la bióloga estadounidense Felicia Keesing la biodiversidad tiene un «efecto diluyente», es decir, reduce el peligro de aparición de nuevas enfermedades infecciosas. Para evitar pandemias es necesario preservar la biodiversidad.
En conclusión, existe una clara relación entre el cambio climático y la pandemia del coronavirus.
El cambio climático está, también, relacionado con la contaminación atmosférica, sobre todo en las ciudades, debido a los coches de combustión. Según datos de la OMS, desde el año 2000 la mortalidad de la malaria ha descendido un 60% en el mundo, mientras que el sida ha quedado ya en una enfermedad crónica para los que consiguen acceso al tratamiento. Por el contrario, la polución provoca ya casi cinco veces más muertes que estas dos dolencias juntas. Es lo que se llaman muertes evitables.
La polución
En el periódico El País del 22 de junio de 2018 se publicó un trabajo que llevaba por título «93.000 personas han muerto por la polución en diez años». Ese trabajo empieza con la siguiente sentencia de la bióloga Cristina Linares, Investigadora de la Escuela Nacional de Sanidad, elegida para formar parte del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas: «Hay que restringir el tráfico. No es una propuesta, sino un llamamiento desesperado a la acción». A continuación, se presentan los resultados de tres investigaciones que analizan datos del período 2000-2009, facilitados por el Instituto Nacional de Estadística y el Ministerio de Medio Ambiente.
- Solo el dióxido de nitrógeno ha sido culpable de 6.085 muertes evitables cada año en España, según uno de los trabajos, publicados en la revista especializada Environment International . «Los diésel son los que más dióxido de nitrógeno emiten» lamenta Linares.
- A los 6.085 muertes anuales por dióxido de nitrógeno se suman 499 por ozono troposférico, según un segundo estudio publicado en Atmospheric environment. El ozono a nivel del suelo -ingrediente de las nieblas tóxicas características de las megalópolis- se forma por una reacción con la luz solar de las emisiones de vehículos e industrias. El exceso de ozono genera problemas respiratorios, como el asma, y puede provocar enfermedades pulmonares.
- Un tercer trabajo, publicado el año pasado en la revista especializada Envirionmental Pollution cifró en 2.683 las muertes prematuras anuales debidas a la contaminación por partículas en el aire, también procedentes de los tubos de escape.
En la misma publicación se indica que «la Agencia Europea del Medio Ambiente ha cifrado en 30.000 las muertes prematuras cada año en España a causa de la contaminación, más del triple que los 9.300 fallecimientos anuales» indicados anteriormente y explica el porqué de ese baile de cifras. Los estudios citados aquí solo tienen en cuenta la mortalidad a corto plazo, dejando fuera los casos de cáncer.
¿Cómo reaccionó la industria automovilística ante esa noticia? De momento, cabe recordar que algunas de esas industrias –recuérdese el caso de Volkswagen- había hecho trampas para aumentar las emisiones sin que se notase. En esta ocasión, ocho días después, el mismo periódico en el que se publicó el trabajo anteriormente señalado, iba acompañado de un cuidadoso folleto de 98 páginas, El motor. Así nos moveremos –por tierra, mar y aire en las grandes ciudades, en el que se ofrecía un «análisis a fondo con los mejores modelos de cada categoría», «los anuncios de automoción con más gancho de los últimos años» …; pero nada relacionado con las emisiones y su influencia sobre la salud de las personas. Pura propaganda para evitar descenso de ganancias económicas.
En el libro Imaginar y crear el futuro (2ª ed, Madrid, Bubok, 2017:34), menciono que José Vidal-Beneyto, catedrático de Sociología, en su columna periodística en El País del 16 de febrero de 2008, después de relatar la propaganda promovida, con gran éxito, por General Motors, Firestone y Standard Oil para acabar con los tranvías en las ciudades americanas y sustituir su transporte por autobuses y coches particulares, se preguntaba: «¿Cómo es posible que un genocidio de tal magnitud haya quedado impune?».
La cuarentena
Julio Díaz, jefe del departamento de Epidemiología de la Escuela Nacional de Sanidad, «se muestra atónito por la falta de concienciación de las autoridades y de la sociedad en su conjunto ante este problema de la contaminación. Este científico propone «reforzar el transporte público, multiplicar los aparcamientos disuasorios en las afueras y evitar que los coches entren en la ciudad».
«Lo más curioso –añade – es que una ventaja de las cuarentenas, y del freno económico ha sido la mejora significativa de la calidad del aire y la reducción drástica de las emisiones de gases de efecto invernadero… empezando por China».
Un informe de Carbon Brief, ha indicado que entre diciembre y febrero en China se registró una caída del 37% de los niveles de NO2, más un descenso del consumo de carbón del 36% y una reducción del 34% en la actividad de las refinerías de petróleo. Los satélites de la Agencia Espacial Europea (ESA) revelaron en una semana una caída de NO2 del 40% en China y reducciones significativas también en el norte de Italia, como consecuencia de la paralización económica.
A falta de datos sobre el impacto en Estados Unidos y la Unión Europea, los expertos estimen que este año podría registrar la primera caída global de emisiones de CO2 desde la crisis financiera de 2008.
En estos momentos, la tragedia diaria nos impide ver más allá del número de muertes a causa del coronavirus Pero, después del confinamiento decretado para hacer frente a la pandemia, ¿cambiaremos finalmente nuestra actitud frente al cambio climático y a las emisiones de CO2 y de NO2 o nos olvidaremos de ello hasta nuevo aviso? Otra pregunta: ¿Serán capaces las penurias económicas derivadas de la pandemia de Covid-19 de demorar la acción contra el cambio climático y ralentizar la transición energética? ¿Será el coronavirus más fuerte que los ciudadanos?
«El climax para el cambio»
En el contexto de la emergencia sanitaria actual y la posterior salida económica, «cientos de organizaciones sociales, entre ellas Sum Energia (cooperativa de Economía Social y Solidaria, que posee varias instalaciones de transformación de energía solar en energía eléctrica) y bajo el paraguas de Friday For Future, 2020 Rebelión por el Clima y Alianza por el Clima, convocaron a los ciudadanos a una acción global por el clima el viernes 24 de abril a las 22 horas para reivindicar una vuelta a la actividad que ponga en el centro al medio ambiente y a las personas y que tenga en cuenta criterios de justicia social y climática. […] Solo así será posible hacer frente a las consecuencias del cambio climático global, avanzar hacia una sociedad justa y solidaria y, simultáneamente, reducir el riesgo de otras crisis que el cambio climático alimenta».
Este Manifiesto Acción Global por el Clima me ha recordado el último párrafo del libro de Miguel Delibes, escritor, y Miguel Delibes de Castro, su hijo biólogo. La Tierra herida. ¿Qué mundo heredarán nuestros hijos. En el diálogo que se establece entre ellos, dice el hijo: «Hay un mundo de jóvenes que parecen considerarse ciudadanos del mundo. Creo que es el principio de un cambio». A continuación, recordaba a su padre lo que afirmó al final de su discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua Española: «Entonces apelabas a esa conciencia moral universal que, por encima del dinero y los intereses políticos, viene exigiendo juego limpio en no pocos lugares de Tierra. Y añadías que esa conciencia, que encarnabas preferentemente en un amplio sector de la juventud, que ha heredado un mundo sucio en no pocos aspectos, justifica mi esperanza». En el libro, se indica, posteriormente, Miguel Delibes hijo decía: «Todos los expertos coinciden en que la ciencia es incapaz de predecir el mundo que vendrá, porque depende en gran medida de las decisiones que, individual y colectivamente, tomemos los humanos. En otras palabras, que el futuro no está escrito […] Debemos seguir luchando, por tanto, porque además, como tú dices, aún estamos a tiempo». Contestación de su padre: «Que Dios te oiga, hijo, por el bien de todos»
Domingo Jiménez Beltrán, exdirector de la Agencia Europea de Medio Ambiente y asesor del Observatorio de la Sostenibilidad, ha apuntado: «Mi impresión es que tanto el CC (cambio climático) como el ahora CV (coronavirus) nos han cargado de razón para cambiar nuestro modelo de producción y de consumo, incluido nuestro modelo de turismo». «El coronavirus se suma al cambio climático como argumento insoslayable para el necesario cambio total y hacia mejor, hacia un sistema más sostenible y gobernable que, además, tiene ventajas no solo ambientales, sino también, socioeconómicas».
Sostiene Jiménez Beltrán que, lejos de retrasar la acción, el coronavirus ha incrementado lo que él mismo llama «el climax para el cambio».
Referencias
- BBC Mundo: Menos diversidad, más enfermedades.
- El Mundo: Coronavirus, cara y cruz en la lucha contra el cambio climático.
- Miguel Delibes y Miguel Delibes de Castro, La Tierra herida. ¿Qué mundo heredarán nuestros hijos. 2005. Círculo de Lectores