Una de las iconografías más populares y extendidas de la mitología clásica es la del dios Neptuno/Poseidón (en su tradición romana y griega, respectivamente) acompañado de su poderoso tridente, con el cual era capaz de agitar los océanos, hacer brotar manantiales y causar grandes terremotos. Este es el Neptuno viril y musculado que encontramos en las fuentes homónimas de Madrid, el Palacio de La Granja (Segovia) o en la llamada Fuente de la Princesa (Zaragoza). El mismo estereotipo se ha colado también en la cultura de masas contemporánea a través del cine y la televisión, como en La Sirenita (1989) y Bob Esponja (1999),[1]En los dos casos se produce una cierta confusión entre Neptuno y Tritón o, en plural, tritones, unas criaturas mitológicas hijas de este dios con el que comparten algunos atributos. o incluso el cómic (Aquaman). Por desgracia, este consumo de la imagen epidérmica, sin atender al fondo, la ha vaciado de todo significado profundo. En el presente artículo planteo una pequeña elucubración que nos permitirá descubrir una nueva faceta tras el vigoroso señor de los mares…
La naturaleza de ese inmenso y terrible poder, a menudo inestable, está estrechamente ligada a su temperamento, tan tumultuoso como el elemento al que rige, el agua, símbolo desde antiguo del mundo de las emociones y del espíritu, como de hecho sigue siéndolo en muchas tradiciones y creencias de gusto esotérico como por ejemplo en el Tarot[2]En el Tarot, pretendido heredero de la Cábala y la antigüedad egipcia, el elemento agua siempre concierne a las emociones y el subconsciente. Se asocia con el palo de Copas. o en la Astrología, donde el planeta Neptuno (cuyo signo astronómico es justo un tridente: «♆») se considera vinculado a lo emocional. Sin embargo, no se trata de una metáfora unívoca.
Volvemos a la antigüedad helénica, si no el origen mismo, sí el catalizador e irradiador de buena parte del universo mítico y alegórico mediterráneo. Aquellos primeros griegos, de ojos bien abiertos a todo cuanto les rodeaba, buscaron en el mundo sensible símbolos con los que referirse a sus realidades metafísicas, inexpresables por medios convencionales, y allí encontraron en la mariposa, en su vuelo y en su capacidad para metamorfosearse, una perfecta alegoría del alma humana[3]Utilizo en este artículo (casi) indistintamente los términos alegoría, símbolo, metáfora y signo porque diferenciar entre ellos requeriría un ensayo entero. Con todo, autores como Henry Corbin o Titus Burckhardt probablemente me asesinarían por ello. (existía la creencia incluso de que el espíritu dejaba a los difuntos bajo la forma de este insecto o acompañado por ella, lo que nos situaría ante un psicopompo igual que Caronte, Anubis, Hermes, los niños Buda, etc.). De hecho ambos conceptos, «alma» y «mariposa», comparten la misma denominación en griego, psyche, que en castellano dará, por ejemplo, psicología o psíquico. Por si fuera poco, se conformará una divinidad concreta, Psique, trasunto de la propia alma y a menudo representada con alas de mariposa, como en el bellísimo cuadro de William Bouguereau.[4]Más que recomendable acudir al mito de Eros y Psique, recogido por primera vez en Las Metamorfosis o El Asno de Oro de Apuleyo (s. II).
Es aquí donde se pone jugosa la cuestión, pues hallamos dos vías distintas para la expresión simbólica del alma: por un lado el agua, personificada en la figura de Neptuno y su tridente; y por otro la mariposa, de la que se deriva asimismo otra deidad, Psique. Ahora bien, ¿dónde se entrelazan ambas alternativas? Habremos de adentrarnos en el bosque de los símbolos…
Desde una interpretación superficial (ojo, no por ello errónea o menos válida, pero sí limitada a un solo plano de significado, el de lo evidente), la asociación entre Neptuno y su principal atributo, el tridente, se debe a que esta era una herramienta de trabajo habitual entre los antiguos pescadores, por lo que a nadie debería extrañar que un dios cuya principal área de influencia era el mar fuese dotado de semejante artilugio. Sí deberíamos darnos cuenta, con cierta perplejidad, de que ese tridente no sirve o no se usa casi nunca para pescar, sino que tiene por finalidad provocar trastornos en el océano y en las aguas, agitar lo que estaba hasta ese momento tranquilo, perturbar la calma…[5]Aunque tiene su miga, no entraré aquí en otras significaciones más complejas del tridente como puede ser su simbología en el mundo gnóstico o su presencia en las culturas hindú y budista. Debemos entender que los símbolos son tremendamente susceptibles a todo tipo de contagios y transformaciones, asimilando muchas veces distintas lecturas o capas de significado que no han de tenerse como excluyentes unas de otras. cosas que están más en sintonía con la citada identificación entre agua y espíritu, también con la inspiración artística, que no deja de ser, como escribía Gustavo Adolfo Bécquer, un «murmullo que en el alma se eleva y va creciendo».[6]En la «Rima III» de las celebérrimas Rimas (1871). En esto reside la clave para resolver la encrucijada entre las dos trayectorias iconográficas que aquí nos ocupan, la certeza de que estamos frente a algo más complejo que una simple arma o utensilio de pesca.
Sabemos que algunos de los primeros alfabetos, entre los que se encuentra el griego (heredero a su vez del fenicio), incluían primitivos pictogramas, es decir: la representación de cosas mediante trazos que asemejan o imitan lo representado.[7]No confundir el uso puntual o residual de pictogramas con la escritura pictográfica, una denominación que no podríamos atribuir de ningún modo a los alfabetos griego y fenicio. Tal es el caso del signo que dio origen a la palabra psyche, que (recordemos) hacía al principio referencia exclusiva a la mariposa para solo más adelante ser asociada con el alma. Esta letra primigenia no era otra que Psi, la cual se articula en el alfabeto griego a partir de la imagen (eso sí, muy estilizada) de una mariposa: «Ψ».[8]La misma letra, no por casualidad, es también el emblema de la Psicología. Otra vez el tridente-mariposa de Neptuno (♆) que, ahora lo dilucidamos por completo, constituye una doble metáfora para hablarnos tanto del control que esta deidad tenía sobre el ámbito material, escenificado en su disposición por así llamarla «literal» a provocar terremotos y tempestades, como de la influencia que ostentaba sobre los espíritus; un dualismo presente en numerosas tradiciones religiosas y filosóficas que podemos detectar incluso en el Evangelio, cuando Cristo dice al marino Simón: «desde ahora serás pescador de hombres»,[9]En «San Lucas 5,10», aunque el mismo episodio se narra con algunas variantes en los cuatro evangelios canónicos. reenviándonos a un juego muy parecido entre la pesca de los peces como actividad mundana y esa otra «pesca» metafórica de las almas humanas (de ahí la adopción puntual del tridente también en el arte paleocristiano, de preferencia anicónica). Es el cristal donde convergen ambas realidades.
Resulta difícil imaginar que los antiguos fuesen ajenos a esta concomitancia, por más que a nosotros pueda parecernos hoy sospechosa y/o rebuscada. Nuestra mirada es deudora de una visión racional y materialista del mundo, ponemos en valor solo aquello que podemos ver y tocar, pero no deberíamos extrapolar idéntica percepción a nuestros ancestros, poseedores de un riquísimo y arraigado pensamiento mítico. Me atrevería a decir incluso que no se establecía ninguna relación ordinaria, en el ámbito cotidiano, entre un tridente, una letra psi o una mariposa, pero que esto cambiaba ante un contexto religioso, cuando no podía escapárseles en modo alguno la ambivalencia propia a esa misma forma sensible; porque al final hablar de herramientas, pictogramas, insectos, etc., supone manejar conceptos arbitrarios, mientras que la forma es, por así decirlo, aconceptual, neutra, destinada a absorber y asimilar todas las significaciones que nosotros proyectamos sobre ella. Los símbolos, por elocuentes que estos sean, no sustituyen nunca a aquello que representan, sino que deben ser trascendidos por el individuo hacia su sentido oculto.
Así, el tridente cumple con la misión sagrada de todo símbolo, «volver visible lo invisible»,[10]En alusión al Manifiesto Simbolista (1886) de Jean Moréas. una revelación de la que surgirá, escondido en los arabescos de la semiótica, un renovado Neptuno, vigoréxico pero sensible, que en sus ratos libres solía jugar con las mariposas…
Referencias
↑1 | En los dos casos se produce una cierta confusión entre Neptuno y Tritón o, en plural, tritones, unas criaturas mitológicas hijas de este dios con el que comparten algunos atributos. |
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↑2 | En el Tarot, pretendido heredero de la Cábala y la antigüedad egipcia, el elemento agua siempre concierne a las emociones y el subconsciente. Se asocia con el palo de Copas. |
↑3 | Utilizo en este artículo (casi) indistintamente los términos alegoría, símbolo, metáfora y signo porque diferenciar entre ellos requeriría un ensayo entero. Con todo, autores como Henry Corbin o Titus Burckhardt probablemente me asesinarían por ello. |
↑4 | Más que recomendable acudir al mito de Eros y Psique, recogido por primera vez en Las Metamorfosis o El Asno de Oro de Apuleyo (s. II). |
↑5 | Aunque tiene su miga, no entraré aquí en otras significaciones más complejas del tridente como puede ser su simbología en el mundo gnóstico o su presencia en las culturas hindú y budista. Debemos entender que los símbolos son tremendamente susceptibles a todo tipo de contagios y transformaciones, asimilando muchas veces distintas lecturas o capas de significado que no han de tenerse como excluyentes unas de otras. |
↑6 | En la «Rima III» de las celebérrimas Rimas (1871). |
↑7 | No confundir el uso puntual o residual de pictogramas con la escritura pictográfica, una denominación que no podríamos atribuir de ningún modo a los alfabetos griego y fenicio. |
↑8 | La misma letra, no por casualidad, es también el emblema de la Psicología. |
↑9 | En «San Lucas 5,10», aunque el mismo episodio se narra con algunas variantes en los cuatro evangelios canónicos. |
↑10 | En alusión al Manifiesto Simbolista (1886) de Jean Moréas. |