Los aliens han existido en las películas prácticamente desde los comienzos de la historia del cine, aunque no siempre los hemos llamado así. Hoy vamos a hacer un repaso del origen del término, de cómo se introdujo en nuestro idioma y de algunos aliens que se han paseado por nuestras pantallas y nuestros terrores más arraigados.
El sustantivo alien deriva de un adjetivo latino, alienus -“otro, diferente, extranjero”- que llegó al inglés a través del francés normando. Pero ¿cuándo se empezó a usar esta palabra para referirse a un extraterrestre? Al parecer el introductor de esta acepción fue el escritor norteamericano de ciencia ficción John Wood Campbell, quien la utilizó por primera vez en 1953 en la revista Astounding Science Fiction, de la que era editor. El término enraizó y se popularizó entre los amantes del género. En 1979 Ridley Scott bautizó así una película destinada a hacer historia del cine, que no sólo obtuvo numerosos premios y nominaciones en certámenes cinematográficos gracias a sus méritos artísticos (listado completo en Imdb) sino que arrasó en las taquillas de medio mundo. En España, en una época en la que lo habitual era traducir los títulos, se estrenó como “Alien, el octavo pasajero”. La preservación del título tanto en el filme original como en las secuelas («Aliens», 1986; «Alien 3», 1992; «Alien Resurrection», 1997) asoció para siempre esta palabra a una criatura extraterrestre. Resulta curioso que, siendo el castellano un idioma de origen latino que ya disponía del término “alienígena” (calco del latín aliēnigena, “extranjero”) para referirse a seres de otros mundos, hayamos adoptado un anglicismo con exactamente la misma raíz para referirnos a exactamente lo mismo.
Desde su edad más temprana, el cine ha tratado el tema de los aliens e intentado imaginar qué aspecto tendrían y cómo serían sus civilizaciones. Ya el “Viaje a la Luna” (Georges Méliès, 1902) nos da una primera visión de las criaturas extraterrestres.
El articulista y crítico de cine británico Ryan Lambie, en su blog Den of Geek, ha desarrollado una clasificación bastante convincente de los distintos tipos de aliens que nos ha ofrecido la industria de Hollywood. Los tres más habituales serían:
• Inteligencias incorpóreas. Los dos ejemplos más destacables serían “Solaris” -en sus dos versiones, de Andrei Tarkovsky (1972) y Steven Soderbergh (2002)- y “2001: una odisea del espacio” (Stanley Kubrick, 1968). En ellas el alien no tiene un cuerpo físico, sino que es una entidad sin rostro, de inteligencia superior, que se comunica con los humanos mediante imágenes que estos puedan comprender. Quizá el tipo más estremecedor de alien, el que nos hace empequeñecer ante la vastedad inasible del ente al que nos enfrentamos.
• Enfermedades y parásitos. Una posibilidad con base científica, ya que cada vez se admite más la teoría de que pueda existir vida extraterrestre en forma de microorganismos o bacterias que alcancen la Tierra a través de un meteorito. ¿Y qué podría pasar si un organismo desconocido invadiese nuestro planeta y nuestros cuerpos de forma imperceptible? Sin duda, se trata de una hipótesis terrorífica, bien reflejada por películas como “La amenaza de Andrómeda” (Robert Wise, 1971) y el clásico “La invasión de los ladrones de cuerpos” (1956) y su remake, estrenado en España como “La invasión de los ultracuerpos” (Philip Kaufman, 1978).
• Seres agresivos o peligrosos. Desde la maestría expresiva del “Alien” por excelencia de Ridley Scott al cinismo iconoclasta de “Mars attacks!” (Tim Burton, 1996), pasando por la ampulosidad palomitera de “Independence Day” (Roland Emmerich, 1996), quizá sean los que más se han paseado por nuestras pantallas. Formas de vida de aspectos muy variados -incluso niños escalofriantes como los de “El pueblo de los malditos” (Wolf Rilla, 1960)- que vienen camino de la Tierra con intenciones de quedarse, o peor… ya están aquí.
A estos tres tipos podríamos añadir el de las civilizaciones extraterrestres no agresivas que visitan la Tierra y establecen un contacto pacífico con sus habitantes. En este último grupo cabrían películas como la archiconocida “Encuentros en la Tercera Fase” (Steven Spielberg, 1977) o “Abyss” (James Cameron, 1989).