De la propaganda de guerra al periodismo para la paz
En esta serie se ha argumentado que la guerra en Ucrania está siendo alimentada por una campaña de propaganda que oculta la agresividad anterior y actual de la OTAN y los Estados Unidos hacia Rusia, así como las opciones de alcanzar un acuerdo pacífico resolviendo los conflictos subyacentes. Como ejercicio de responsabilidad por parte de los países de la OTAN, la primera pregunta que debería surgir es qué hemos hecho y qué podríamos hacer mejor para evitar mayores desastres. Como fuerza contraria a la propaganda bélica, el periodismo para la paz se plantea estas y otras preguntas. Indaga críticamente en el papel de las distintas partes del conflicto y hace visibles las posibilidades de cese de la violencia armada y de resolución del conflicto.
El marco general para la práctica del periodismo de paz consiste en proporcionar el contexto de las interrelaciones entre tres formas clave de violencia que son constitutivas de la guerra (el triángulo de la violencia diseñado por Johan Galtung): 1. La violencia directa, física, hacia los seres humanos, las infraestructuras y el medio ambiente; 2. La violencia cultural, comunicativa, contra el otro; y 3. La violencia estructural basada en relaciones de poder desiguales y objetivos incompatibles.
La primera de estas violencias se refiere a la parte de la guerra que se hace visible y se convierte en un espectáculo rentable por los medios de comunicación dominantes. Las otras dos violencias tienden a ser invisibilizadas por la propaganda de guerra. La propaganda de la OTAN, adoptada por los medios de comunicación, difunde comunicación violenta de forma sistemática cuando legitima la escalada de violencia directa, construye simbólicamente al otro como un enemigo eterno y odioso, y oculta los conflictos estructurales y sus posibles soluciones. La violencia estructural implica la falta de resolución de los conflictos subyacentes, de raíz, que fomentan las otras formas de violencia, directa y simbólica. El resultado de estas violencias es el trauma no sanado que genera sufrimiento y puede actuar como catalizador de más violencia.
El periodismo de paz observa cómo las tres formas de violencia se refuerzan mutuamente en un ciclo vicioso de violencia e intenta contribuir a transformarlo en un ciclo virtuoso de resolución de conflictos: 1. Recurre a la comunicación no violenta como medio para contribuir a reducir y poner fin a la violencia directa lo antes posible; 2. Desafía las narrativas propagandísticas y otras formas de comunicación violenta, favoreciendo la reconciliación y el entendimiento; y 3. Expone las causas estructurales de la violencia directa y cultural y sus posibles soluciones. Al hacerlo, puede contribuir a la mejora psicológica.
Mientras que los medios de comunicación privados tienden a centrar su cobertura en la violencia directa, el periodismo de paz revela la importancia de contrarrestar también las formas comunicativas y estructurales de la violencia si se quiere asegurar una paz duradera. Entiende que la comunicación violenta sólo conduce a la escalada en una espiral de acción-reacción que, como si tuviera vida propia, es difícil de detener una vez que se inicia y contribuye a la violencia directa. En cambio, el periodismo de paz proporciona herramientas para desarrollar procesos de comunicación más armoniosos basados en la producción y el intercambio colectivo de ideas. También subraya que, como medio y fin, el verdadero seguro de la paz reside en avanzar en el diseño y la implementación de estructuras geopolíticas y sistémicas menos violentas que favorezcan un orden mundial basado en la justicia y la seguridad mutua y no en la agresión.
Además de presentar las formas contextuales de la violencia, el periodismo para la paz, da prioridad a las víctimas y a las propuestas de paz. Aporta información y análisis concretos, dándole voz a los afectados y dando visibilidad a las amenazas que puedan causar un mayor sufrimiento. Recoge las acciones y propuestas de paz de los diferentes actores, prestando especial atención a las que provienen de la sociedad civil, y pregunta a los líderes qué van a hacer para resolver el conflicto. Identifica solapamientos y posibles puntos de encuentro. No cae en panaceas, pero tampoco concibe los conflictos como juegos de suma cero; al contrario, entiende que la resolución del conflicto depende de que las partes dejen algo de lado para ganar otra cosa, incluso más.
Desde el compromiso profesional de actuar como vigilante del poder, el periodismo para la paz identifica a los diferentes actores en conflicto y pone de manifiesto las causas y las responsabilidades de cada uno. Destapa las mentiras de todos los bandos —también las nuestras— y pone de relieve los impedimentos a la construcción de paz. No cae en falsas equivalencias porque está atento a las relaciones de poder y a la responsabilidad concreta de cada actor.
Quienes practican este periodismo son conscientes de que la objetividad completa es una quimera, aunque sí puede evitarse el partidismo, razón por la cual aplican tres criterios clave. La ética (qué es lo justo): la resolución del conflicto; la táctica (cómo lograrlo): por medios pacíficos; la estética (las sensaciones y percepciones): la muerte de la guerra y la vida de la paz.
Tras cinco meses de guerra en Ucrania, el interés de los principales medios de comunicación ha disminuido enormemente. La razón principal es que las noticias sobre la guerra han dejado de ser percibidas como rentables. El imperativo comercial prevalece sobre el valor social de la información como derecho de los ciudadanos y requisito para el buen funcionamiento de las sociedades democráticas. En contraste con este enfoque, el periodismo para la paz cubre los conflictos antes de la violencia directa, así como sus secuelas. Está atento a las consecuencias de la guerra que se prolongan en el tiempo y se centra no sólo en los acuerdos de paz (peacemaking), sino también en el mantenimiento (peacekeeping) y la consolidación (peacebuilding) de la misma.
Los medios de comunicación comerciales están incrustados en las estructuras de poder y en una cultura belicista que los subordina a la propaganda de la OTAN. Son los medios de comunicación independientes, con todas sus limitaciones presupuestarias y de audiencia, los que están haciendo visibles las relaciones geopolíticas históricas y actuales y la responsabilidad de todas las partes, desenmascarando las diferentes campañas de propaganda, debatiendo las opciones y los impedimentos para alcanzar un acuerdo de paz, dando voz sostenida a todas las víctimas y cumpliendo con lo que debería ser la función social del periodismo. Algunos medios que practican el periodismo para la paz son Democracy Now!, Responsible Statecraft, Transcend, Open Democracy, Truthout, CounterPunch, Common Dreams (en inglés), CTXT y Rebelión (en español) o CRÍTIC (en catalán).
El periodismo para la paz parte de la premisa de que la guerra es el peor escenario al que se enfrenta el ser humano. El largo camino de la paz es siempre difícil de recorrer, pero quienes lo andan introducen belleza en el horror y, lo cierto, es que no hay una alternativa mejor. La paz puede —merece—, al menos, intentarse.
Una versión en inglés de este artículo ha sido publicada en Propaganda in Focus